Arrecia la guerra entre Le Pen y Zemmour
La detestación mutua que se profesan los dos ex candidatos presidenciales brinda una oportunidad de oro al izquierdista Mélenchon para encabezar la oposición a Macron
La hostilidad política y personal entre Marine Le Pen y Éric Zemmour se intensificó el pasado fin de semana.
El motivo fue la visita, el 27 de mayo, de Jordan Bardella, presidente temporal de la Agrupación Nacional -en espera de que la lideresa recupere el puesto-, a la provincia de Var, en la Costa Azul, más precisamente al cuarto distrito, para apoyar a Philippe Lottiaux, que se presenta contra Zemmour, el presidente de Reconquista.
Ambos aspiran al escaño parlamentario del distrito en el que se encuentra Saint-Tropez en las elecciones legislativas cuya primera vuelta se celebrará el próximo 12 de junio. Al día siguiente, Bardella se desplazó a la provincia contigua, Vaucluse, para apuntalar la candidatura de Bénédicte Auzanot, la rival en el segundo distrito de Stanislas Rigault, mano derecha de Zemmour.
La doble presencia de Bardella en dos lugares tan significativos es toda una declaración de intenciones: desde el lepenismo no perdonan a Zemmour su aventura presidencial, que consideran una traición pese a su fracaso.
Tampoco la frase que pronunció la noche de la segunda victoria presidencial de Emmanuel Macron: «Por octava vez [consecutiva] la derrota se asocia al apellido Le Pen».
«¿Se va usted de vacaciones con el amante de su mujer?», espetó hace unos días en Le Figaro, con finura y elegancia, uno de los asesores más próximos a Le Pen para descartar cualquier idea de acuerdo oficial. Ese es el ambiente que impera entre zemmourianos y lepenistas.
De ahí que estos últimos estén empeñados a dejarle hasta sin un par de simbólicos escaños que por otra parte irán a un candidato de derechas, dada la composición sociológica de los dos distritos de marras.
En clave táctica, desde la Agrupación se alega que Zemmour y Rigault, a diferencia de sus respectivos candidatos, son unos recién llegados a los distritos donde se presentan, cuyas realidades sociales y económicas ignoran.
Desde una perspectiva nacional, aseguran tener las suficientes reservas de votos de cara a la segunda vuelta como para no tener que solemnizar una alianza con Reconquista.
Esta formación, según los lepenistas, solo superaría, (teniendo en cuenta los resultados de las presidenciales) el umbral del 12,5 % de los votantes inscritos –requisito legal para acceder a la segunda vuelta– en un número insignificante de distritos.
Con todo, estarían dispuestos a hacer contadas excepciones, según dónde, cómo y con quién, al día siguiente del 12 de junio; sobre todo para atender las peticiones de cargos locales de la Agrupación, más permeables a un acuerdo con Zemmour y los suyos.
El cálculo de los estrategas de Reconquista es distinto: con una alianza entre ambas formaciones se darían las condiciones para constituir un grupo parlamentario de alrededor de 150 diputados. De lo contrario, podrían ser hasta diez veces menos.
Tampoco se puede obviar la cuestión programática. Macron ya ha dejado claro que la reforma de las pensiones será la prioridad del calendario legislativo a la vuelta del verano. El pilar de la reforma será el alargamiento hasta los 65 años de la edad de jubilación.
Los lepenistas se oponen frontalmente a esa medida; los zemmourianos, más liberales en materia económica, no tanto. ¿Por qué favorecer entonces la elección de candidatos del ex polemista? Eso es lo que piensan en la Agrupación.
Sea cual fuere el enfoque, la guerra sin cuartel que se están librando los dos bandos de la derecha «sin complejos» ya tiene un favorito: Jean-Luc Mélenchon.
El presidente de La Francia Insumisa (izquierda radical) ha impulsado una alianza entre las principales fuerzas progresistas desde la primera vuelta. Así se ahorra negociaciones de cara a la segunda, se asegura más de un centenar de escaños, lo que hace de él el favorito para convertirse en em principal opositor a Macron. Le Pen y Zemmour podrían tener que arrepentirse durante una temporada larga.