Adiós a la Reina
Testigo directo: una yincana de cinco kilómetros y veinte horas para acceder a la capilla ardiente de Isabel II
La interminable fila para entrar al Palacio de Westminster discurre a lo largo de la orilla sur del Támesis hacia el este de Londres. Al llegar, colocan una pulsera con un número identificativo para salir a por comida o a los baños portátiles
Rendir el último tributo a la Reina Isabel II requiere grandes dosis de paciencia y estoicismo. Primero porque Londres amanece como una ciudad fortificada con calles cortadas al tráfico peatonal y arcos de seguridad en cada esquina y segundo, porque lo peor empieza cuando compruebas dónde termina la fila. Cuesta encontrar el punto en el que uno se puede unir y a pesar de la legión de mil jóvenes voluntarios con chalecos azules que tratan de poner orden, cunde la desinformación. Las estaciones de metro de St. James's Park y Westminster están colapsadas y Transport for London ha prohibido a los músicos cantar en los andenes.
Varios carteles del centro ya advierten de que está prohibido pasar a la capilla ardiente, instalada en Westminster Hall, con flores, bultos grandes o comida. Al unirse a la fila ponen una pulsera con un color determinado en función del tramo y un número para poder ausentarse y usar los 500 baños portátiles que se han distribuido a lo largo de la ruta o salir a por comida. Algunos bromean con pedir un Deliveroo. Teatros como el Shakespeare Globe se han convertido en punto de avituallamiento. A nadie se le olvida la cara del que tiene delante.
Este miércoles la hilera humana se prolongaba sobre las ocho de la tarde hasta Southwark Park, a más de cinco kilómetros. En el punto opuesto, Vanessa Nathakumaran, de 56 años, asistente administrativa de Harrow (noroeste de Londres), mostraba con orgullo su banda de papel en la muñeca con el número 1. Se ha hecho famosa al convertirse en la primera persona en acceder a la capilla ardiente. Desde el lunes por la noche aguardaba en el puente de Lambeth y ha pasado horas a la intemperie bajo la lluvia, aunque finalmente el sol dio una tregua. Anne Daley, de 65 años y procedente de Cardiff, quien lucía con orgullo una camiseta de rugby galés y un sombrero grande, fue la segunda en cruzar las puertas de Westminster Hall. Junto a ellas dos, Grace, nacida en Ghana, y residente en Londres desde 1985. Llevan desde hace tres días hablando con los medios. «Vamos a ir al baño, hacemos un break y ahora continuamos atendiendo a la prensa», declaran a El Debate como si fueran estrellas de rock. Michael tiene 85 años y lleva en su pulsera el número 22. «Isabel II era una mujer maravillosa. No habrá otra como ella», comenta. El arzobispo de Canterbury Justin Welby ha enviado pizzas a los que integran la cabecera de la fila.
Personas llegadas desde todo Reino Unido y con un mismo objetivo. Jake Drake tiene 72 años y ha viajado desde Essex en tren hasta la estación de West Ham, con su mujer y dos vecinos de su edificio. Asegura que no tiene prisa. «Si ella ha reinado 70 años, yo puedo esperar 24 horas para darle las gracias», declara. Su esposa se ha traído Diana: Her True Story, por Andrew Morton, para amenizar la espera. Aunque el día amaneció frío y lluvioso, sobre las seis de la tarde, el termómetro marcaba 20 grados y los voluntarios repartían agua en la fila.
Al llegar a Lambeth Bridge, el tramo final, la gente es dividida en grupos más pequeños para pasar a Victoria Tower Gardens, donde se realiza un control de seguridad tipo aeropuerto. Obligan a apagar el teléfono y piden que se dejen las bolsas grandes. Dentro, dos hileras van pasando frente al féretro cubierto con el estandarte real y sobre el que reposa la Corona Imperial, con más de 3.000 piedras preciosas incrustadas. Solo se permiten 50 personas al mismo tiempo en el interior.
Las medidas tomadas por la Policía incluyen el despliegue de francotiradores y una advertencia del Met contra cualquier persona que use un dron sin permiso en un área que cubre gran parte del centro de Londres.
La capilla permanecerá abierta hasta las 06:30 del lunes, pero dada la afluencia se teme que se vean obligados a cerrar la fila antes suscitando muchas decepciones. Se espera que hasta un millón de personas traten de despedirse de la Reina. Fuentes oficiales aseguran que durante los cinco días de capilla ardiente solo daría tiempo a que pasaran 400.000 personas durante las 24 horas que permanece abierta. Cuando abandonan Westminster Hall, a algunos aún les cuesta creer que han vivido este momento.