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Macron victoria electoral Francia

Emmanuel Macron saluda a sus simpatizantes tras su victoria electoralAFP

Parecidos españoles de Macron: mucho de Suárez, algo de González y casi nada de Rajoy

Con la resaca de la victoria de Emmanuel Macron realizamos un análisis de su programa electoral con el de los expresidentes españoles

Emmanuel Macron no tomó las riendas de un país que se disponía a salir de una dictadura como le ocurrió a Adolfo Suárez allá por 1976. Pero sí se comprometió, en la campaña electoral de 2017, a cambiar de los pies a la cabeza un sistema político esclerotizado.

Dicho y hecho: en las legislativas celebradas a las pocas semanas de su llegada al Elíseo, su partido La República En Marcha, obtuvo una arrolladora mayoría, barriendo del escenario al Partido Socialista –en cuyas filas había militado– y arrinconando a la derecha clásica.

Adolfo Suárez

Adolfo SuárezEl Debate

El «antiguo mundo», según la expresión acuñada por el mismo, tenía sus horas contadas. Al igual que el régimen anterior en España. Se abría, con carácter irreversible, una nueva etapa.

Pero había resistencia por parte de los viejos estamentos y el recién elegido presidente de la República les plantó cara haciendo una clara afirmación de autoridad.

El caso más sonado fueron las críticas públicas del general Pierre de Villiers, a la sazón jefe de Estado Mayor de la Defensa, en relación con los recortes previstos en el presupuesto militar. La reacción de Macron no se hizo esperar: cesó al general sin contemplaciones por mucha razón que el uniformado tuviera, que la tenía.

Un joven mandatario, deseoso de reformar el país en profundidad, no podía ceder ni un ápice en su primer gran pulso. De lo contrario, su autoridad se hubiera desvanecido durante el resto de su mandato. Bien es cierto que Suárez tuvo que imponerse frente a los militares en circunstancias mucho más complicadas. Pero el arrojo de ambos guarda similitudes.

Rajoy y Macron. Efe

Emmanuel Macron y Mariano Rajoy se saludan afectuosamenteEfe

Los parecidos entre Macron y Felipe González son de tres tipos. El primero es económico. González tuvo la determinación, desde el principio, de impulsar la modernización económica de España, pero sin causar trastornos entre la población.

Por eso supo modernizar al tiempo que fortalecía el Estado de Bienestar. Un Estado de Bienestar que ya estaba muy consolidado en Francia cuando Macron llegó al poder.

Tal vez demasiado, según algunos. Eso explica que pidiera ciertos esfuerzos a los franceses, pero ha sabido compensar con medidas típicamente socialdemócratas como el escudo tarifario.

Felipe González

Felipe GonzálezEuropa Press

La socialdemocracia liberalizadora de González, bien dosificada, le permitió una larga estancia en el poder. El liberalismo social de Macron está a punto de producir el mismo efecto.

También les une a ambos un compromiso europeísta sin ambages. El ingreso de España en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea fue el gran hito del primer mandato de González.

Estimular la algo estancada integración europea será el principal objetivo del segundo mandato de Macron: el flamante vencedor del domingo ya ha avisado de que está abierto a modificaciones en el funcionamiento de la Unión –algunas ya están planteadas desde la pandemia–, pero en ningún caso a debilitarla. González hizo del proceso europeo una línea roja de su estrategia política.

Al igual, por cierto, que Mariano Rajoy: nunca, a lo largo de sus seis años y medio en Moncloa, en medio de una crisis económica brutal, flojeó en el compromiso de España para con la Unión.

Es tal vez su único paralelismo con un Macron que alcanzó la jefatura del Estado con fama bien merecida de tecnócrata: enarca, miembro de la elitista Inspección de Finanzas, antiguo alto cargo de la Rothschild, número dos del Elíseo al principio del mandato de François Hollande, y ministro de Economía. Un caso típico de llegada a la política «por arriba».

Las características de ese tipo de trayectorias afloraron durante el primer mandato de Macron: frío, cortante y arrogante. Hasta que estalló la crisis de los Chalecos amarillos. En un principio, la peculiar revuelta proyectó la imagen de Macron como la de un tipo antipático, lejano, altanero, insensible a las dificultades diarias del ciudadano medio.

El aludido entendió el mensaje: una vez aplacadas –aunque sin resolver sus causas– las revueltas, inició una gira por toda Francia al encuentro de la gente de a pie y reuniéndose con alcaldes de pequeños municipios. Pisó la calle. Y operó su gran cambio desde la posición de tecnócrata hasta la de político de raza.

Por eso pudo decir durante la campaña que realizó alrededor de 600 viajes a las provincias. Supo de la importancia de la cercanía, de escuchar directamente a la farmacéutica de pueblo o al camarero del bar de un municipio medio.

En las antípodas de un Rajoy encerrado en Moncloa, rodeado de asesores competentes, pero incapaces de captar el sentir de la calle. Dos visiones opuestas de entender el ejercicio de la política.

Rajoy y Macron

Emmanuel Macron y Albert RiveraEfe

Aunque el que más quería parecerse a Macron fue Albert Rivera. La convergencia ideológica entre ambos era total. La bocanada de aire fresco de la juventud de ambos, también. Pero uno supo estar a la altura de las circunstancias, y el otro, no.

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