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Joe Biden, emocionado, tras el tiroteo en un colegio de TexasAFP

Biden sobre la masacre de Texas: «¿Por qué estamos dispuestos a vivir con esta carnicería?»

Estados Unidos vuelve a estar de luto. La primera potencia del mundo sufre, una vez más, una masacre en una escuela a manos de Salvador Ramos, un joven armado y alumno de la propia escuela.

En esta ocasión tenía 18 años. Dejó tras de sí los cadáveres de 19 personas, estudiantes como él. Aprovechó su estallido para asesinar también a dos profesores y el país, la gran América, de nuevo, volvió a temblar y a plantearse si, una vez más, las pistolas, las escopetas, los fusiles o las uzis deben estar a la venta como chocolates o chicles en un supermercado.

Joe Biden habló claro y conmocionado: «¿Por qué estamos dispuestos a vivir con esta carnicería? ¿Por qué seguimos dejando que esto suceda? ¿Dónde, en el nombre de Dios, está nuestra columna vertebral?». El presidente exclamaba y preguntaba a su pueblo pero también a sí mismo.

En un discurso de siete minutos desde la Sala Roosevent, en la Casa Blanca, el sucesor de Donald Trump pareció haber asumido que se habían cruzado todos los limites de la paciencia: «Es hora de convertir este dolor en acción... ¿Hasta cuándo vamos a tolerar el lobby del rifle?», planteó.

Biden expresaba el dolor conocido de un padre que ha perdido, por otros motivos, a dos hijos. Lo hacía apenas un par de horas después de que la masacre en el colegio de Uvalde, en Texas, sacudiera a millones de americanos y al resto del mundo.

El mismo tiempo había transcurrido desde que aterrizase en Washington de su gira por Asia y apenas diez días después de que otro muchacho de la misma edad del asesino, con un chaleco antibalas en el pecho, y un rifle descargará su ira a balazos en un edificio lleno de gente.

«Es simplemente enfermizo», insistió Biden en su discurso. Contrario a la compra venta libre de armas, el demócrata aprovechó la ocasión para poner en cuestión las bases del pensamiento republicano que defienden su derecho a la defensa armada.

Los argumentos en la América profunda y en la que retrata Hollywood de los defensores de lo que biden llamó el «lobby del rifle», se repiten: si el Estado no me protege lo haré yo.

«Que el Señor esté cerca de los quebrantados de corazón y salve a quienes tienen el espíritu abatido, porque van a necesitar mucho», manifestó un Biden abatido.

La muerte, en general, no deja indiferente a nadie y quizás, menos a un político que la conoce de cerca. «Estoy harto y cansado de esto», se lamento el presidente de Estados Unidos. «Tenemos que actuar. Y no me digas que no podemos hacer nada ante esta carnicería».

El tiroteo sucedió el día de las elecciones en Texas, cuando los votantes de todo el Estado acudieron a las urnas para las primarias.

La tragedia de Texas trajo a la memoria otras masacres. Entre otros, el tiroteo de 2012 en Sandy Hook en Newtown, Connecticut. En aquella ocasión 20 niños y 6 adultos cayeron acribillados por las balas. Algunos pequeños apenas tenían 6 años.

En la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, la escena no sería muy diferente: 17 personas murieron por la furia de otro asesino al que nadie supo ver. En aquella ocasión no era un adolescente, el que apretaba el gatillo era un adulto, un hombre en su día de furia.