Finlandia y Suecia en la OTAN: y ahora, ¿qué?
Con la adhesión de estos dos países escandinavos, la OTAN duplica con creces sus fronteras terrestres junto a Rusia
La cumbre de la OTAN en Madrid supone un paso más en el nuevo orden mundial: La ocupación rusa de Ucrania ha destruido el orden anterior que comprende los 30 años de la posguerra fría en Europa.
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El efecto geopolítico más significativo e inesperado ha sido que Suecia y Finlandia han roto su larga, persistente y solida tradición de países «no alineados». Una OTAN con Suecia y, sobre todo, con Finlandia duplicará con creces sus fronteras terrestres con Rusia.
Finlandia pasó un siglo dentro del imperio ruso antes de obtener la independencia en 1917. Perdió una parte de su territorio sudoriental a manos de la Unión Soviética tras la breve Guerra de Invierno de 1939-1940, cuando Joseph Stalin la ocupó. Luego perdió su autonomía bajo la llamada política de finlandización de la Guerra Fría.
Durante esas décadas, los finlandeses se autocensuraron y se comprometieron con una política exterior pro-soviética a cambio de no ser ocupados nuevamente por Moscú. Tras el colapso de la Unión Soviética, Finlandia, al igual que Suecia, dejaron clara su identidad occidental al ingresar en la Unión Europea (UE) en 1995.
Junto con el resto de la UE, Helsinki también ratificó el Tratado de Lisboa de 2007, que compromete a cada miembro a ayudar y asistir a los demás que se enfrenten a un ataque militar externo.
Desde 2014, tras la invasión rusa de Crimea, Putin comenzó a amenazar de nuevo a Finlandia, y, en muchos aspectos, a trata a Helsinki con hostilidad.
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Moscú violó repetidamente el espacio aéreo finlandés e interfirió a barcos de investigación científica finlandeses que operaban en aguas internacionales. Sin embargo, Finlandia siguió siendo formalmente «no alineada», con una ciudadanía temerosa de enemistarse con el gigante ruso.
Hasta el otoño de 2021, menos de un tercio de la población finlandesa apoyaba el ingreso en la OTAN y, los finlandeses, preferían servir de puente económico y diplomático entre Rusia y Occidente.
El ingreso en la OTAN supone un cambio histórico en la postura de Helsinki, que junto con Estocolmo buscan garantías de seguridad colectiva de la alianza militar más poderosa del mundo, respaldada por las armas nucleares de Estados Unidos.
Pero también pone en peligro su tradicional relación económica, especialmente entre Finlandia y Rusia. Ambos países se exponen al riesgo de represalias.
El mayor peligro para la OTAN
La gran frontera terrestre compartida entre Finlandia y Rusia y el Golfo de Finlandia, que desemboca en el Mar Báltico, tiene a la otra parte el enclave ruso de Kaliningrado, fuertemente militarizado. La entrada de Finlandia y Suecia modifica la geopolítica en la región.
La OTAN domina las costas del sureste del Mar Báltico, con miembros como Alemania, Polonia y los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania. Sin embargo, Kaliningrado está encajado entre Polonia y Lituania, y añadir a Finlandia y Suecia a la alianza en la orilla noroeste del Báltico tendría importantes efectos estratégicos.
Justamente el mayor peligro para la OTAN es este enclave ruso del Báltico donde está su base naval y, donde, la Federación Rusa despliega toda su avanzada militar. Cuenta con un enorme contingente, silos de misiles y una fuerza naval muy considerable.
Este enclave permite a Rusia, no solo, un estratégico dominio del Báltico. Por tierra, da a la Federación un fácil acceso hasta Bielorrusia, a través de la franja de Suwalki, un pequeño corredor a través del que podría unir sus tropas terrestres desde el Báltico hasta Ucrania, aislando a parte de los miembros de la Alianza.
No perdamos de vista que los países bálticos sólo están conectados por tierra con el resto por esta pequeña brecha de Suwalki, en la frontera entre Lituania y Polonia. De un lado está Kaliningrado y del otro Bielorrusia, lo que haría que el acceso terrestre de la OTAN, en caso de conflicto, fuese altamente arriesgado.
Con Suecia y Finlandia en la OTAN este dominio en el Báltico se vería muy afectado y complicaría la capacidad de Moscú, en caso de guerra contra Occidente, para mantener ese fácil acceso marítimo y aéreo a Kaliningrado del que dispone hasta hoy, ya que la franja marítima que une este enclave con el resto de Rusia pasaría a estar rodeada por miembros de la OTAN, en todos sus flancos.
Conseguir el control del perímetro del Mar Báltico también facilitaría enormemente la capacidad de la OTAN para defender a sus miembros del Báltico en caso de un ataque ruso.
A los estrategas de la Alianza les preocupa que Rusia pueda utilizar los barcos, aviones, drones y misiles de Kaliningrado -algunos de los cuales son capaces de transportar ojivas nucleares- para negar a la Alianza un fácil acceso naval y aéreo a Estonia y Letonia.
La inclusión de Finlandia y Suecia, ambas fronterizas con Noruega, como miembros de la OTAN, alterará el equilibrio de poder en la región. Finlandia ya está modernizando sus sistemas de defensa aérea.
Finlandia y Estonia también han puesto en marcha una iniciativa comercial para conectar Helsinki y Tallin con un túnel ferroviario de alta velocidad bajo el golfo, convirtiéndolas en una única zona urbana. Es de suponer que este túnel podría servir también para fines militares.
La ampliación geográfica de la OTAN, en el norte, es una cambio geopolítico fundamental, pero: ¿hasta dónde puede llegar la respuesta de Moscú?