Gustavo Petro, el «Che», la espada de Bolívar y la verdadera historia
Para «El libertador» los «indios y negros» eran «más ignorantes que la raza vil de los españoles» y anticipaba «la ruina» para cualquier país dirigido por ellos
Gustavo Petro necesitaba una investidura sonada y el presidente de Colombia lo logró sin necesidad de hacer grandes esfuerzos.
Con Nicolás Maduro en Caracas, porque Iván Duque le prohibió poner un pie en el país mientras él fuera el jefe del Estado, Petro buscó la sombra (poco alargada) de Gabriel Boric (la del Rey le queda grande).
Colombia y Chile, los últimos bastiones del liberalismo en caer en estos tiempos de demagogia y miseria en Sudamérica, aguardan ahora el regreso de Lula para completar el club de la vieja nueva izquierda latinoamericana. Brasil, si los sondeos no patinan, cerrará en octubre el círculo de este pseudo remake bolivariano.
La investidura de Petro y su ceremonia indigenista previa parecen una mala copia de las que inauguró Evo Morales. La exhibición de la supuesta espada de Simón Bolívar (está por ver que fuera una de las originales) entusiasmó a los nostálgicos de Hugo Chávez, pero también resultó ridículo. Caer en el mismo error de Andrés Manuel López Obrador (ausente por voluntad propia) de provocar o tratar de meter el dedo en el ojo a Don Felipe, no es nuevo, pero sí de enorme mal gusto y un pésimo comienzo.
Con Simón Bolívar pasa algo parecido que con Ernesto Che Guevara, jóvenes imberbes, colectivos LGTBQ (y del resto del alfabeto) se tatúan sus rostros y defienden su legado supuestamente heroico y justiciero.
Lo mismo hacen adultos iletrados hasta que descubren que el argentino liquidó a más un «pervertido sexual» como se refería a los homosexuales.
En cuanto al venezolano y primer presidente de la Gran Colombia, convendría recordar que Bolívar apostaba por dejar en herencia el poder, que fue responsable de la «Navidad negra» donde, por orden suya, el mariscal Sucre asesinó a más de quinientos vecinos del pueblo de Pasto, que su conquista fue en beneficio de la alta burguesía criolla y que el botín «recuperado» fue para su familia, incluido el oro y las minas.
Para «El libertador» los «indios y negros» (sic) eran «más ignorantes que la raza vil de los españoles» (sic) y anticipaba «la ruina» (sic) para cualquier país dirigido por ellos.
Para Gustavo Petro, conocedor sin duda de la historia verdadera, Simón Bolívar y su supuesta espada son la punta de lanza de una batalla de Gobierno que no ha hecho más que empezar. Quedan cuatro años para saber si terminará bien, mal, regular o, como en otras guerras, sin pena ni gloria.