Fundado en 1910

Los reservistas reclutados durante la movilización parcial asisten a una ceremonia de salida en Sebastopol, CrimeaAFP

218 días de guerra en Ucrania

Movilización militar parcial, el eufemismo de Putin en su nueva e incierta estrategia

El reclutamiento representa un punto de inflexión dramático en la guerra de Ucrania y en el Gobierno de Vladimir Putin

Letonia ha activado el estado de «emergencia preventiva» en su frontera con Rusia. La causa ha sido el movimiento de población rusa desplazada a sus límites, escapando de la movilización parcial decretada por el Kremlin.

Finlandia, aún no ha implementado la prohibición para viajeros rusos, aunque Helsinki ha anunciado una declaración de emergencia que le permitiría controlar a las personas venidas desde Rusia que entren en los aeropuertos y puertos marítimos.

Pero la movilización en Rusia, ¿es realmente tan parcial? El ministro de Defensa, Sergei Shoigu, dijo que se reclutarían 300.000 hombres con formación militar. Pero algunos informes indican que ese no es el número que figura en los documentos oficiales que autorizan la movilización, y las partes del decreto de Putin que se hicieron públicas no incluyen ninguna restricción a la autorización del Ministerio de Defensa para reclutar personas.

Según algunos informes, hasta un millón de hombres podrían ser reclutados, y algunas comisarías militares ya parecen estar reclutando hombres indiscriminadamente.

El reclutamiento representa un punto de inflexión dramático en esta guerra, y en el gobierno de Putin. El Kremlin esperaba que la guerra fuera breve. Los pocos rusos que se entusiasmaron con las promesas imperiales de una guerra pudieron ondear la bandera y mostrar la letra «Z», el símbolo oficial de esta campaña.

Rusia no puede ganar ya la guerra con los instrumentos puestos en juego hasta ahora

Pero Rusia no puede ganar ya la guerra con los instrumentos puestos en juego hasta ahora. Eso quedó demostrado el 10 de septiembre, cuando las fuerzas ucranianas recuperaron territorio. El ejército ruso está agotado y es demasiado limitado para mantener la amplia zona ocupada desde febrero. Si no se altera el status quo, Ucrania podría seguir ganando terreno, quizás avanzando hacia Crimea, el territorio que Rusia se anexionó en 2014 y que está íntimamente ligado al legado de Putin.

Rusia ha tenido reveses en Ucrania, no cabe duda, pero «no» es un país derrotado

Rusia ha tenido reveses en Ucrania, no cabe duda, pero «no» es un país derrotado. Tiene la riqueza, la población y la capacidad industrial y militar para mantener la guerra, pero sólo si se moviliza. Cabe destacar que convocar la movilización es algo que Rusia no ha hecho durante décadas.

Tampoco el Kremlin se puede permitir una movilización en aras de una estrategia perdedora. Le creará más problemas al gobierno de Putin y podría socavar su mandato. Es una paso firme lo que está dando.

La sensación que tenemos en Occidente es que la guerra de 2022 es impopular, pero con una información más contrastada podemos llegar a la conclusión contraria: es popular y lo es como expresión de la soberanía rusa. Sus partidarios la ven como una guerra defensiva contra un Occidente hostil que ha llegado hasta las fronteras de Rusia, amenazando con destruirla.

También la ven como una guerra contra las fuerzas nacionalistas ucranianas «nazis» que amenazan a los rusos parlantes en Ucrania. Estas convicciones no se limitan a la extrema derecha o a los ultra nacionalistas de Rusia, sino que están muy extendidas.

Según esta opinión, Occidente se ha excedido en Ucrania. Ha ignorado los intereses rusos. Estados Unidos, en particular, ha dañado el orgullo ruso al asignarse un papel tan importante en Ucrania. Según la interpretación rusa, Washington no se conformaba con dominar la mayor parte de Europa, sino que tenía que dominar toda Europa. Este supuesto exceso estadounidense permitió al Kremlin presentar, internamente, la guerra en Ucrania como una buena guerra.

Un reservista reclutado se despide de un familiar en Sebastopol, Crimea, el 27 de septiembre de 2022AFP

Durante los primeros siete meses, el Kremlin pidió a los rusos que apoyaran a su país en esta campaña, y la inmensa mayoría de los rusos lo ha acatado. Eso era suficiente. Pero una movilización no es tan popular y a diferencia de la época soviética, existe –por ahora– una posibilidad de escape para la disidencia: la posibilidad de abandonar Rusia.

Varios cientos de miles de rusos con sentimientos antibelicistas salieron de Rusia por razones profesionales, por razones morales y por miedo a lo que la guerra pudiera hacer a Rusia. Los que se fueron eran casi todos profesionales educados de centros urbanos. Tenían los recursos necesarios para marcharse: dinero, habilidades, contactos en el extranjero.

Además, el Kremlin podía descartar fácilmente sus críticas como antipatrióticas. Era una solución elegante al problema de la popularidad de la guerra. El Kremlin no tenía que fabricar el consentimiento, sino que tenía que curarlo. Los posibles disidentes podían simplemente ausentarse.

Ahora se marchan otros con no tantos recursos y en mayor número, porque toda guerra es terrible

Hasta ahora el golpe de gracia de Putin era la barrera entre la guerra y la vida cotidiana en Rusia. Para los rusos quedaba externalizada, como las campañas que EE.UU. ha sostenido en Oriente Medio o Afganistán, solo que cerca de casa.

La imagen perfecta de esta dinámica la vimos en la celebración del «día de la ciudad», en Moscú, el pasado 10 de septiembre, que ocurrió como podría haber ocurrido en tiempos de paz. ¿Y por qué no? Moscú estaba en paz.

¿Por qué no pasarlo bien? Putin apareció en público inaugurando una enorme noria, la mayor de Europa, para el disfrute de los moscovitas.

Pero la guerra violó los términos de esta narrativa tranquilizadora. Llamar a la movilización es siempre y en todo lugar una medida impopular.

Porque la movilización, aun parcial (y puede que no lo sea tanto) es una paso adelante, una mayor determinación. También es una palabra para Occidente, incierta e inquietante: No hay marcha atrás.