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El largo adiós a Isabel II

Bajo un sol radiante, el cortejo fúnebre ha partido esta mañana de Balmoral rumbo a Edimburgo, foco del luto nacional hasta el martes cuando recale en Londres en avión

La segunda era Isabelina concluye con el último viaje de la Reina, 500 millas (804 kilómetros), desde el castillo de Balmoral, en Escocia, a Londres, donde se le rendirán los homenajes más sentidos. Isabel II falleció en la residencia en la que pasaba sus largos veranos, alejada del ruido y donde vivió sus momentos más felices. En Balmoral se convertía en madre, esposa, abuela y bisabuela, sentía que se liberaba del peso de la corona. El cuerpo de la Reina ha reposado durante dos días en un ataúd de roble cubierto con el Estandarte Real de Escocia y con una corona de flores encima. Esta mañana a las diez, seis guardias portaron su ataúd a un coche fúnebre que viaja hasta el Palacio de Holyroodhouse, residencia real ubicada frente al Parlamento regional escocés en Edimburgo. Bajo un sol radiante, atraviesa las localidades de Ballater, Aberdeen y Dundee.

Miles de personas se han echado a las calles en la ruta de la comitiva fúnebre para mostrar sus respetos a una Reina profundamente reverenciada y pieza clave de la segunda mitad del siglo XX y de las dos primeras décadas del XXI. «Aún cuesta creerlo, no parece que sea verdad que estamos asistiendo a un momento así», comentaban algunos de los que aguardaban su salida, según recoge la BBC. Envuelta en una manta de tartán y acompañada de sus hijos, Elaine Reid esperaba el paso de la comitiva fúnebre junto a la iglesia de Glenmuick. «He conducido una hora desde mi casa en Buckie para que mis hijos puedan recordar a la Reina, quien ha prestado toda su vida a servir a este país», declaraba al diario Daily Mail.

Después de pasar la noche en el Salón del Trono del palacio de Holyrood, el lunes Edimburgo se convertirá en el foco del luto nacional con el traslado a la Catedral de St Giles, donde reposará durante 24 horas y podrá ser reverenciado por el pueblo. Ese mismo día, Carlos III arrancará una significativa gira por Escocia, Irlanda del Norte y Gales, una decisión en la que se aleja del comienzo del reinado de su madre quien no consideró necesario realizar este viaje, pero los tiempos han cambiado y el Rey es consciente de los retos que deberá afrontar como el creciente separatismo escocés.

Vuelo con la Princesa Ana

El martes después de una misa oficiada a las cuatro de la tarde en la Catedral de St Giles, el ataúd de la Reina será trasladado al aeropuerto, donde a las seis tomará un vuelo que aterrizará en RAF Northolt, al oeste de Londres. La Princesa Ana acompañará el féretro en el avión. Viajará en coche fúnebre hasta el Palacio de Buckingham, donde el primer Batallón de Guardias de Granaderos lo colocará sobre caballetes en la sala circular llamada Bow Room, donde solía ofrecer el almuerzo a los jefes de Estado que la visitaban.

El cuerpo de la Reina se trasladará el miércoles desde el Palacio de Buckingham hasta el Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico, donde se instalará finalmente la capilla ardiente en Westminster Hall durante cuatro días. Será entonces cuando veamos realmente lágrimas y llanto. Para hacernos una idea sobre el volumen de estas despedidas, en 2002, unas 200.000 personas desfilaron frente al ataúd de la Reina Madre y en 1952, hubo colas de seis kilómetros cuando 300.000 presentaron sus respetos a su esposo, Jorge VI. El Palacio de Buckingham maneja una cifra de medio millón de personas, pero probablemente sean muchos más.

El lunes, el féretro será desplazado en procesión los escasos metros que separan Westminster Hall y la abadía de Westminster para la celebración del funeral de Estado a las 11 de la mañana. Desde allí, el último tramo de su viaje final; la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, donde será enterrada. El Rey Carlos III esparcirá tierra sobre el ataúd de su madre y habrá comenzado una nueva era.