Meir Margalit, pacifista israelí: «Nuestra propuesta es crear dos capitales en una Jerusalén unificada»
El Debate conversa con el influyente activista israelí Meir Margalit sobre las consecuencias del asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh y las posibilidades para una paz entre Israel y Palestina
Hace apenas una semana, la noticia de la muerte de la periodista Shireen Abu Akleh conmocionó a la sociedad palestina.
Fue fulminada por una bala mientras cubría los enfrentamientos entre el Ejército israelí y los militantes palestinos en Jenin.
Miles de personas acudieron a su funeral. La Ciudad Vieja de Jerusalén era un mar de gente con banderas palestinas que fueron a despedirla.
Las imágenes de violencia de la Policía israelí contra los que cargaban el féretro a la salida del hospital de San José han hecho titulares en el mundo entero.
«Es uno de los mejores ejemplos del grado de degeneración al que ha llegado». Hablamos con Meir Margalit, historiador, activista y político pacifista israelí.
«El asesinato de esta mujer y la vergonzosa actuación de la Policía en el velorio demuestran el grado de brutalidad y deshumanización».
Hijo de un superviviente del Holocausto y nieto de supervivientes de los pogromos, llegó a Israel desde su Argentina natal con la idea de que era el único lugar en el que un judío podía sentirse seguro.
A los tres meses de emigrar, se enroló en el Ejército y apenas un año después estalló la guerra del Yom Kippur.
−¿Qué ocurrió entonces?
−Era octubre de 1973. Estaba en la infantería y fui herido en un bombardeo. Crecí con las historias de los combatientes del 48, del 67… Todos esos eran mis héroes y poder ser uno más de ellos me pareció motivo de orgullo.
Pero en el hospital empecé a entender que las guerras tienen sus precios. Vi muertos, heridos; vi madres que perdieron a sus hijos, vi hijos que perdieron a sus padres…
Allí empecé a recapitular para llegar paulatinamente a la idea de que esto era un precio demasiado caro, y de que hay que luchar por llegar a un acuerdo, porque no tiene sentido seguir luchando por tierras.
Me fui moviendo de la derecha sionista a la izquierda sionista, y de ahí a la izquierda no sionista
Me fui moviendo de la derecha sionista a la izquierda sionista, y de ahí a la izquierda no sionista. Y a partir de entonces, empecé a ser activista del movimiento pacifista israelí.
−¿La sociedad israelí se ha radicalizado en los últimos años?
−La sociedad ya hace 20 o 30 años que es profundamente derechista. Incluso los que se definen como laboristas se ‘derechizaron’ para llegar a un público más amplio, para poder atraer a gente. Es un gran error, porque el que quiere ser derechista va a votar por el original, no por la copia.
−¿Qué se entiende por derecha en Israel?
−Cuando hablo de derecha israelí, hablo de aquellos que dicen que toda la tierra que hemos conquistado en el 67 nos pertenece, que los árabes entienden solo la fuerza y que esta es una tierra que Dios ha legado al pueblo hebreo.
No es que sean capitalistas o neoliberales, sino que son gente que dignifican la fuerza y el militarismo.
−¿Y la izquierda?
−Izquierda son acá todos aquellos que están dispuestos a devolver los territorios y a llegar a un acuerdo de paz con los palestinos.
Los partidos ortodoxos no tendrían por qué ser derechistas; el concepto del nacionalismo es ajeno a la religión
−¿Y qué hay de los partidos ortodoxos?
−Los partidos ortodoxos no tendrían por qué ser derechistas; el concepto del nacionalismo es ajeno a la religión.
Pero es muy cierto que, en los últimos años, ellos se volcaron a las derechas porque han sabido sobornarlos mucho mejor que las izquierdas.
−¿Alguna vez te planteaste volver a Argentina?
−Todos los días. Yo me levanto, abro el diario y me pregunto: qué hago yo acá, qué será de mis hijos, qué será de mis nietos y si este es el lugar en el que yo quisiera, racionalmente, que mis hijos crezcan y tengan familias.
Estoy acá primero porque mis hijos quieren seguir viviendo en este país y por el hecho de que también quiero vivir en esta ciudad.
