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Presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen

La presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen caragando un lanzacohetestwitter.com

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Tsai Ing-wen, la Dama de Hierro en versión taiwanesa

La crisis con la China comunista ha puesto en el centro de la actualidad planetaria a una de las políticas más hábiles de Asia

Tsai Ing-wen alcanzó la fama planetaria el pasado 2 de agosto, mientras imponía a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, las insignias de la Gran Cruz de la Orden de la Nube Propicia.

Es la máxima distinción que la República de China -nombre oficial de Taiwán- otorga a personalidades foráneas.

Pelosi, a ojos de Taiwán, la tenía más que merecida: su visita a la isla hoy asediada por mar y aire es un espaldarazo de primer orden a los planteamientos estratégicos que Ing-wen defiende desde que asumió la presidencia del país asiático en 2016.

A diferencia de sus adversarios del Kuomintang, el partido fundado por Chiang Kai-shek, la mandataria no se adhiere al llamado «consenso de 1992», que contempla el principio de una sola China, sin aportar precisiones fiables sobre su acepción.

El Partido Popular Democrático (Dpp), liderado por Ing-wen, se aferra al status quo, opción apoyada a día de hoy por una amplia mayoría de taiwaneses.

Defiende, asimismo, que el futuro de Taiwán ha de ser decidido exclusivamente por sus habitantes a través de una consulta democrática y desprovista de cualquier tipo de presión externa, léase de la China comunista.

Lo cual no significa que se decante por una declaración unilateral de independencia, sabedora de que esa opción implicaría una intervención militar del Ejército de Pekín.

Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán

Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwántwitter.com

Ing-wen y el Dpp son demasiado sutiles como para dejarse llevar por semejante impulso que haría saltar por los aires una estratagema cuidadosamente elaborada.

Una perspectiva que ha sido aprobada masivamente por los votantes en las elecciones presidenciales de 2016 y 2020. En la segunda, casi por aclamación. Aunque no solo por la firmeza de Ing-wen para con la República Popular de China. También por la acertada política que la presidenta aplicó en relación con la Covid.

A finales de 2020, coincidiendo con la celebración de los comicios, los muertos provocados por la pandemia en Taiwán apenas superaban los 700, y el crecimiento económico de la isla fue de 2.88 %, muy superior al de la China comunista durante el mismo periodo.

Ing-wen es la primera mujer con rango de jefa de Estado en el universo chino

Ing-wen, primera mujer con rango de jefa de Estado en el universo chino, ha sabido proyectar la imagen de una democracia consolidada, incluso con iniciativas controvertidas como la aprobación del matrimonio gay, algo poco común en Asia.

La adopción por parte de matrimonios homosexuales también está permitida en Taiwán, pero -otra demostración de sutileza política- con una condición: la adopción se da únicamente en caso de que el adoptado sea hijo biológico de una de las personas que conforman la pareja.

El resultado global es un país que, como si de una maniobra de judo se tratase, ha sabido sacar partido del autoritarismo nacionalista de Xi Jinping para fraguarse una reputación de país abierto.

Tsai Ing-wen en los alrededores de la presidencia en Taipéi

Tsai Ing-wen en los alrededores de la presidencia en Taipéitwitter.com

Los inicios políticos de Ing-wen, profesora de Derecho que dentro de unas semanas cumplirá 66 años, distaron mucho de ser triunfales, habiéndose estrellado dos veces contra el muro del sufragio universal antes de regir los destinos de Taiwán.

La primera, en 2010, cuando intentó hacerse con la alcaldía de Taipéi; la segunda, en 2012, en su primer asalto a la presidencia. Ahora disfruta de los frutos de su tesón. Pero en el actual conflicto, se está jugando su carrera política.

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