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Gabriel Boric, presidente de Chile

Gabriel Boric, presidente de ChileAFP

Chile busca salida al laberinto de su Constituyente

El presidente Gabriel Boric se desploma en las encuestas y no es capaz de encontrar un rumbo para un país en manos de una Constituyente sin apoyo

Cumplidos dos meses de la investidura de Gabriel Boric, Chile parece extraviada en su propio laberinto. El sucesor de Sebastián Piñera llegó con los vientos frescos de la juventud y la promesa de renovación por bandera.

En un abrir y cerrar de ojos, el hombre del palacio de La Moneda ha descubierto lo efímero de su fama como presunto estadista en potencia: su popularidad se ha desplomado. Apenas el 36 % de la población aprueba su efímera gestión.

Chile, aquel oasis de democracia y orden en la región, se ha convertido en territorio sísmico de conflicto similar al de cualquiera de sus vecinos del cono sur. El país atraviesa su crisis más profunda desde el fin del régimen de Augusto Pinochet y el flamante jefe del Estado no da muestras de ser capaz de resolver los problemas más acuciantes.

El presente y el futuro de Chile es motivo de enorme preocupación en el think tank AthenaLab. Julio Isamit (ex ministro), Francisco Orrego (abogado) y Roberto Ampuero (escritor y ex embajador en España), analizaron el actual escenario en un desayuno de trabajo en El Debate.

El referéndum

La Convención Constituyente, como la imagen de Gabriel Boric, hace aguas. «Si hoy se votara –coinciden los tres analistas– saldría: no, en el referéndum». De materializarse esa hipótesis, la pregunta inmediata sería: ¿Qué alternativas tendría Chile?

La «salida constitucional» al desgraciado «estallido social» de octubre de 2019 fue decisión del expresidente Sebastián Piñera, acorralado por los desmanes callejeros y el rechazo de las Fuerzas Armadas a intervenir, coinciden.

El cuerpo de Carabineros, esa fuerza híbrida más cerca de la Guardia Civil y la Policía que del Ejército, expresó entonces su rechazo a «reprimir». El término reemplaza al de «dispersión» como sería lo esperable.

Los carabineros, Ampuero, Isamit y Orrego, huyen de cualquier intervención que pudiera servir para reabrir heridas de los 17 años de dictadura de Augusto Pinochet y poner al cuerpo en el patíbulo de la crítica. «La derecha no pudo restablecer el orden básico», lamentan.

La Constitución que no era de Pinochet

«La Constitución de Pinochet», fue la expresión adoptada para justificar una Convención que amenaza con transformar Chile en ese Estado «plurinacional» que puso de moda Evo Morales cuando el chavismo vivía su época gloriosa en Sudamérica.

De aquella Carta Magna, tras más de 100 reformas, queda menos que nada, pero «el relato» se ha instalado. Dicho de otro modo, reflexionan, «no se podía seguir con la Constitución vigente» a riesgo de que las calles volvieran a incendiarse.

El expresidente Ricardo Lagos tardó «demasiado tiempo» en recordar que la Constitución que está en proceso de abolición, o no, «es la mía. Lleva mi firma», dijo. Ex detenido del régimen las palabras del primer mandatario socialista de la democracia no han logrado modificar, de nuevo, «el relato», término impuesto en política, por vez primera, en la Argentina de principios de siglo del matrimonio Kirchner.

«¿Cómo se convence ahora a la gente de que la actual Constitución carece de cualquier rasgo de autoritarismo?», se preguntan. No hay manera.

Otra Constituyente

«Anunciar, antes de someter a referéndum el texto de la Convención, que de no aprobarse se volvería a convocar, desde el Parlamento, una Constituyente» con rigor, sería una fórmula que no descartan para evitar nuevas algaradas en las calles.

Otra, consistiría en rescatar del baúl de los recuerdos el proyecto constitucional que «presentó –a modo testimonial– Michelle Bachelet seis días antes de dejar La Moneda».

El respaldo a esta Convención, representada en un 80 por ciento por la izquierda, también está bajo mínimos. A principios de mes, la encuesta Plaza Pública-Cadem, advertía que un 55 por ciento desconfía de esta instancia. «Los chilenos quieren cambio, pero –coinciden– también orden» y que sus bienes y fondos de pensión estén garantizados.

La alusión apunta al proyecto de reforma de «los fondos privados de pensiones». El debate lo debería resolver el gobierno, pero lo ha asumido la Convención.

Como este caso se suceden otros que ponen de relieve «que el presidente Boric ya no tiene el poder», éste ha quedado delegado en la Convención.

Ironías de la historia, Boric «tiene dos coaliciones, pero carece de mayoría en el Congreso», matizan. En cualquier caso, el problema lo tiene él, el presidente que tendrá que gobernar los próximos cinco años.

Llegado este punto, en AthenaLab asumen el gran desafío del centro derecha. Para empezar, «dar y ganar la batalla cultural» para cambiar la mentalidad social que identifica estos partidos con ricos, insolidarios y contrarios a las mujeres. Para terminar, recuperar el gobierno y demostrar que lo pueden hacer mejor.

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