Guerra Ucrania-Rusia
La lenta agonía de Mariúpol, el puerto con el que Putin quiere llegar a Crimea
La prácticamente destruida ciudad del Donbás es un enclave estratégico en la campaña militar rusa que los ucranianos se resisten a perder pese a los combates, las bombas y las frustradas evacuaciones de civiles
El fuego, las bombas, las lágrimas y la sangre no son nada nuevo en Mariúpol. El principal puerto ucraniano en el mar de Azov lleva siendo un escenario de conflicto desde 2014, tras la revolución del Euromaidán que acabó con el derrocamiento de Viktor Yakukovich. Entonces se produjo un movimiento de reacción prorruso en el sureste del país en el que esta urbe que en su día albergó a más de 300.000 almas fue uno de los centros neurálgicos.
El movimiento europeísta nacido en Kiev dividió a sus habitantes entre los proclives a un acercamiento a Europa y los que querían lo mismo pero hacia Rusia. La guerra del Donbás, un conflicto con numerosos elementos de contienda civil, hizo acto de presencia en esta ciudad perteneciente al Óblast de Donetsk.
Los separatistas prorrusos que declararon la independencia de la «República Popular de Donetsk» (RPD) se hicieron con el control de la urbe, pero tras varios combates, la ciudad volvió en 2015 a las manos del Gobierno ucraniano, que la convirtió en capital del óblast hasta que se recuperase la histórica capital de Donetsk.
Durante estos ocho años, la ciudad prácticamente no ha podido vivir en paz y cuando lo ha hecho siempre ha sido sintiendo el aliento en la nuca de las milicias de Donetsk, ayudadas por la Rusia de Vladímir Putin. Para el presidente ruso este enclave estratégico –donde a día de hoy permanecen 170.000 personas–, es uno de los objetivos de mínimos de su «operación militar especial», según el juicio de numerosos analistas.
Como sostiene el experto en el Ejército ruso Mathieu Boulègue en las páginas del New York Times, la «fase 1» de la invasión rusa de Ucrania debería haber sido tomar Mariúpol y así poder establecer un puente terrestre desde Rusia y el Donbás hasta la anexionada península de Crimea y dominar, así, el mar de Azov. Para ello, a Putin no parece importarle tener que reducir Mariúpol a escombros.
De la otrora floreciente ciudad industrial podrían quedar nada más que cenizas y cascotes para cuando acabe la guerra. Según las autoridades ucranianas, más del 90 % de la ciudad ha sido afectada por los bombardeos, la artillería y las balas utilizados durante el combate. Según su alcalde, el independiente Vadym Boychenko, durante esta fase de la guerra, desde el pasado 24 de febrero, han perdido la vida más de 5.000 civiles, entre ellos más de dos centenares de niños.
«Quieren borrar de la faz de la tierra nuestra ciudad. Esto es un genocidio, no hay otra forma de llamarlo», aseguraba el regidor hace unos días a tenor de las acciones militares llevadas a cabo por el Ejército ruso y los separatistas de la RPD, que tratan de hacerse con los tres focos que quedan de resistencia ucraniana en la ciudad, incluido el centro histórico.
Cruz Roja no pudo evacuar a civiles el viernes
Los esfuerzos para evacuar a los civiles se siguen produciendo con regularidad, aunque no siempre se respetan los altos el fuego y los corredores humanitarios fracasan. Este viernes, Reuters recogía el mensaje de la Cruz Roja de que había sido imposible efectuar su plan para evacuar a «decenas de miles» de civiles que todavía están allí atrapados.
El periódico Ukrinform, por su parte, publicaba que varios residentes en Mariúpol habían llegado a Leópolis en tren, aunque no en las mejores condiciones, al haber sido bombardeados por las tropas rusas durante la evacuación. Ayer salieron de la ciudad un total de 3.071 personas.
«Niños gravemente heridos y familias enteras de las columnas de refugiados de Mariúpol fueron llevados hoy por vehículos especiales de Ukrzaliznytsia –la empresa estatal ferroviaria ucraniana– a Leópolis tras haber sido atacados. Las lesiones terribles, y no sólo las físicas, serán tratadas durante mucho tiempo», rezaba un comunicado de Ukrzaliznytsia.
«Europa no tiene derecho a reaccionar en silencio ante lo que está sucediendo en Mariúpol. El mundo entero debe reaccionar ante esta catástrofe humanitaria», señalaba al respecto el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, la madrugada de este viernes, en un discurso en el que afirmó que había tratado «por separado» la desastrosa situación de la ciudad esa tarde con su homólogo francés, Emmanuel Macron.
«Evacuaciones» y «deportaciones»
Según las autoridades ucranianas, unos 75.000 residentes han sido ya evacuados de Mariúpol a través de corredores humanitarios, y otros 100.000 deben todavía ser llevados a lugares seguros. Según las fuentes gubernamentales, aproximadamente 45.000 personas han sido deportadas por la fuerza por las tropas rusas en este mes largo de invasión, tanto a Rusia como a los territorios separatistas del Donbás.
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El mensaje ruso dista bastante de la versión ucraniana de los hechos. Según señalaba el jueves el jefe del Centro de Gestión de la Defensa Nacional de Rusia, el coronel general Mikhail Mizintsev, los corredores humanitarios funcionan todos los días en Mariúpol y otras ciudades desde las 10 de la mañana. Según los datos que aportó, recogidos por la agencia estatal rusa Tass, 115.347 personas han sido «salvadas» de Mariúpol a través de estos corredores desde el inicio de la invasión.