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08 de septiembre de 2024

Macron presidente Francia Legislativas

El presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del ElíseoAFP

Los errores de Macron que le pueden costar la mayoría absoluta en las legislativas

El presidente de Francia ha tardado en nombrar un Gobierno y en implicarse en la campaña: una mala gestión de los tiempos que puede pasar factura a sus candidatos

El riesgo para Juntos (Ensemble), la marca electoral que agrupa a los partidos que apoyan la acción del presidente Emmanuel Macron, es real: las últimas encuestas le atribuyen un empate técnico con la Nupes -acrónimo de Nueva Unión Política, Ecológica y Social-, la coalición bajo la cual se congrega el grueso de los partidos de izquierdas, encabezada por La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.

El principal motivo de lo que tiene visos de convertirse en un pinchazo es la mala gestión de los tiempos por parte de Macron, una vez fue reelegido el pasado 24 de abril.

De entrada, tardó casi tres semanas en nombrar una jefa de Gobierno. Según los estrategas del Palacio del Elíseo, se trataba de ganar tiempo para así evitar la «quema» de Élisabeth Borne y de sus ministros de cara a las legislativas con la toma, por ejemplo, de inevitables decisiones impopulares.

Pero ha terminado ocurriendo todo lo contrario: el nombramiento de Damien Abad, tránsfuga procedente de la derecha, como titular de Solidaridades, Autonomía y Personas Minusválidas significó el resurgir, judicial y mediático, de dos casos de acoso sexual en los que estaría implicado el ministro. La Fiscalía de París ha detenido, de momento, la acción judicial. En todo caso, es el primer pegote de la nueva etapa «macroniana».

El segundo es, obviamente, la falta total de diligencia en el tratamiento, político y administrativo, de los graves incidentes que se produjeron el 28 de mayo en los alrededores del Estadio de Francia, en Saint-Denis, durante las horas previas a la celebración de la final de la Liga de Campeones.

A diferencia de lo que ha ocurrido con Abad, la polémica aún colea, y no es probable que remita en las próximas semanas, tanto por la gravedad de unos hechos como por la oportunidad única que supone para la oposición –de todas las tendencias- poder desgastar a Gérald Darmanin, ministro de Interior y pilar de la «macronía»– en plena campaña de las legislativas.

El aludido, mediáticamente muy activo en los días inmediatamente posteriores al episodio, intenta ahora desmarcarse y trasladar responsabilidades a subordinados.

Anteayer compareció ante la comisión senatorial constituida ex profeso, el prefecto de Policía de París, Didier Lallement, que perdió los estribos al final de una intervención en la que inicialmente había admitido sus fracasos. Prueba de que imperan los nervios en las altas instancias de los servicios de seguridad. Justo lo que el jefe del Estado quería evitar en este periodo.

También pretendía evitar Macron que la izquierda ocupase mayor espacio político al nombrar a dos ministros de sesgo nítidamente progresista en ministerios sensibles: Pap Ndiaye, exponente del wokismo soft, en Educación, y Rima Abdul-Malak, partidaria de devolver obras a museos africanos, en Cultura. Ninguno de los dos está cuajando. Muy del establishment parisino, al parecer. No conectan con el ciudadano de a pie.

Pero el error más garrafal, probablemente, de Macron tiene que ver con su propia persona. Ha tardado en implicarse en la campaña legislativa; y no parece que su actividad frenética de esta semana, con dos visitas «sur le terrain» vaya a favorecer un gran resultado de los suyos en la primera vuelta.

Alega, y con razón, que, según la tradición institucional de la V República, la implicación del presidente en una campaña legislativa ha de ser mínima. Sin embargo, su éxito político está basado en personalización masivas del poder. Y no en la de sus aliados.

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