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Ciudadanos rusos llegan a Kazajistán cruzando el paso fronterizo de SyrymAFP

La guerra en Ucrania da un vuelco: los ucranianos vuelven, los rusos se van

Moscú anunció que no expedirá más pasaportes a aquellos ciudadanos que hayan sido convocados a unirse a las filas del Ejército

El presidente ruso, Vladimir Putin, se dirigió a su país, la semana pasada, para anunciar una movilización militar parcial. En el discurso, previamente grabado y que se emitió con bastante retraso, Putin también adelantó su apoyo a los referéndums en las zonas ocupadas de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia –que se han llevado a cabo a lo largo de esta semana y ha anunciado su anexión a la Federación Rusa este viernes–.

A las pocas horas de decretar la movilización de los reservistas –unos 300.000, según el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu– los precios de los vuelos a Turquía se dispararon. El anuncio ha sentado como un jarro de agua fría entre la población rusa, que ha salido a las calles para protestar al grito de «no voy a morir por Putin». A lo largo de toda la semana, los países limítrofes con Rusia han experimentado un constante flujo de personas en sus fronteras.

Una situación que contrasta con la que vive Ucrania. Mientras el país europeo, aún con un conflicto abierto en su territorio, recupera poco a poco a la población que tuvo que huir tras la invasión decretada por Putin, Rusia sufre el éxodo de miles de personas, jóvenes en su mayoría, para evitar ser llamados a filas. Según aseguró el embajador de Ucrania en Ankara, Vasyl Bodnar, más de 360.000 ucranianos que se encontraban en Turquía desde el pasado mes de febrero ya han regresado a su país. Kiev, por su parte, contabilizaba, ya en el mes de mayo, 30.000 cruces diarios de ucranianos que retornaban al país.

Se calcula que, desde que empezara la «operación militar especial», 7,4 millones de ucranianos han abandonado el país, según los datos recogidos por ACNUR. Este organismo también documenta un incremento en los movimientos de vuelta a Ucrania, aunque aclaran que pueden ser pendulares y no indican necesariamente retornos sostenibles. Los refugiados, en su gran mayoría, esperan volver a casa. Así lo muestra un informe de Naciones Unidas, que en junio indicaba que el 16 % planeaba volver en los próximos meses.

Rusia, sin embargo, vive la situación contraria. Ante el temor de un cierre de fronteras, que se ha materializado en la no expedición de más pasaportes para las personas movilizadas para el Ejército, los rusos han decidido cruzar a los países fronterizos, algo que no ofrece una buena imagen del Kremlin. Georgia, junto con Kazajistán son los dos países que más flujo están experimentando esta última semana. El ministro del Interior georgiano, Vajtang Gomelauri, reconoció que actualmente entran aproximadamente 10.000 rusos al día al país caucásico, lo que supone un aumento del 45 %, desde el pasado 21 de septiembre.

Kazajistán, por su parte, cifra en unos 98.000 los rusos que han pasado la frontera hacia su país. Incluso la agencia Europea Frontex indicó que más de 66.000 rusos han cruzado hacia la UE esta última semana, a través, principalmente, de Finlandia y Estonia. Aunque no todos los rusos pueden permitirse salir del país, por lo que estarán obligados a acatar la orden de Putin, que finalmente reconoció la existencia de una «guerra» en Ucrania.

El hecho de referirse a la «operación militar especial» como «guerra» supone un salto cualitativo en la estrategia del Kremlin, que hace apenas unas semanas castigaba con la cárcel a cualquiera que se refiriera en esos términos a la invasión rusa de Ucrania. Moscú es consciente de que está perdiendo territorio frente al Ejército ucraniano en el Donbás. En este sentido, la movilización militar y los referéndums son una estrategia para asegurarse el control de estos territorios.