Ignazio La Russa, el pragmático Rasputín de Meloni
El veterano político ha sido pieza clave y discreta de toda las maniobras de la derecha italiana desde 1992
La primera vez que Ignazio La Russa (Paternò, 18 de julio de 1947) apuntaló a Giorgia Meloni fue en el otoño de 2004, cuando estaba en juego la presidencia de las juventudes de Alianza Nacional (An). La política en ciernes nunca olvidó la valiosa ayuda, apoyándole sin fisuras desde entonces.
Principalmente cuando el avezado político presidió Fratelli d’Italia en sus inicios. Y también en fechas más recientes, cuando el viento dio la vuelta y Meloni asumió el liderazgo del partido.
La prueba más evidente es su total confianza en La Russa acerca del diseño de la larga y paciente estrategia que ha llevado a la victoria electoral y, en estos días, de cara las negociaciones para formar un gobierno, que en Italia se asemejan a un encaje de bolillos, con su peculiar tejería.
La Russa ha sido partícipe en mayor o mayor medida de los principales episodios de la derecha italiana
Un arte en el que La Russa tiene mucha más experiencia que Meloni. Por razones biológicas, obviamente: fue parlamentario de forma ininterrumpida desde 1992, año en que la acumulación de escándalos se llevó por delante a la mayor parte de la vieja clase política. Asimismo, La Russa ha sido partícipe en mayor o mayor medida de los principales episodios de la derecha italiana. Siempre desde el pragmatismo.
Asumió sin pestañear que Gianfranco Fini promoviera, a mediados de los noventa, el hara kiri del Movimiento Social Italiano para adaptarse a los nuevos escenarios. Mantuvo, asimismo, hasta el último momento el contacto con Alessandra Mussolini cuando la nietísima se marchó dando un portazo de An a raíz de la deslegitimación total del fascismo por parte de Fini.
Fue, precisamente, el primero en darse cuenta -lo recuerda Bruno Vespa en su Storia d’Italia da Mussolini a Berlusconi- de que el giro estratégico de Fini costaría a An un 20 % de votantes nostálgicos, pero que podrían recuperarlos entre los abstencionistas y los descontentos de la berlusconiana Forza Italia. Dicho y hecho.
La recompensa de tanta resistencia en las duras y en las maduras fueron dos ministerios: uno sin cartera en el Segundo Gobierno Berlusconi (2001-2006) y el de Defensa en Tercero: en ninguno de ellos se caracterizó por un afán reformador o por impulsar cambios de fondo. ¿Por qué? Sencillamente porque no es lo suyo.
Lo suyo es estar siempre en el poder cuando su partido está en el poder y en el poder dentro de la oposición cuando toca época de vacas flacas. Y de saber interpretar los signos de los tiempos; por ejemplo al intuir que los futuros éxitos de la derecha italiana estaban supeditados a un mensaje nítidamente conservador.
La apuesta ha merecido la pena: ¿Quién hubiera pensado que los herederos del Movimiento Social Italiano acabarían liderando la derecha? Probablemente, solo La Russa.