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Refugiados ucranianos tratan de huir de las zonas de conflictoAFP

68 días de guerra

Los horrores de los campos de concentración rusos: «Tardar en responder suponía horas de tortura»

El Kremlin somete a civiles ucranianos a brutales interrogatorios en los «campos de filtración» a la búsqueda de «nazis»

Horas de brutales interrogatorios, enfermedades, deportaciones y guetos. Civiles ucranianos que han pasado por los llamados «campos de filtración» rusos han narrado los horrores de estas instalaciones construidas por el ejército ruso en territorios ocupados en Ucrania.

Estos centros de internamiento temporal, establecidos por Rusia en las afueras de Mariúpol y otras zonas del Donbás, funcionan como auténticos campos de concentración donde los funcionarios rusos filtran a los refugiados ucranianos para localizar a «nazis» o «nacionalistas», términos con que se refieren a cualquier opositor a los invasores rusos.

Si a los civiles se les incauta material comprometedor, son automáticamente trasladados a otros centros de mayor seguridad donde se les somete a torturas o incluso se les asesina. En otros casos, son deportados a cárceles en territorio ruso.

Estas estructuras de detención temporal se hicieron tristemente famosas durante las guerras de Chechenia en los años 90 por los casos de tortura y asesinato contra toda persona sospechosa de terrorista o de pertenecer a los rebeldes chechenos.

En un mensaje reciente, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, denunció que los militares rusos trasladan contra su voluntad a miles de civiles ucranianos a estos campos de filtración.

Desde allí, aseguró Zelenski, muchos civiles son deportados a Siberia o a Vladivostok, en el extremo oriente ruso.

«Son campos de concentración, como los que construyeron también los nazis en su momento», aseguró el mandatario ucraniano, cuya familia, de religión judía, sufrió los horrores de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

La BBC logró entrevistar a algunos de estos ciudadanos ucranianos que han pasado por los campos de filtración.

Oleksandr y Olena lograron escapar de uno de estos campos, donde fueron internados tras tratar de escapar de Mariúpol durante los peores días del asedio.

En su huida fueron interceptados por soldados rusos que los trasladaron a un centro de refugiados en un antiguo colegio de Nikolske, una localidad periférica de Mariúpol.

Oleksandr, de 49 años, aseguró a la BBC que el centro de internamiento «era como un verdadero campo de concentración».

Tras registrarlos, tomarles las huellas dactilares y fotografiarlos, los funcionaros rusos los sometieron a un brutal interrogatorio durante horas. «Nos sentíamos en una prisión», aseguró Oleksandr.

Antes de que les requisaran los teléfonos móviles, borraron todo material que pudiera resultar comprometedor, como una inocente fotografía de su hija junto con una bandera ucraniana, o teléfonos de amigos que pudieran estar implicados en la defensa de la ciudad.

Los soldados rusos les revisaron absolutamente todo: «Si un detenido despertaba la sospecha de ser un ‘nazi ucraniano’ lo trasladaban a Donetsk donde lo sometían a una investigación más exhaustiva o lo ejecutaban», aseguró Oleksandr durante la entrevista al canal británico.

Según describe el interrogatorio, las tácticas seguidas por los soldados rusos no tenían nada que envidiar a los interrogatorios de la antigua KGB soviética: «Cualquier duda al responder, por pequeña que fuese, cualquier resistencia, podía suponer horas de tortura en un sótano. Todos teníamos miedo».

Su estancia en el campo fue traumática. La absoluta falta de higiene provocó la propagación de enfermedades como la disentería. No había ni papel higiénico.

Finalmente, los funcionarios rusos les dieron el visto bueno a Oleksandr y Olena y les autorizaron la evacuación, pero la única opción que les dieron fue el traslado a Rusia en autobuses fletados por el ejército ruso.

Para evitar la deportación, decidieron arriesgarse y contactar con conductores privados que los llevaran a territorio ucraniano. El peligro era máximo. El descontrol causado por la guerra favoreció las redes de tráfico de personas que se aprovechan de la desesperación de los refugiados y desplazados.

El temor de Oleksandr y Olena era caer en una de estas redes criminales al confiar en un conductor desconocido.

Finalmente, tras sortear los puestos de control militares, ya que no tenían documentación, y confiar en otros conductores privados dispuestos a ayudarles, lograron llegar a territorio controlado por Ucrania.