Fundado en 1910

Ortega y Gasset y el propagandista Antonio Bermúdez Cañete fueron grandes corresponsales de prensa en Berlín

Ortega y Antonio Bermúdez Cañete, el corresponsal propagandista en el Berlín nazi

José Ortega y Gasset, José María de Sagarra o Antonio Bermúdez Cañete fueron grandes corresponsales en tierras alemanas

Ahora, que se acerca la Semana Santa, quiero poner un espacio de paz en medio de esta guerra y homenajear a algunos corresponsales y cronistas que han pasado por Berlín y han destacado en la historia del periodismo.

El primero de ellos fue don José Ortega y Gasset, ese filósofo tan citado por la vieja izquierda y ahora tan solapado por esta «nueva izquierda» que «deconstruye» más y más nuestra España invertebrada.

Ciudad pagana y hostil

Ortega, del que siempre hacemos chiste por aquella anécdota de un alumno que escribió en su examen: «Esos dos grandes filósofos que fueron don Ortega y don Gasset». Pues bien, a lo que iba: don José fue periodista y lo cierto es que nunca dejó de serlo, porque su pensamiento, aun hondo e intuitivo, no deja de ser muy periodístico. De cuna le viene al galgo, pues su abuelo materno, don Eduardo Gasset y Artime, había fundado El Imparcial.

Aquí, en Alemania José realizó estudios entre 1905 y 1907: pasó por Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín y, sobre todo, Marburgo. Pero desde Berlín, esta «ciudad pagana y hostil» (como decía de ella Konrad Adenauer) el joven Ortega pidió a su padre que le publicara algunos artículos que le iría enviando para sufragar los gastos de su estancia: «¿Por qué no me nombras corresponsal del periódico en Berlín? Una media columna, un día sí y otro no de vida alemana, sentaría bien al periódico. Desde que puedo leer alemán voy haciendo grandes progresos».

Pero su padre no consintió, ni le publicó nada porque tardó años en aceptar los novedosos puntos de vista del hijo en esos escritos primerizos del intelectual en ciernes. Él siguió en su empeño periodístico y sería en 1917, ya en España, cuando Ortega, por supuesto en El Imparcial, publicó un gran artículo: Bajo el arco en ruina, que le empezó a abrir al gran público.

José María de Sagarra

Más tarde Ortega, ya como director del diario madrileño El Sol, envió a Berlín en marzo de 1920, a otro gran periodista, José María de Sagarra, quien con el título Crónicas de Alemania publicó artículos vivos, frescos y atentos a esa dura realidad de la Alemania derrotada tras la Gran Guerra.

No quiero dejar de citar a Julio Camba ya en Alemania en 1911 a donde, más tarde, regresó para establecerse intermitentemente como corresponsal. Fino e irónico articulista, maestro de la crónica, escribe una gran verdad que yo mismo experimento a diario:

«Yo soy el hombre menos alemán del mundo –dice–, y tengo una gran dificultad para las cosas difíciles. La vida en Alemania es sumamente difícil, porque los alemanes no entienden la vida fácil. Es más difícil, naturalmente, porque está en alemán. Es una vida gótica y absurda. Aquí los hombres se ponen calvos solo de vivir».

Y termina afirmando: «decididamente yo no sirvo para alemán». Y si les digo la verdad, yo tampoco.

Antonio Bermúdez Cañete

Pero mi centro de atención se dirige a otro gran maestro del periodismo: Antonio Bermúdez Cañete. Un agudo economista, reportero de guerra, político y otras muchas cosas; entre ellas que perteneció a la Asociación Católica de Propagandistas. Cañete fue corresponsal de este medio: El Debate, en Berlín, desde 1932, coincidiendo con la ascensión del nacionalsocialismo. Como más tarde lo fue William Shirer, para la CBS en Berlín, entre 1937 y 1940. Antonio Bermúdez se anticipó, fue testigo privilegiado de la Alemania nazi y sus críticas le costaron la expulsión. Antonio era intelectual, dominaba la economía, era avanzado socialmente, conservador, católico y, como testigo de la consolidación de Hitler en el poder, no tardó en percibir la malicia que encerraba el movimiento nazi.

Bermúdez ya había estudiado en Múnich en la época en que las camisas pardas comenzaban a tomar la calle, contempló su ascensión, y aunque sintió una inicial atracción por el movimiento político, en sus años de corresponsal adivinó la negrura de ese «partido racista», como lo denomina muy tempranamente. Bermúdez es pronto consciente de que los católicos alemanes deberán combatir ineludiblemente a Hitler y los suyos.

Antonio Bermúdez Cañete y su familia

Pero sus incisivas críticas le llevan a que el 26 de enero de 1935, en su crónica a El Debate, anuncie su expulsión de Alemania: «Esta mañana se ha presentado en mi domicilio un policía para entregarme una orden de expulsión en el término de ocho días, por el motivo, según reza, de mi actitud contra el estado alemán». La redacción de El Debate reaccionó de inmediato: «Renunciamos a reemplazar a Bermúdez Cañete en un puesto en el que no es posible el ejercicio de la veracidad». Antonio salió de Berlín el 1 de febrero de 1935.

Después irá a una Etiopía en guerra con la Italia fascista para ganarse, en primera línea de batalla, el jornal de reportero de guerra para el periódico L´Intransigeant. Entró en Mekele, capital de Tigray, en vanguardia junto a las tropas italianas.

La última etapa de su vida lo introdujo en la política española y en 1936 fue diputado a Cortes de la CEDA por Madrid en tiempos muy convulsos. Junto a Gil Robles plantó abierta oposición a la política del Frente Popular, por lo que fue apresado, sin respetar su inmunidad parlamentaria y, por su actitud valiente fue abatido por una ráfaga de disparos cuando intentaba zafarse de sus captores, a la entrada de la checa del Círculo de Bellas Artes. Al día siguiente de ser asesinado, el 21 de julio de 1936, el diario El Socialista levantaba acta de su muerte: «Ha fallecido el diputado Bermúdez Cañete». Dejaba mujer y dos pequeños hijitos, niño y niña.

A mi referente y antecesor en El Debate: Antonio Bermúdez Cañete. In memoriam.