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El Rey Carlos IIIGTRES

Carlos III en la intimidad: su desayuno, sus manías y su relación con el servicio

Su exsecretario de comunicación le retrata como una persona afable y cercana, mientras que la mayor parte de la bibliografía sobre él subraya su personalidad poliédrica y a veces contradictoria

En la amplia bibliografía reciente sobre los Windsor, el retrato de Carlos III como eterno heredero de la Corona resulta un tanto contradictorio, fiel reflejo de lo que pueda desprenderse de su personalidad. «Si no hubiera nacido en la familia real, Carlos sería probablemente granjero», asegura Tony Juniper, coautor de libro Armonía, el credo ambiental del aprendiz de rey. La defensa de la naturaleza y el medioambiente ha centrado buena parte de sus esfuerzos durante su etapa como Príncipe de Gales al mismo tiempo que ha cultivado una faceta excéntrica y caprichosa, como publicó la periodista Tina Brown en The Palace Papers: Inside the House of Windsor detallando que viaja con su cama ortopédica, su tapa del inodoro y su marca favorita de papel higiénico.

Sus horas transcurren milimétricamente medidas con una serie de costumbres que observa a rajatabla y ciertas rarezas, que a sus 73 años, no harán sino reforzarse. El último en dar una nueva visión sobre Carlos III en su intimidad ha sido su exsecretario de comunicación Julian Payne, quien ha publicado una extensa crónica en The Times, donde traza un perfil mucho más amable y quizá un tanto edulcorado. Asegura, por ejemplo, que le interesan las personas, no la posición y que trata con mimo y cercanía a sus miembros del servicio. Unas líneas que no casan con ese gesto que ha dado la vuelta al mundo, pidiéndole de formas poco cordiales a un asistente que retirase un tintero.

Detesta cualquier tipo de derroche, nos vende Payne. Si tras la pausa de las cinco de la tarde para tomar el té con sándwiches y un trozo de pastel de frutas sobra algo, pide que lo retiren en un tupperware para tomarlo al día siguiente. Remienda sus zapatos de John Lobb y conserva un par, fabricado con cuero de reno ruso que se rescató de un naufragio hace 200 años en Plymouth Sound.

Se despereza temprano con el boletín de noticias de la radio y a continuación, le sirven un desayuno a base de ensalada de frutas de temporada y semillas y un té. «Nada de huevos cocidos como se ha publicado en innumerables ocasiones». Los compromisos oficiales comienzan poco después y se extienden hasta las cinco de la tarde. «El Rey no almuerza; entonces, una de las primeras lecciones que aprendí cuando estaba de viaje con él fue tomar un gran desayuno o llevar algunos bocadillos para seguir adelante», escribe Payne.

Aunque su exdirector de comunicación siempre le aconsejó tomar notas para prestar atención al detalle, nunca lo ha necesitado porque goza de una memoria excelente.

Entrometido y petulante

Sobre la una de la tarde, Carlos III suele hacer un alto en sus labores para estirar las piernas y salir a caminar. No le gusta pasar largas horas en sitios cerrados, acostumbra a ventilar los espacios continuamente y tener las ventanas abiertas de par en par. «Puedo recordar más de una ocasión en la que pensé que podría haberme congelado mientras intentaba escribir con una mano que ya no podía sentir», escribe. La cena se sirve puntualmente a las ocho y media y a las diez, regresa a su despacho hasta la medianoche.

Ahora se ve obligado a observar escrupulosamente el deber de neutralidad, con el que nunca comulgó como Príncipe de Gales. Tom Bower en El Príncipe rebelde lo cataloga como un hombre «petulante, extravagante y entrometido». Nunca se mordió la lengua a la hora de expresar lo que piensa, ejerciendo su presión sobre diversos Gobiernos a través de su famosa correspondencia conocida como «Memorando de la araña negra», en alusión a su abigarrada caligrafía. En 2015 vieron la luz 27 cartas que el Príncipe Carlos intercambió con miembros del Gobierno de Tony Blair entre los años 2004 y 2005 y en los que trataba de influenciar en asuntos como el Ejército, el medio ambiente y la sanidad. Quizá un pasado demasiado largo para erigirse ahora en tiempo récord como exponente de la imparcialidad y la contención.