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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski

233 días de guerra en Ucrania

Kiev se enorgullece de reconquistar 600 territorios ocupados por el ejército ruso

Se trata de territorios de las regiones de Jersón, Donetsk y Lugansk que Putin proclamó suyos

Kiev y buena parte del este y del sur de Ucrania viven bajo las bombas rusas o para ser más precisos, bajo los misiles que lanzan los drones de fabricación iraní.

La venganza de Putin por el ataque al puente de la península de Crimea está siendo demoledora y no distingue entre objetivos civiles y militares. Las infraestructuras son, en teoría, su prioridad y dejar a oscuras al país una misión parcial conseguida en las últimas 24 horas.

La ira de Putin la sufren los ucranianos pero lo cierto es que la invasión que él decidió comenzar el 24 de febrero, no sólo no resulta como tenía previsto sino que ha obligado a la superpotencia venida a menos, a dar marcha atrás y entregar territorios que hacen de sus derrotas una humillación.

Se trata de territorios de las regiones de Jersón, Donetsk y Lugansk que Putin proclamó suyos en una ceremonia con la pompa y los fuegos artificiales propios de los grandes festejos de la antigua Unión Soviética, pero que a efectos reales no controla.

Putin renovó la cúpula militar la semana pasada y se ensaña con la ciudad de Zaporyia donde el gobernador, Oleksandr Starukh insistió a la población que no abandone los refugios. Atrav´ñes de su cuenta telegram el gobernador reitera su advertencia: «!Atención! Ataque enemigo co misiles en el centro regional. Dirigete a los refugios. ¡Permanecer allí!»

El campo de batalla se le complicas al ex agente del KGB pese a que los servicios de inteligencia británicos reconocen que ha mejorado algo sus posiciones y ha comenzado a avanzar en Donetsk.

La OTAN ha vuelto a reaccionar y anunció el envió de sistemas de defensa antiaéreos además de armamento convencional. «Apoyaremos a Ucrania todo el tiempo que sea necesario», reiteró en las últimas horas Jen Stoltenberg.

Entre tanto, Vladimir Putin intenta dar apariencia de normalidad y participa en Kazajistán de dos cumbres asiáticas donde tiene previsto firmar diversos tratados de cooperación y un «programa de lucha contra el terrorismo y el extremismo» (sic).