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El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y el israelí, Yair LapidAFP

69 días de guerra

Moscú echa más leña al fuego del antisemitismo: «Judíos y nazis han cooperado»

El gobierno ruso justifica la comparación de Zelesnki con Hitler realizada por su ministro de Exteriores con nuevas declaraciones antijudías y acusa a Israel de apoyar a neonazis

El Kremlin no sólo no se retracta, sino que ha optado por acelerar en su alocada carrera antisemita para justificar su invasión a Ucrania.

Si hace unos días, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, comparó a Zelenski con Hitler y desató la ira de Israel al afirmar que «algunos de los peores antisemitas son judíos», este martes en un comunicado del Kremlin se acusa a Ucrania de «apoyar al régimen neonazi de Kiev».

En el comunicado del ministerio de Exteriores ruso, se reafirman las declaraciones de Lavrov y se añade un nuevo argumento: «La historia conoce, lamentablemente, ejemplos trágicos de cooperación entre judíos y nazis».

La polémica comenzó el lunes 2 de mayo durante la entrevista a Lavrov en la televisión italiana Rete4, en medio de fuertes críticas en Italia contra el canal, propiedad de Silvio Berlusconi, por ofrecer un altavoz a la propaganda rusa.

En la entrevista, el periodista pidió al ministro ruso de Exteriores que explicara el argumento de la «desnazificación» con el que Rusia justifica la invasión a Ucrania cuando el mismo presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, es judío y algunos de sus familiares murieron en el Holocausto.

La respuesta de Lavrov causó estupor en la comunidad internacional: «¿Qué importa que Zelenski sea judío? Eso no niega los elementos nazis en Ucrania. Creo que Hitler también tenía sangre judía».

La forma con que el ministro ruso banalizó con la muerte de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial provocó la reacción de Israel por medio del responsable de su diplomacia, Yair Lapid.

Lapid no tardó en condenar las «graves declaraciones» de Lavrov: «Los comentarios del ministro de Relaciones Exteriores Lavrov son una declaración imperdonable e indignante, así como un terrible error histórico».

«Los judíos no se suicidaron en el Holocausto. El nivel más bajo de racismo contra los judíos es acusar a los propios judíos de antisemitismo», añadió el ministro israelí de Exteriores.

La indignación de Lapid con un tema especialmente sensible para el pueblo judío era evidente: «Creo que el Gobierno ruso necesita disculparse con los judíos, en memoria de los que fueron asesinados. Fue una declaración horrible».

Además, recomendó a Lavrov que «lea un libro de historia» y que no difunda «rumores antisemitas».

Lapid convocó también al embajador ruso en Tel Aviv, con quien mantuvo una dura conversación: «Es imperdonable culpar a los judíos de su propio Holocausto. Hitler no era judío y los judíos no asesinaron a mi abuelo en Mauthausen. Los nazis lo hicieron, y todas estas comparaciones con los nazis son imperdonables y exasperantes».

Lejos de disculparse, el Kremlin parece preferir el refrán castellano: «De perdidos, al río». En el comunicado de respuesta de Moscú se acusa a Lapid de difundir «declaraciones anti-históricas» que «explican en gran medida la decisión del actual gobierno de apoyar al régimen neonazi de Kiev».

Este rifirrafe diplomático podría tener consecuencias imprevisibles, y no precisamente positivas, para los intereses del Kremlin en la guerra de Ucrania.

Hasta el momento, Israel era de los pocos países del bloque occidental, y aliado prioritario de Estados Unidos en Oriente Medio, que no había mostrado una condena contundente contra Rusia.

Si bien Lapid condenó los crímenes de guerra cometidos por Rusia en Ucrania, el primer ministro israelí, Naftali Benet, ha evitado toda condena explícita contra Putin.

Israel pretende mantener un equilibrio ante la cuestión ucraniana para proteger sus intereses en Oriente Medio, donde Rusia mantiene una alianza estratégica con Irán, principal enemigo de Israel.

Las declaraciones antisemitas de Lavrov podrían ser ahora el elemento que rompa esa neutralidad y que lleve a Rusia a quedar un poco más aislada.