El imposible equilibrio de Joe Biden en el Golfo
El Consejo de Cooperación del Golfo del mes de julio forzará al presidente de Estados Unidos a definir con claridad su posición en la región
Cuando Joe Biden asumió su cargo de presidente, adoptó una serie de medidas que innovaban las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita para cumplir su promesa de no dar «cheques en blanco» a los dictadores.
Biden congeló las ventas de armas a los saudíes, inmersos en la guerra de Yemen. También autorizó la publicación de un informe de la CIA, señalando al príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman como instigador del asesinato, en 2018, del columnista Jamal Kashoggi, de The Washington Post.
La Casa Blanca declaró que solo trataría con el Rey Salman, no con su hijo. Biden, quien calificó de «paria» al reino de los Saud, se ha negado, hasta ahora, a reunirse con el príncipe heredero. La administración presidencial prohibió la entrada en su país de los saudíes y otras personas que amenazaran y acosaron a periodistas y activistas.
El nuevo enfoque dio credibilidad a la promesa de Biden de seguir una política exterior centrada en los derechos humanos que enfatizara los valores democráticos de Estados Unidos, aunque fue insuficiente para los activistas de derechos humanos que criticaron a Biden por no sancionar a Mohammed bin Salman.
Cambio de rumbo
Ahora, el presidente Biden anuncia que, a mediados del próximo mes de julio, visitará Arabia Saudita y se reunirá con Mohammed bin Salman. Algunos lo justifican por la voluntad actual de Arabia Saudita de aumentar los límites de producción de petróleo de la OPEP. Pero esos aumentos son moderados: un incremento de 648.000 barriles diarios cuando en nuestro planeta se consumen casi 100 millones de barriles de petróleo cada día.
Se reúna o no Biden con Mohammed bin Salman no conseguirá bajar los precios de la gasolina. De hecho, con China recuperándose de los bloqueos de la COVID-19 y el suministro ruso a punto de caer aún más, los precios de los combustibles aumentan.
La Casa Blanca, en la encrucijada
La política exterior humanitaria critica la política exterior tradicional porque los conceptos de interés nacional y equilibrio de poder carecen de dimensión moral, dice Henry Kissinger.
Biden tiene que elegir entre extender la democracia y los derechos humanos, lo que autodenominan «el destino manifiesto» de EE.UU., o buscar aliados que apoyen la seguridad y los intereses económicos de su país.
Cuando Estados Unidos no tiene ningún interés importante en juego, puede considerar las inquietudes por los derechos humanos, y el trato inicial de Biden a Mohammed bin Salman fue apropiado considerando sus infracciones y la importancia menguante de Arabia Saudita desde que la Corporación Rand advirtió que la monarquía saudí tenía demasiado poder al concentrar en sus regias manos sus enormes reservas de crudo y el liderazgo del Islam suní al albergar los lugares santos de La Meca y Medina.
Rusia y China explotaron el vacío de poder por el alejamiento de EE.UU., y los estados del Golfo aumentaron sus lazos económicos, tecnológicos y de seguridad con antagonistas de los estadounidenses. Incluso hubo informes de que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) autorizaron que China construyera una base naval y Washington intervino para impedirlo.
La propuesta de seguridad de Biden
Emma Ashford, investigadora del Centro Scowcroft de Estrategia y Seguridad del Consejo Atlántico, asegura que Washington estudia ofrecer a los EAU una garantía de seguridad similar a los aliados de la OTAN: «Lo que ignoramos es para qué. ¿Es esta una garantía de seguridad contra un ataque iraní? ¿Apoyar a los estados del Golfo en su guerra en Yemen? ¿Colocarlos bajo el paraguas nuclear estadounidense?».
En los últimos años, los estados del Golfo han financiado a los yihadistas en desacuerdo con los intereses de Washington e incrementan sus relaciones con los estados asiáticos. De hecho, el 65 % de su petróleo ahora fluye hacia Oriente, exportaciones que también ayudan a los aliados de EE.UU. en esa región, Japón y Corea del Sur, por ejemplo, y contribuyen al suministro mundial de energía, manteniendo bajos los precios.
Los estados del Golfo dependen de que su producción siga fluyendo hacia los mercados donde China e India son grandes compradores. Sin embargo, hasta el momento, los saudíes y los emiratíes no han ayudado a Occidente cuando se han producido las interrupciones del mercado petrolero causadas por la guerra de Moscú en Ucrania. En cambio, han seguido cooperando con Rusia.
Bases militares en el Golfo
El Pentágono tiene varias bases militares importantes en el Golfo Pérsico para contrarrestar a Irán y sus adláteres, aunque los intereses económicos y de seguridad de las monarquías del Golfo y los de los EE.UU. han estado divergiendo en los últimos tiempos. Pero, aunque el Pentágono justifica esas grandes bases militares como protección para a sus aliados del Golfo, también permiten que Washington proyecte su poder a nivel mundial.
Gran parte de la fuerza militar estadounidense en Afganistán circulaba de un lado a otro a través de las instalaciones armadas del Golfo. Los estrategas consideran que Estados Unidos debe mantener una presencia significativa en la zona, más aún si Irán adquiere armas nucleares, lo que podría ser casi inevitable.
Los estadounidenses más aislacionistas critican que las bases les comprometen militarmente con la región, mientras que los chinos y los rusos cosechan los beneficios económicos, aunque la estabilidad en el área asegura que los recursos energéticos alimenten los mercados mundiales, lo que beneficia a la economía global.
Pero la Casa Blanca no pone todos los huevos en la misma cesta. De forma paralela profundiza en las relaciones con Qatar, enfrentado con Arabia Saudí, a quien Biden ofrece considerarle «principal aliado no perteneciente a la OTAN» (MNNA en sus siglas inglesas).
El Gobierno catarí ha proporcionado, desde 2003, más de 8.000 millones de dólares para la Base Aérea al-Udeid que sirvieron para ampliar las capacidades logísticas de la base aérea, que alberga, entre otras, el Comando Central Avanzado y el Ala Expedicionaria Aérea 379 de la Fuerza Aérea de EE.UU.
Matthew Kroenig, subdirector del Centro Scowcroft de Estrategia y Seguridad del Atlantic Council, considera que incluso el expresidente Donald Trump, vio ese problema con más claridad cuando «abrazó a los socios tradicionales de Estados Unidos en la región» y generó algunas nuevas iniciativas de paz árabe-israelíes, como los Acuerdos de Abraham. Biden los ignoró despreciándolos, en beneficio de Vladimir Putin y Xi Jinping: «No se puede culpar a los países de la región por velar por sus intereses, y si Washington no estará ahí para ellos, tendrán que buscar en otra parte».
Estados Unidos depende del petróleo y el gas para mantener su seguridad energética, incluso siendo un creciente exportador de ambos productos. Tan es así que el reciente incendio de la terminal de gas natural licuado en Texas provocó incrementos significativos en los precios del gas en Europa. Pero, como superpotencia, también necesita controlar los yacimientos energéticos fuera de sus fronteras, en distintas partes del mundo.
En julio está programado que Biden asista al Consejo de Cooperación del Golfo con líderes de Baréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, además de estar acompañado por autoridades de Egipto, Irak y Jordania. Entonces tendrá que definirse.