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Elías Amor, economista cubano exiliado en España

Entrevista a Elías Amor, economista cubano exiliado en España

«No hay futuro para la economía cubana con el modelo comunista»

El economista recuerda que «en Cuba no existe un embargo. Ni tampoco un bloqueo de la economía» entre otras razones, porque el país «comercia, exporta e importa con 192 países del mundo»

El economista cubano afincado en España traza para El Debate un balance demoledor de la economía de la isla.

–¿Cuál es el estado de la economía cubana un año después de las revueltas?

–Si algo caracteriza a la economía cubana a lo largo de este último año, es un deterioro muy importante de los principales desequilibrios que ya tenía. El más grande se da en el nivel general de actividad económica: no ha habido en la producción ganadera ni en la agricultura ni un solo cultivo o producto que haya mejorado respecto al año pasado, según los datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.

–¿Y en el resto de sectores?

–Caen también los transportes de mercancías y pasajeros, las inversiones no se comportan de acuerdo con lo esperado, la inflación se mantiene alta, si bien no tanto como el año pasado. En definitiva, no ha mejorado el nivel de vida. Tampoco las perspectivas de crecimiento de la economía. En ese sentido, el balance es tan negativo como el del año pasado, cuyo resultado dependía de la adopción de la tarea de ordenamiento.

–¿De qué depende en 2022?

–De la incapacidad del Gobierno para reconducir la economía en una situación inestable y equilibrada. Eso deteriora, lógicamente, el nivel de vida de la población y las perspectivas de crecimiento de los diferentes sectores.

–Fuentes oficiales admiten que la producción azucarera solo ha alcanzado el 52 % de lo previsto en 2021-2022, pero echan la culpa a Estados Unidos.

–La industria azucarera cubana se encuentra inmersa en una grave crisis estructural desde comienzos de este siglo cuando Fidel Castro decidió cancelar el cultivo de la caña de azúcar en grandes extensiones de tierra, que se infectaron inmediatamente de marabú, y anuncio el cierre de los ingenios.

–¿Por qué se produjo?

–Porque los precios del azúcar en aquel momento en los mercados internacionales no eran competitivos y la industria cubana ya era un paquidermo obsoleto que ya no daba resultados. De ahí que se tomara esa decisión.

–¿Y desde entonces?

–Desde entonces, el sector ha ido decayendo por menos cañas de cultivo, lógicamente, y por la menor producción de unos ingenios que ya están obsoletos y, en su mayoría, carentes de piezas y de medios para funcionar.

–¿Explica lo ocurrido en 2021?

–Aquello fue excepcional: no llegar a 480.000 toneladas de azúcar es un ejemplo del auténtico desastre en el que se encuentra el sector. Conviene recordar que, en 2020, el año de la pandemia, la economía cayó en picado en el segundo trimestre, como la mayor parte de las economías del mundo. Pero si en Cuba se produjo una caída menor que en el resto de los países, fue porque el sector azucarero mantenía un crecimiento, o no un descenso tan intenso como el que registró en 2021.

–Por lo tanto…

–El sector azucarero en Cuba es un colchón amortiguador de las crisis económicas. Precisamente por este motivo es por el que en 2021 la economía cubana se encuentra tan mal: el sector azucarero no ha cumplido su función de colchón amortiguador. Otro error más de los gestores de la Revolución. Y desde luego, Estados Unidos no tiene ninguna responsabilidad en este desastre.

Cuba comercia, exporta e importa con 192 países del mundo y recibe libremente inversiones y turistas de todos ellos

–¿Cuál es el efecto real de un embargo cada vez más perforado?

–Lo primero: en Cuba no existe un embargo. Ni tampoco un bloqueo de la economía. Esta es una constatación avalada por el hecho de que Cuba comercia, exporta e importa con 192 países del mundo y recibe libremente inversiones y turistas de todos ellos. Solamente mantiene un contencioso con Estados Unidos, que tiene su origen en las confiscaciones de régimen de propiedad que aplicó el régimen comunista en sus inicios.

