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Países Bajos

Imagen del archivo de los famosos canales de Ámsterdam, capital de los Países Bajos

Los Países Bajos, ¿camino del narco-Estado?

Ámsterdam se ha convertido en la placa giratoria del crimen europeo relacionado con las drogas: una cincuentena de muertos en siete años

La bomba informativa cayó el pasado día 13 por boca de los reyes Guillermo Alejandro y Máxima. La pareja reinante reveló que su hija mayor, la Princesa Catalina Amalia, se había visto obligada a abandonar su piso de estudiante en Ámsterdam.

La amenaza también incluye al actual primer ministro, Mark Rütte -en torno al cual se ha reforzado la protección inmediata-, y procede no de una banda terrorista, sino de los ambientes criminales relacionados con el narcotráfico, que han convertido a la ciudad más poblada de los Países Bajos en su principal feudo en territorio europeo.

Los casos de la Princesa de Orange –es su título oficial– y de Rütte han tenido, como era de esperar, impacto planetario, si bien la sociedad neerlandesa ya ha estado conmocionada por dos asesinatos en fechas recientes.

El primero, ocurrido el 18 de septiembre de 2019, se cobró la vida del abogado Derk Wiersum, muy activo en la persecución judicial del narcotráfico. Fue abatido a balazos.

La misma suerte corrió, el 16 de julio de 2021, Peter De Vries, uno de los periodistas de investigación más avezados de los Países Bajos, autor de numerosas y molestas exclusivas.

Fueron los asesinatos más llamativos, sin ser los únicos de ese goteo macabro, perpetrados en suelo neerlandés y atribuidos al universo del narcotráfico, cuyo objetivo consiste en generalizar un clima intimidatorio para proteger sus negocios delictivos.

La situación se ha degradado hasta el punto de que en las semanas que precedieron la trágica muerte de Wiersum, el entonces ministro de Justicia, Ferdinand Grappenhaus, declarase públicamente que los Países Bajos «corrían el riesgo de convertirse en un «Narco-Estado».

¿Qué es, pues, un «Narco-Estado»? La web especializada Addictioncenter lo define como «un país cuya economía depende del tráfico ilegal de drogas».

Una situación que aún dista mucho de ser la de los Países Bajos. Sin embargo, hay estadísticas de las que se desprende un paulatino y peligroso acercamiento a esa situación.

Según Addictioncenter, en Ámsterdam se producen cada año píldoras de éxtasis por valor de 18.800 millones de euros. Una espectacular facturación cuya explicación es doble.

Por un lado se puede responsabilizar a la legislación tolerante de los Países Bajos en la materia. De acuerdo a la conocida como ley de Opio, se permite el consumo de «drogas blandas», como la marihuana o el hachís, mientras se penaliza el consumo de las más duras, como la heroína o la cocaína.

Por el otro, la geografía del país facilita la actividad del narcotráfico: Addictioncenter apunta a los numerosos puertos y la extensa y ultramoderna red de transportes en un territorio nacional de dimensiones más bien reducidas.

En cuanto a las conexiones internacionales, despuntan dos zonas del planeta: Latinoamérica y África del Norte.

Esta última ha alcanzado el liderato en los últimos años, sobre todo los grupos marroquíes, popularmente conocidos como la Mocro Mafia, que manda en el tráfico de cocaína.

Basta decir que desde 2020 se celebra el «juicio Marengo», en el que están implicados varios cabecillas marroquíes, entre ellos el muy peligroso Riduan Taghi.

Entre los testigos (protegidos) figura Nabil K., cuyo abogado era Wiersum. El asesinato de este último es uno de los más de cincuenta relacionados con el narcotráfico que han tenido por escenario Ámsterdam entre 2014 y 2021.

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