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Un petrolero de bandera rusa transfiere petróleo a un barco de bandera liberiana en el MediterráneoAFP

Rusia tratará de seguir el modelo iraní para sobrevivir a largo plazo a las sanciones

Moscú pretende esquivar las sanciones gracias a su relación privilegiada con China e India sin dejar de prestar atención al modo en que Irán ha sobrevivido bajo las sanciones

La sociedad rusa vive con incertidumbre las consecuencias en un futuro no muy lejano de las sanciones masivas que Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea y sus socios y aliados están aplicando a Rusia por su invasión a Ucrania.

Rusia ha logrado capear el temporal de las sanciones internacionales aplicadas desde 2014 por la anexión de Crimea.

Pero las sanciones ahora adoptadas, veto al petróleo ruso, expulsión del sistema bancario de pagos internacionales SWIFT o la prohibición de exportación a Rusia de productos y tecnología plantea un horizonte oscuro para la economía rusa.

Sería ingenuo creer que Rusia ha estado parada pensando que una reacción similar no se produciría si decidía llevar a cabo sus planes expansionistas en Ucrania.

Rusia lleva años probando su propio sistema de pagos bancarios internacionales y ha estrechado lazos con China e India, países con los que tratará de compensar la interrupción de las exportaciones de gas y petróleo.

Pese a ello, las consecuencias se harán notar en breve, tal vez ya el próximo otoño. Sin embargo, Rusia cuenta entre sus aliados a países que son campeones mundiales en sanciones internacionales: Cuba, Venezuela, Corea del Norte o Irán.

De ellos, Irán es el espejo más apropiado en el que Rusia puede mirarse para encontrar un modelo que le permita vivir bajo la nueva realidad de las sanciones.

El periodista ruso Alexey Pivovarov subió en su canal de Youtube un reportaje, resumido por The Washington Post, en el que analiza cómo los iraníes, y el régimen de los ayatolás, esquivan en el día a días las sanciones.

La fórmula es evidente, y es común también a otros regímenes, como el cubano o el venezolano: un mercado negro en expansión como motor del PIB.

Las diferencias entre Rusia e Irán son enormes, empezando por el hecho de que Rusia es una potencia nuclear, pertenece al Consejo de Seguridad de la ONU y es el tercer productor de petróleo del mundo y el cuarto de trigo.

Además, Rusia cuenta con una red de estrechas alianzas e interdependencias con países como China e India que le permiten encontrar alternativas a los mercados occidentales.

Cuenta también con intereses convergentes con países como Hungría, Turquía, Israel o las monarquías árabes de la península arábiga, cercanos a Estados Unidos, que han puesto en entredicho las sanciones.

Sin embargo, hay aspectos en los que Irán puede dar una lección a Rusia sobre la gestión de la economía bajo un contexto de sanciones.

A Moscú le interesa, en particular, el modelo iraní de comercialización de bienes. Irán ha desarrollado un efectivo sistema de transferencia de petróleo y derivados mediante el uso de grupos criminales como intermediarios y lavado de dinero, señala el Washington Post.

El diario explica que Irán ha diseñado un sistema mediante el cual los petroleros iraníes navegan hasta alta mar, apagan su radar de localización y realizan las transferencias de petróleo sin dejar rastro.

De hecho, a pesar de las sanciones, Irán duplicó en mayo sus exportaciones de petróleo con respecto al mes de agosto.

El periodista Pivovarov recoge en su documental el testimonio de un iraní que explica que las sanciones se han convertido en un negocio para muchos en Irán que se están enriqueciendo gracias al mercado negro.

Aunque Rusia confía en dar salida a su petróleo inicialmente destinado a Europa gracias a nuevas infraestructuras para exportarlo a China e India, tiene un ojo puesto en Irán y en su potente industria de transporte ilícito de combustibles fósiles.

Otra cuestión es cómo vivan los ciudadanos «de a pie» la nueva realidad económica del país. Algo que preocupa al Kremlin, precisamente con el ejemplo iraní en mente, es la salida de Rusia de los profesionales cualificados y mejor preparados.

Lo mismo le sucedió a Irán tras la revolución de los ayatolás en 1978. A lo largo del año siguiente se produjeron sucesivas oleadas de emigración y el país perdió a sus mejores profesionales, precisamente aquellos que más necesitaba en una situación de ostracismo internacional.