Elecciones en Italia
Italia vota en unas elecciones que la enfrentarán a la desconocida era post-Draghi
Italia vota ya al sucesor de Mario Draghi. Con las elecciones de este 25 de septiembre se cierra una etapa de algo más de año y medio en la que Italia vivió un espejismo de calma política y consenso tras los tumultuosos años de los gobiernos de izquierda entre 2013 y 2021.
Años en los que se sucedieron en gobiernos de uno o dos años Enrico Letta, Matteo Renzi, Paolo Gentiloni y Giuseppe Conte, en una etapa de gran fragmentación política y debates parlamentarios a cara de perro.
El Gobierno de Draghi no ha durado mucho más, llegó a la presidencia del consejo de ministros en febrero de 2021 para tomar las riendas de una Italia agotada por la pelea entre los partidos que sostenían el Gobierno de Conte, sin embargo, ha dado serenidad y renovado esperanzas en un país que parecía haber perdido el rumbo.
Como sus predecesores, Draghi fue víctima de los mismos fantasmas que han frustrado todos los gobiernos italianos desde mediados de los años 90: las luchas intestinas de sus partidarios.
El amplio consenso parlamentario que sostenía su Gobierno se rompió por los eslabones más radicales: el izquierdista Movimento 5 Stelle y la Lega.
El Movimento 5 Stelle se descolgó de la coalición de Gobierno tras la implosión interna que sufrió con el divorcio político entre sus dos líderes: Luigi di Maio y Giuseppe Conte.
La Lega de Salvini aprovechó la coyuntura y se sumó al carro de los desertores, según algo más que «malas lenguas», impulsado por cantos de sirena procedentes del Kremlin.
La imagen de Mario Draghi durante la Cumbre de la OTAN de Madrid a finales de julio, sentado en la más absoluta soledad en un banco del Museo del Prado para atender una importante llamada procedente de Roma mientras los demás líderes de Occidente admiraban a su espalda la obra de Velázquez, ilustra como nada la brusca caída del primer ministro.
El Movimento 5 Stelle acababa de implosionar, el apoyo parlamentario al Gobierno tambaleaba y, minutos después, Draghi dejaba Madrid para volver a Italia.
En el poco tiempo que ha tenido Draghi para aplicar sus fórmulas de recuperación, Italia fue capaz de relanzar su economía lastrada por las medidas para combatir la pandemia de coronavirus.
De hecho, las duras medidas de prevención de contagios, con la aplicación estricta del «pasaporte COVID», permitió al país contener los contagios y ser de los primeros en abrirse de nuevo a la actividad económica.
Draghi presentó a la Unión Europea un ambicioso plan de reformas para la recuperación, en el contexto de los fondos Next Generation para reactivar la economía tras la pandemia.
Después de demasiados años con exceso de telenovelas políticas, los sufridos ciudadanos italianos agradecieron el tono tecnócrata y gris de Draghi, así como su postura presidencial alejada de la pelea ideológica entre partidos.
El nuevo Gobierno que salga de las urnas recibirá la mejor herencia posible en un contexto sociopolítico y geoestratégico malo, tras años de pandemia y con la guerra en Ucrania en curso.
Sus retos inmediatos serán hacer frente a la crisis energética, a la inflación y, sobre todo, a la desorbitante deuda pública que arrastra el país.
Por eso, frente a los gritos de «que viene el lobo» procedentes de la izquierda, los economistas no creen que un Gobierno de Meloni vaya a ser una catástrofe: gobierne quien gobierne no le quedará más remedio que seguir la ortodoxia marcada por Bruselas y, sobre todo, mantenerse en la senda de la recuperación marcada por Draghi.
En última instancia, serán las políticas de Draghi las que, al menos durante uno o dos años, seguirán marcando los designios de la República italiana.