El polvorín de los Balcanes
Si Washington y Bruselas no cambian de rumbo, los Balcanes transitan por una senda tenebrosa que podría, nuevamente, hacer estallar la región
El Imperio otomano había dominado los Balcanes desde el siglo XV. En el siglo XIX los pueblos eslavos lograron independizarse de los turcos, apoyados por Rusia. Los nuevos Estados de Bulgaria, Montenegro y Serbia recuperaban su autonomía y ansiaban aumentar sus territorios.
Los territorios balcánicos se extendían: los griegos buscaban los antiguos dominios bizantinos; los serbios, recuperar el Imperio serbio; los búlgaros, el del zar Simeón. El ideal nacionalista buscaba la formación de una nación homogénea.
Así estalló la primera guerra balcánica entre 1912 y 1913. El conflicto entre la Liga Balcánica (Bulgaria, Grecia, Montenegro y Serbia) y el Imperio otomano.
Más tarde nace Yugoslavia, el 1 de diciembre de 1918, por la unión de eslovenos, croatas y serbios, constituida finalmente en 1929. Ocupada por los países del Eje, tras la Segunda Guerra Mundial, será República Socialista bajo el Mariscal Tito y adopta el nombre de República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY), en 1953, compuesta por seis repúblicas: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia (incluyendo Voivodina, Kosovo y Metojia).
Tras la muerte de Tito, en 1980, las tensiones entre ellos y el ascenso de partidos nacionalistas en Serbia llevan a la independencia de Eslovenia y Croacia; a las que seguirían Macedonia y Bosnia-Herzegovina al año siguiente, no sin resistencia por parte de Serbia, lo que derivó en un sangriento y prolongado conflicto armado desde 1991.
Durante la guerra, los serbios de Bosnia, bajo el control y la ayuda material del gobierno serbio de Slobodan Milosevic, intentaron expulsar a los no serbios del país asediando ciudades y llevando a cabo asesinatos en masa, crímenes de guerra y genocidio.
En el transcurso de la guerra, todos los bandos cometieron atrocidades, pero aproximadamente el 80 % de los civiles asesinados y el 60 % del número total de muertos eran bosnios.
Bosnia y Herzegovina, nunca ha sanado estas heridas, tras un conflicto que se cerró con los Acuerdos de Paz de Dayton en 1995. Occidente tarde y mal propuso herramientas para evitar la futura inestabilidad y la violencia y propiciar una senda unificada y democrática. Pero, en el presente, Bosnia retroceda nuevamente hacia la inestabilidad, mientras el nacionalismo resurge en Serbia y Croacia.
En 2006, los avances llevaron a pensar que los instrumentos de Dayton no eran ya necesarios. En Bruselas se impuso la opinión de que Bosnia estaba en camino de convertirse en miembro de la UE y que ya no necesitaba esa supervisión externa.
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Según este punto de vista, los líderes electos de los Balcanes querrían cumplir las normas requeridas para ingresar en la Unión Europea y, por tanto, impulsarían la reforma desde dentro. Hoy, 15 años después, el país ni siquiera ha dado el paso de alcanzar el estatus formal de candidato a la UE.
La invasión de Ucrania por parte del Ejército ruso se produce en un momento en que los Balcanes occidentales han alcanzado un nivel de tensión e incertidumbre nunca visto en las últimas décadas. El nacionalismo étnico amenaza con desestabilizar la región, una vez más, y los líderes políticos suscitan los peores temores.
El presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, ha asumido un control casi total de los medios de comunicación de su país y está alimentando los disturbios en las zonas de Kosovo habitadas por serbios.
En Bosnia, su estrecho aliado Milorad Dodik, miembro serbio de la presidencia estatal tripartita de Bosnia, ha abogado por la secesión de las partes del país controladas por los serbios.
Existe una alianza similar entre el gobierno de Croacia (miembro de la UE y la OTAN) y Dragan Covic, el líder nacionalista croata de Bosnia, que ha pedido lo que equivaldría a una mayor división étnica de Bosnia. Muchos bosnios han abandonado el país por la creciente corrupción y las dificultades económicas.
La ONU calcula que unas 55.000 personas abandonan Bosnia cada año y ha advertido de que, de continuar esta pauta, la población de Bosnia podría reducirse a 1,6 millones en 2070, frente a los tres millones actuales.
Milorad Dodik, el líder serbobosnio, ha debilitados sistemáticamente las instituciones, en particular el poder judicial, y ha amenazado con una secesión serbia de facto de Bosnia. En diciembre de 2021, presionó para retirar a los serbios de Bosnia del Ejército, del poder judicial y del sistema fiscal conjunto. Tiene sus ojos puestos en las elecciones generales, previstas para octubre, y apuesta por una estrategia de alarmismo y polarización.
La larga mano de Putin
Dodik, sometido a sanciones estadounidenses y británicas, que incluyen la prohibición de visados y la congelación de activos, mantiene sus esfuerzos por socavar los acuerdos de Dayton y la legitimidad de Bosnia, manteniendo su reivindicación de que los serbios de Bosnia tengan su propio Estado.
Rusia ha contribuido a esta evolución. Putin ha fomentado el separatismo, con el objetivo de generar trastornos en las fronteras de Occidente. Durante años, Rusia ha tratado activamente de impedir y disuadir a Bosnia de que se adhiriera a la UE y a la OTAN. El embajador de Rusia en Bosnia señaló recientemente que la invasión de Ucrania es un ejemplo de lo que podría ocurrirle a Bosnia si ingresara en la OTAN.
Si Washington y Bruselas no cambian de rumbo, los Balcanes transitan por una senda tenebrosa que podría, nuevamente, hacer estallar la región como un polvorín.