Besos, flores y una sorpresa para Carlos III

Cuesta subir las escaleras de la salida del metro de Green Park cuando el reloj de la estación marca la una del mediodía, y un operario de Transport of London trata de organizar las hordas de gente dispuestas a hacer historia tocando la verja negra y dorada de Buckingham solo unas horas después de la muerte de Isabel II, paradigma del sentido del deber y el trabajo bien hecho.

Imposible recabar un solo testimonio de alguien que tenga que ponerle un pero, y no es porque ahora esté muerta, sino porque durante 70 años no se le ha conocido tacha.

En la tienda de Mark&Spencer más cercana, los ramos de flores se agotaron a primera hora de la mañana, y las floristerías han vivido hoy una jornada inédita. El carrito de souvenirs de la entrada del parque hace su agosto no con turistas, sino con locales que antes que presentarse con las manos vacías, han comprado algún llavero e incluso imanes para colocarlos en la alfombra de flores que comenzó a tejerse este jueves, cuando la noticia que nadie quería dar finalmente se confirmó.

Desde Buckingham pidieron que por favor a partir de las dos de la tarde los ramos de flores comenzasen a ser depositados en Green Park y Hyde Park.

Hombres encorbatados y maletines, en su hora de frugal almuerzo, se mezclan con hileras de niños uniformados liderados por sus profesores junto a personas que han llegado desde Sudamérica a Japón, locales o inmigrantes afincados en Londres desde hace décadas o recién llegados.

Marta, una española que trabaja en Zara y llegó a Reino Unido hace solo unos meses, se siente una privilegiada (entre comillas) por haber vivido un momento histórico. «Siempre bromeaban con que soy un poco gafe, y basta que yo llegase para que ocurriese algo así», comenta.

La llegada de Carlos III

Pasados unos minutos de las dos de la tarde, el despliegue de policía hace presagiar que la llegada del Rey Carlos III es inminente. Tras varias falsas alarmas, primero llega una ambulancia de caballos, y luego un coche con un grupo de militares, finalmente se abre paso el Rolls Royce vintage del Rey en el que viaja junto a su mujer Camila, exonerada de su rol de villana y aupada como reina consorte por firme decisión de Isabel II.

Hemos visto a un Carlos III irreconocible. La corona parece haberle bajado a la tierra, se ha mostrado especialmente cercano saludando muy cariñosamente a la gente que aguardaba, con besos, abrazos y flores e incluso aceptando consejos del público.

«Gracias, gracias, muy amables», respondía durante los 15 minutos que dedicó a su pueblo. Entre los afortunados que pudieron departir con el Rey se encuentra el director de cine Raynald Leconte, de 47 años y procedente de Nueva York. «Ha sido un momento importante. Le he dado mis condolencias y le he deseado mucha suerte».

Probablemente la vaya a necesitar, dado el altísimo listón que dejó su madre y las reticencias que ha despertado al principio.

«Es un buen chico, pero la falta sensibilidad y tiene facilidad para meter la pata. Es un poco tontito. Un compañero mío estudió en el colegio con él y me comentó eso», me cuenta mi compañero de asiento en el avión rumbo a Gatwick, un australiano afincado en Londres hace una década.

A pesar de que Carlos III ha llegado al trono con un índice de popularidad inferior al de su madre y su hijo, el Príncipe Guillermo, la primera impresión ha sido positiva. Un acierto acercarse al público, conocedor de que hasta ahora nunca ha sido favorito. Aunque ya es Rey, mañana sábado a las 11:00 horas será la proclamación oficial en el palacio de St. James en Londres, frente a los miembros del Consejo de Ascenso.