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Hebrón Checkpoint mezquita

Un grupo de mujeres cruza el checkpoint para entrar en la mezquita de la Tumba de los PatriarcasIsabel Rodríguez Maisterra

Hebrón, la otra ciudad sagrada en el centro del conflicto palestino-israelí

En Jerusalén, el corazón de las tensiones es la explanada de las mezquitas y en Hebrón, la Tumba de los Patriarcas, donde se cree está enterrado Abraham

«Welcome to Hebron!», exclaman los vendedores al reconocer extranjeros paseando por el mercado de la Ciudad Vieja de Hebrón.

Los puestos se suceden uno detrás de otro y en ellos se puede encontrar desde ropa interior hasta artesanía, pasando por aves de corral vivas en sus jaulas.

No faltan camisetas negras con la silueta blanca de un fusil M16, la última moda entre los jóvenes palestinos.

El encanto de la piedra blanca, las puertas de chapa pintadas y los colores de las cerámicas contrasta con la reja que se interpone entre el primer piso de los edificios y el cielo. Las ventanas de las casas están igualmente protegidas.

No es lo único que llama la atención. Hay numerosas cámaras de vigilancia y calles a las que no se puede acceder y que dan la impresión de estar deshabitadas.

«Esta es nuestra calle de Al-Shuhada», dice uno de los vecinos señalando un portón metálico al lado de una torre de control. «Los israelíes nos la han cerrado y tienen unos cien soldados protegiendo a sus colonos».

Patrimonio de la Humanidad desde 2017 y tercera ciudad más grande de los Territorios Palestinos, Hebrón es la única en la que hay asentamientos judíos dentro de la propia ciudad.

La tumba de Abraham

Si en Jerusalén el corazón de las tensiones es el llamado monte del Templo, o explanada de las mezquitas, en Hebrón encontramos otro lugar sagrado disputado: la Tumba de los Patriarcas, donde se dice que está enterrado Abraham.

De hecho, la ciudad en árabe se llama Al-Jalil, «el amigo», en honor a esta figura bíblica a la que el Corán se refiere como «el amigo de Dios».

El imponente edificio está dividido en dos partes: la parte de la mezquita tiene las tumbas de Isaac y Rebeca, en la de la sinagoga están las de Jacob y Lea, y en medio, accesibles desde ambas partes, las de Abraham y Sara.

Hebrón Nave central mezquita

Nave central de la mezquita, donde se encuentra el mihrabIsabel Rodríguez Maisterra

A pocos minutos del mercado se encuentra el acceso a la parte de la mezquita, después de pasar por un checkpoint vigilado por la Policía de fronteras israelí.

Antes de entrar a la mezquita, las mujeres deben cubrirse la cabeza, los brazos y las piernas con faldas o con unas capas con capucha que se ofrecen en la puerta. Todos deben descalzarse.

Aunque decoradas con motivos islámicos, es fácil reconocer en las columnas, bóvedas y estructura de naves la arquitectura medieval cristiana, ya que en la época de las Cruzadas este lugar fue la catedral de San Abraham.

Las piedras más antiguas de esta construcción se remontan a la época de Herodes I el Grande, que según los Evangelios fue el responsable de la matanza de los Inocentes.

Durante el imperio bizantino de Justiniano fue una iglesia, para ser convertida en mezquita con la conquista musulmana. Volvió a ser iglesia en la Edad Media, y de nuevo mezquita con el fin del reino cruzado.

Ciudad fantasma

«¿Sois judíos?». Ante la respuesta negativa y alegando que es sabbat, la soldado del checkpoint despacha a los visitantes que quieren acceder a la sinagoga. En la fachada de este lado del edificio ondean numerosas banderas israelíes.

Volviendo al centro de la ciudad, uno encuentra varias calles fantasma. Las puertas de chapa de los negocios, una tras otra, cerradas a cal y canto.

Las ventanas y balcones de los pisos superiores, completamente enrejados para evitar pedradas. Fue uno de los escenarios más violentos de la Segunda Intifada.

Varios soldados israelíes vigilan distintos puntos del camino, pero no hay apenas movimiento, solo algún transeúnte ocasional camino a la sinagoga. En distintos puntos ondean banderas israelíes o banderines blancos y azules.

Hebrón Judíos ortodoxos en la sinagoga

Judíos ortodoxos frente a la sinagoga de la Tumba de los PatriarcasIsabel Rodríguez Maisterra

«Fue tras la masacre del 94 cuando empezaron las restricciones. Los palestinos se encontraron entonces con ciertas calles por las que no podían caminar o conducir», explica Ori Givati.

Por eso, «parte se ha convertido en una ciudad fantasma». Al final de la calle, cruzando otro puesto de control, la vida bulle en la zona palestina: niños jugando, locales abiertos, puestos de fruta bajo sombrillas de colores, tráfico…

«Checkpoints, presencia militar, violencia de los colonos, calles restringidas, invasión de casas… Hebrón concentra todos los elementos de la ocupación israelí». Givati es un soldado veterano que se unió a otros como él que decidieron «romper el silencio» de lo que ocurre en los Territorios Palestinos.

Es director de estrategia de Breaking the Silence, una organización que conciencia a la sociedad israelí a través de actividades que incluyen tours en esta ciudad cisjordana.

El Protocolo de Hebrón, que se añadió como apéndice a los Acuerdos de Oslo en 1997, establece la división de la ciudad en H1 –85% del territorio bajo jurisdicción de la Autoridad Nacional Palestina– y H2 –15% bajo control del Ejército israelí.

Aunque la mayoría de la población en esta segunda parte es palestina, aquí también se encuentran los asentamientos judíos.

Los negocios y la movilidad de los palestinos en esta zona se restringieron «por motivos de seguridad», quedando desierto parte de lo que es «el mercado más importante de Palestina».

«La ocupación va a peor»

El 25 de febrero de 1994, un colono israelí de origen estadounidense, Baruch Goldstein, entró en la mezquita y asesinó a tiros a 29 personas y 125 más resultaron heridas.

Fue reducido, desarmado y matado por los propios supervivientes. «Tras la masacre, se impuso un toque de queda de dos meses en toda la ciudad», relata Givati, «para todos menos para los colonos».

«Desde hace 55 años, el movimiento colono y las políticas del Estado de Israel van de la mano. El Estado mira por los colonos, no por el bienestar de quienes viven ahí. Aunque haya un colono violento, lo acabarán pagando los palestinos». Givati afirma que la trayectoria de la ocupación va a peor, «y eso juega en nuestra contra».

Como muchos de sus compañeros de Breaking the Silence, Ori Givati creció queriendo ser un soldado de combate para proteger a su familia y amigos.

Hizo el servicio militar entre 2010 y 2013 en los Territorios Palestinos y en 2016 volvió con la reserva a Cisjordania. «Fue un proceso difícil. Me di cuenta de que no estamos protegiendo a los nuestros, sino protegiendo la propia ocupación. Nos mienten. Y yo tomé parte en todo eso».

Enfatiza el papel clave de la comunidad internacional: «Mientras sigan aceptando a Israel en la familia de las democracias modernas, no nos ayudarán. Estar en contra de la ocupación no es estar en contra del Estado de Israel o de los israelíes. Hay muchos israelíes en contra de la ocupación».

Su objetivo es dar voz a los soldados que quieran hablar para visibilizar qué está ocurriendo, no solo en Hebrón, sino en toda Cisjordania y Gaza: «Creemos que todo ser humano que sepa en qué consiste la ocupación, se opondrá a ella».

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