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Entrevista | Diego Arria, expresidente del Consejo de Seguridad de ONU y autor de Guerra y Terrorismo en el corazón de Europa

«Butros Ghali y las empresas que ayudaron en la masacre de Srebrenica deberían ser juzgados»

Presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas durante la guerra de la ex Yugoslavia, Arria muestra un rostro sin escrúpulos de la ONU en su libro y asegura: «Abandonar a Bosnia fue el detonante de la explosión posterior de fundamentalismo islámico en Europa. Hasta entonces no había habido atentados»

Al embajador Diego Arría, autor de «Guerra y Terrorismo en el corazón de Europa», le debe el mundo que Naciones Unidas incorporara en su diccionario el término «genocidio». El mundo también está en deuda con él por otros motivos: decir la verdad de lo que pasó en la guerra de la antigua Yugoslavia, demostrar que la masacre de Srebrenica se pudo evitar y exponer lo que pasó en las bambalinas de aquel Consejo de Seguridad de la ONU que presidió.

Ese desafío asumido supuso «desenmascarar» a la cúpula de la organización más poderosa del planeta, lograr sentar en el banquillo a los criminales de guerra y abrir la puerta de la ONU a personas afectadas o conocedoras directas de los conflictos. Asó se creo una figura, la única de Naciones Unidas, que lleva un nombre propio, el suyo: la fórmula Arria.

Ex gobernador de Caracas y antiguo director del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), Arria detalla en el libro su particular carrera de obstáculos para viajar a Bosnia y comprobar, sobre el terreno, un escenario que le llevó a anticipar la tragedia que después sucedería: La matanza de Srebrenica donde 8.000 hombres, adolescentes y niños fueron ejecutados.

Era otra época, «hace 30 años, cuando el país se desmembraba ante la inacción, indiferencia y complicidad» de la ONU, denuncia.

La organización donde se dan cita 193 países, cerró los ojos ante el extermino bosnio, «porque eran musulmanes», reprocha con la misma fuerza con la que describe en el libro las escenas «horribles» de las que fue testigo.

La historia trágica de Bosnia comenzó con «las ambiciones ilimitadas del presidente de Yugoslavia», el serbio Slobodan Milosevic al que describe como, «un fanático que decidió emprender la limpieza étnica. Su objetivo era repartirse el país con los croatas y aprovecharse de que los bosnios estaban desarmados», recuerda.

Abandonar a Bosnia fue el detonante de la explosión posterior de fundamentalismo islámico en Europa. Hasta entonces no había habido atentados

El factor racial atraviesa todo el conflicto de la antigua Yugoslavia. «Eran musulmanes y los abandonaron por eso», insiste Arria antes de reflexionar: «Creo que dejar a su suerte a Bosnia fue el detonante de la explosión del fundamentalismo islámico posterior en Europa. Hasta entonces, aquí no había habido atentados». Con tristeza añade, «les dimos abrigo, pero no les defendimos»

–¿Qué grado de responsabilidad tiene la ONU en aquella guerra?

–Fue cómplice por omisión, cooperación y complicidad, pero no sólo del entonces secretario general, Butros Ghali. Los servicios de inteligencia occidentales sabían lo que sucedía. Europa, con Reino Unido a la cabeza, mantuvo una connivencia política con Milosevic. También España. Mientras Felipe González pronunciaba discursos a favor de Bosnia, en la ONU votaba lo mismo que los 5 P (en alusión a los 5 países miembros permanentes del Consejo)

Milosevic era un Putin en pequeño. Soñaba con reconstruir la gran Serbia y Putin piensa en la Rusia imperial, ni quiera la de Stalin

–Se puede establecer una comparación entre aquellos sucesos con lo que sucede estos días en Ucrania. ¿Encuentra algún paralelismo entre Milosevic y Vladimir Putin?

–Milosevic era un Putin en pequeño. Soñaba con reconstruir la gran Serbia y Putin piensa en la Rusia imperial, ni quiera la de Stalin. En ambos casos decidieron invadir otros países. Compartían una ambición desmedida, una ferocidad brutal y un desprecio absoluto al orden internacional.

–Pero Milosevic fue juzgado y condenado…

–Así es y Putin ni siquiera ha sido citado por el fiscal de la Corte Penal Internacional. Hay suficientes pruebas para denunciarlo, pero no se ha hecho y sería más letal que el suministro de armas que Occidente le facilita a Zelenski.

–¿A qué lo atribuye?

–La Corte es un aparato sumamente complejo, demora demasiado tiempo para actuar… Por eso, Zelenski, pide con razón la creación de un Tribunal Especial para Ucrania.

Ceder ante Putin sería asumir que ha vencido al mundo libre

–A medida que pasa el tiempo, se alzan las voces que piden una solución diplomática…

–Hay que entender que ésta no es una guerra entre Rusia y Ucrania, lo que se está dando en el corazón de Europa es una guerra contra los valores del mundo occidental. Se ha puesto en cuestión la integridad territorial, la defensa de los derechos humanos… Alguien dijo que Europa lo paga en euros y los ucranianos en sangre. La gente se olvida de que Ucrania defiende esos valores universales y en el fondo, lucha por todos nosotros. Ceder ante Putin sería asumir que ha vencido al mundo libre.

