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Elvira Nabiúllina, presidenta del Banco Central de RusiaEFE

Perfil

Elvira Nabiúllina, gobernadora del Banco de Rusia, la 'zarina económica' de Putin

Ha dimitido, en vano, tras sostener a trancas y a barrancas la economía rusa durante los últimos ocho años: Putin la necesita para no hundirse

La escena tuvo lugar el pasado 28 de febrero en el Kremlin, 96 horas después del inicio de la invasión de Ucrania, en la ya famosa mesa de seis metros; aunque en esta ocasión, Vladimir Putin sentó a su interlocutora a menor distancia que a Emmanuel Macron tres semanas antes.

La dama de apariencia austera es Elvira Nabiúllina, de 58 años, gobernadora del Banco Central de Rusia (BCR) desde 2013. Ese día exhibió un rostro descompuesto. Los motivos de la mueca se desentrañan sin dificultad si se tiene en cuenta que la economía de guerra le va a obligar a revisar sus -relativamente- exitosas políticas de los últimos años.

Fue Nabiúllina quien gestionó con habilidad la situación creada a raíz de las sanciones resultantes de la anexión de Crimea en 2014. Una situación que le obligó, de entrada, a suspender la paridad entre el rublo y el dólar, lo que supuso un gasto de miles de millones para evitar el hundimiento de la moneda rusa. Sin embargo, al cabo de unos meses optó por dejarla flotar, siempre con prudencia.

Nabiúllina también soltaba algo de lastre cada que se hundía el precio del barril de petróleo, procurando ayuda -a golpe de talonario- a empresas y bancos para que pudieran reembolsar sus deudas. Aunque supo mostrarse frugal al incrementar masivamente las reservas, medida útil a la hora de financiar parte del gasto público y que servía igualmente para ir cumpliendo su principal objetivo a largo plazo: reducir la dependencia del petróleo que padece la economía rusa.

Esta estrategia de varias facetas, puesta en marcha a trancas y a barrancas, no ha servido, a lo largo de ocho años, para que Rusia no se convierta en una economía boyante, pero sí para que no se produjera un desmoronamiento. Ahora, en plena guerra, y con el peso de unas sanciones de una contundencia inaudita, Nabiúllina ha reaccionado elevando hasta el 20% los tipos de interés a corto plazo para frenar la caída del rublo. Lo ha conseguido solo en parte. Ha impuesto, asimismo, y en contra de sus convicciones, el control de capitales con el objetivo de prevenir la fuga de divisas.

Pero, ¿Qué hacer ahora con unas reservas estimadas a 630.000 millones de rublos si norteamericanos y europeos ya no pueden comprar activos rusos? Y con el BCR sin poder operar en euros o en dólares. Nabiúllina sabe, además, que se enfrenta, en el plano interno, a una posible espiral inflacionista -daría al traste con casi una década de esfuerzos- y, en el interno, con un posible escenario de impago de deuda.

La última vez que se produjo fue en 1998, dos años antes de que Nabiúllina empezara a colaborar con Putin, al que ha servido como ministra, asesora económica y gobernadora del banco central. Ahora su paciencia se agota. Hace unos días presentó su dimisión. Putin no solo la ha rechazado sino que ha incitado a la Duma a reelegir a Nabiúllina por un nuevo mandato de cinco años. Nabiúllina, una vez más, se ha plegado a sus designios.