–Pero Estados Unidos tiene comercio con Cuba.

–Hay unas relaciones económicas entre ambos países, que incluyen una serie de acápites, como pagar al contado –es una de las restricciones que existen–, pero Estados Unidos es el principal emisor de remesas a Cuba.

Las remesas ascienden a más de 6.000 millones de dólares anuales

–¿A cuánto ascienden las remesas?

–Más de 6.000 millones de dólares anuales: uno de los conceptos más importantes de la balanza corriente de la economía cubana.

–¿Y los viajeros procedentes de la comunidad cubana exiliada?

–Uno de los aportes más importantes del turismo a la economía.

–¿El embargo no existe?

–No. Es un argumento utilizado por el régimen para enfrentar al resto de países con Estados Unidos y lograr objetivos en Naciones Unidas. No tienen más que ese tipo de castigos que algunos utilizan para transmitir algún tipo de venganza hacia Estados Unidos que no tienen ninguna repercusión material, financiera o de cualquier tipo.

–¿Sigue siendo un instrumento propagandístico para el régimen?

–Le permite mantener sus posiciones a nivel internacional contra el vecino del norte. Y en vez de encontrar soluciones al contencioso, lo que hacen es atizar constantemente el fuego. Al régimen cubano no le interesa que se acabe el embargo.

–Tampoco parece que le interese que se acaben los apagones: escribe usted que el cubano aguanta desde el pasado año una media de 700 horas sin luz eléctrica.

–Sí. Los apagones son un ejemplo clarísimo de la ineficiencia de un Estado comunista para proporcionar un servicio público. Pese a la existencia de un monopolio público que podría tener beneficios enormes por la prestación del servicio, nos encontramos con problemas de abastecimiento eléctrico y de matriz eléctrica, pues se utiliza mucho petróleo y pocas renovables.

–¿Cuba no ha invertido en renovables?

–No, venía todo el petróleo gratis de Venezuela, por lo que no tenía mucho sentido invertir en unas renovables que ahora se echan en falta.

–Las instalaciones eléctricas son anticuadas.

–En su mayoría son de la época soviética y las empresas que las hicieron ya no existen. Han desaparecido en Checoslovaquia, Rumanía o Polonia. El panorama es inquietante: se quema una instalación o se rompe una pieza y los cubanos se ven condenados a los apagones.

–¿No son los apagones típicos de un régimen comunista?

–Son un síntoma que existe desde los sesenta. Repito: tiene la culpa la ineficiencia del modelo.

Los apagones son la punta de un iceberg que viene de mucho más atrás en el tiempo

–¿Suscribe la idea según la cual los apagones han colmado la paciencia del ciudadano de a pie, más incluso que otras privaciones?

–Los apagones son la punta de un iceberg que viene de mucho más atrás en el tiempo. Es posible que tengan una influencia en el actual estado anímico de los cubanos.

–¿Son un fenómeno más?

–Sí, junto a los apagones están las ausencias de productos en las tiendas estatales, los pésimos sistemas de entrega y de reparto de la canasta familiar normada, las colas en las gasolineras para aquellos que aún pueden disfrutar de algún vehículo, la imposibilidad de obtener créditos en los bancos después de investigaciones profundad que realizan en esas entidades la organización comunista local, la no entrega de tierras a los arrendatarios para que no aumenten su producción…

–¿Cuál es, en definitiva, el gran problema de la economía cubana?

–Que tanto castrismo, tanto fidelismo y tanta creencia en un hombre nuevo han provocado un punto de inflexión que ha llevado a una situación que sería inaudita en el resto del mundo: el Estado que controla el 90 % de los activos de la economía y que podría, desde esa perspectiva, hacer y deshacer a su antojo, es víctima de su propio modelo. No hay futuro para la economía cubana con el modelo comunista.