–¿Cómo interpreta que Rusia invadiera Ucrania cuando presidía el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas?

–Esperó al 24 de febrero para hacerlo. Fue su modo de expresar su desprecio al orden internacional. No hay precedente en la historia de una situación así.

–En el libro usted identifica Estados Unidos con la comunidad internacional…

–Se manosea mucho la expresión comunidad internacional, pero lo cierto es que ante los grandes conflictos, incluido el de la antigua Yugoslavia, ha sido la intervención de Estados Unidos la que los ha resuelto. En los Balcanes seguirían en guerra si no fuera por Estados Unidos.

Putin ha logrado que la comunidad internacional, de verdad, emerja. Europa y la OTAN no son lo que eran hace unos años. Putin con su invasión ha conseguido darles sentido

–Pero Europa ahora parece que, aunque a ralentí, ha terminado reaccionando.

–Putin ha logrado que la comunidad internacional, de verdad, emerja. Europa y la OTAN no son lo que eran hace unos años. Putin con su invasión ha conseguido darles sentido.

–Usted dio la batalla para que Naciones Unidas recogiera la figura del genocidio. ¿Por qué era tan importante?

–Hasta ese momento utilizaba el eufemismo «limpieza étnica». Al reconocer el genocidio fuerza a la ONU a intervenir. No se puede quedar indiferente.

–La razón de escribir el libro y citó sus palabras fue hacer «un ajuste de cuentas con la historia», pero lo que se percibe es que lo hace, con dureza, con el exsecretario general, Butros Ghali, el Consejo de Seguridad …

–Es un ajuste de cuentas con la historia del Consejo de Seguridad. Traje al lector a ese «cuarto sin vistas» del Consejo donde realmente se adoptan las decisiones y donde el poder lo ejercen los 5 miembros permanentes (Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia).

El embajador Arria describe de eso modo la habitación donde se celebran las reuniones decisivas.

–¿Cómo se puede sostener el privilegio del veto a las resoluciones de los P5 cuando uno de ellos, la Federación Rusa, ha invadido a su vecino?

–El «gorila del veto», como lo llamo yo, lo crearon Estados Unidos y la Unión Soviética, fue su condición para suscribir la Carta de la ONU. Esta circunstancia ha imposibilitado al Consejo para ejercer sus atribuciones. Lo ha convertido en un órgano minusválido.

–Estados Unidos, China y Rusia tampoco reconocen la Corte Penal Internacional (CPI)…

–Si Putin hubiera llegado al poder un año antes no existiría la Corte Penal Internacional. Ésta se pudo hacer porque era Boris Yeltsin el que estaba en el Kremlin.

–En definitiva, ¿qué efectividad puede tener un órgano de 193 países donde la mitad son regímenes autoriatrios o dictaduras? ¿No dispone la ONU de algo parecido a la Carta Democrática que tiene la OEA?

–Es imposible de entender. En la ONU no se rechaza a nadie… Rusia, aunque parezca increíble, forma parte del Consejo de Derechos Humanos.

–A los genocidas, finalmente, se les pudo juzgar y sentenciar en el Tribunal Penal Especial para Yugoslavia. ¿Quién faltó?

–Butros Ghali y las empresas que colaboraron y ayudaron en las excavaciones de las fosas comunes.

Arria advirtió a Butros Ghali que estaban dadas todas las condiciones para la masacre que luego se produjo en Srebrenica y la por entonces Alta Comisionada para los Derechos Humanos, dijo lo mismo en un informe que Butros Ghali nunca mostró al Consejo.

¿A qué atribuye que hiciera esto? ¿Se podría haber evitado la gran tragedia?

–Me enteré de ese informe de la Alta Comisionada 10 años más tarde. Apostaría que Butros se lo entregó a los miembros permanentes del Consejo, pero no a nosotros. Ellos, los P5, tenían otros intereses.

–Reprocha con especial intensidad al ex secretario general de la ONU, pero los cascos azules también son diana de sus críticas.

–Al viceprimer ministro bosnio, Hakija Turajlic, le asesinaron en un vehículo blindado de la ONU y bajo custodia de la ONU. Los soldados abrieron la puerta del vehículo y le acribillaron a balazos. Fue una imprudencia que se repitió conmigo cuando fui a Srebrenica, con la fortuna que a mi nadie me disparó.

–En el libro denuncia que en lugar de facilitarle la misión para ir a Srebrenica, se la obstaculizaron. ¿A qué lo atribuye?

–Así es, cuando las unidades eran británicas o francesas, en primera instancia, se reportaban directamente con los superiores de sus lugares de destino. No respetaban la autoridad de la Secretaria General de Naciones Unidas.