No digo este país, digo esta ciudad. Estoy enamorado de la ciudad de Jerusalén y no podría vivir en otra ciudad del mundo.
Aquí no hay ningún denominador común entre árabes e israelíes
−¿Esta ciudad es el corazón del conflicto?
−Esta no-ciudad es el corazón del conflicto.
−¿No-ciudad?
−Una ciudad necesita que haya un mínimo de denominador común entre sus habitantes. Aquí no hay ningún denominador común entre árabes e israelíes, y tampoco entre judíos laicos y judíos ortodoxos.
A falta de denominador común, esta no puede ser una ciudad. Jerusalén tiene que ser dividida, y ese es el programa de nuestro partido político.
−¿Jerusalén Este y Jerusalén Oeste?
−Efectivamente. Una división que tendrá que ser funcional, pero no territorial.
Nuestra propuesta es crear, bajo una ciudad unificada, dos capitales
−¿En qué consiste eso?
−Reconozco que ambas partes de la ciudad están tan interconectadas que es imposible dividirla. Nuestra propuesta es crear, bajo una ciudad unificada, dos capitales.
La parte Este será la capital del Estado palestino, que surgirá, y la parte Occidental, capital del Estado de Israel. Una única ciudad que funcionará como dos capitales; proyecto que requiere mucha creatividad, mucha buena voluntad…
−¿Y qué hay de la explanada de las mezquitas o monte del templo?
−La Ciudad Vieja, el monte del templo o explanada de las mezquitas, estaría bajo un régimen internacional.
−¿Como se propuso en el principio?
−Sí, en el 47.
−¿Eso es factible?
−En los próximos días, no. Pero tendremos que llegar a un acuerdo de esta índole en un futuro, no me cabe duda.
−¿Lo veremos?
−Hay un versículo en el Talmud, que para mí es un moto de vida, que dice: ‘probablemente tú no verás el fin de tu labor, pero eso no significa que tengas derecho a dejar de luchar por ella’.
−¿Qué hay de la nueva generación?
−Algo interesante le está pasando a esta generación, aunque suene paradójico, gracias al muro de separación. Cuando se empezó a construir esta muralla, allá por el 2004, por primera vez los jóvenes se empezaron a preguntar por qué una muralla y por qué ahí.
Empezaron a entender que hay un acá y un allá; que hay algo de este lado y algo distinto del otro lado. Entienden que esos territorios no nos pertenecen.
Cuando van a Europa, se preguntan, por qué yo no puedo vivir como vives tú en Madrid
Si a esto yo le añado algunos índices más, como, por ejemplo, el porcentaje alto de jóvenes que ya no quieren hacer el Ejército…
−¿Ha subido?
−El índice nadie lo sabe acá, pero estamos hablando de que por lo menos un 25% de los jóvenes israelíes son objetores. Y esto no incluye el número de gente que entra al Ejército y luego lo abandona. No incluye el número de gente que dice yo haré el Ejército, pero no en los territorios ocupados.
Todos estos índices me dan idea de que los jóvenes entienden que aquí hay una anomalía que hay que tratar de salvar.
Cuando van a Europa, se preguntan, por qué yo no puedo vivir como vives tú en Madrid
Cuando van a Europa, se preguntan, por qué yo no puedo vivir como vives tú en Madrid, por qué tengo que donar tres años de mi vida al Ejército, arriesgar mi vida por algo que no es mío.
Este proceso está todavía underground, pero existe y esto nos da alguna pequeña esperanza de que la cosa cambie en algún momento.
−¿La buena noticia?
−El humus israelí es lo mejor que hay en el mundo.
−¿Es israelí o es palestino?
−Estoy hablando del israelí… (Risas) Es el gran debate, más importante que Jerusalén. Yo digo, devuelvan Jerusalén, pero el negocio de humus de Abu Shukri de la Ciudad Vieja, ese no estoy dispuesto a devolverlo.
Ahora en serio, todavía hay mucha gente que no está dispuesta a rendirse y que todos los días se pregunta qué podemos hacer hoy para acercar la paz.
−¿Y la mala noticia?
−Esa se alcanza con abrir el diario.