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Tanque ruso destruido en el frene oriental de la guerra en UcraniaAFP

263 días de guerra en Ucrania

La reedición del guion de Occidente en la Guerra Fría y en la guerra de Ucrania

Ucrania sigue avanzando en el campo de batalla y la moral de sus tropas se mantiene alta. Pero para que el país sobreviva al invierno necesita un «puente aéreo» así como las armas

En junio de 1948, el líder soviético Joseph Stalin bloqueó el sector occidental de Berlín, controlado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia como parte de su plan para dominar en última instancia una Alemania unificada.

Pero Estados Unidos y el Reino Unido respondieron rápidamente al bloqueo de Berlín con lo que se conoció como «el puente aéreo de Berlín», enviando por avión alimentos, carbón y otras necesidades fundamentales a la ciudad asediada y frustrando con éxito el cruel plan de los soviéticos.

En mayo de 1949, Stalin levantó el bloqueo y ese mismo mes se fundó la República Federal de Alemania. Gracias a su inquebrantable postura, Occidente obtuvo una temprana victoria en la Guerra Fría.

¿Occidente se enfrenta a algo parecido a aquel «bloqueo de Berlín» en Ucrania? Se puede comparar, salvando distancias y extensión.

Este otoño, Rusia ha atacado repetidamente la infraestructura civil en toda Ucrania, acabando con los órganos vitales de su economía. Es, sin duda, una estrategia del nuevo responsable de las fuerzas rusas en Ucrania, el general Sergei Surovikin, un militar al que sus colegas motejan como el «General Armagedón».

Rusia ha atacado con éxito el 40 % de las redes eléctricas de Ucrania con una combinación de misiles y aviones no tripulados iraníes. Ha bombardeado instalaciones energéticas, incluidas presas hidroeléctricas, dejando a más de un millón de ucranianos sin electricidad.

En Kiev, el 80 % de los residentes no tienen agua, según el alcalde de la ciudad. Los economistas prevén que la economía de Kiev se reducirá al menos un 35 % en 2022, y Naciones Unidas calcula que nueve de cada diez ucranianos podrían verse bajo el umbral de la pobreza para Navidad.

Por eso, Estados Unidos y Europa deberían garantizar que Ucrania sobreviva al invierno adoptando una serie de medidas, como ayuda financiera adicional, equipos para restablecer la electricidad y la calefacción, y sistemas de defensa aérea para proteger la infraestructura ucraniana del continuo ataque de los misiles rusos.

Una ayuda suficiente a Ucrania garantizará que el país pueda salir de un invierno, como se hizo en plena Guerra Fría con el Berlín occidental. Pero esto es mucho más complejo.

Sin la inyección de 8.500 millones de dólares de Washington, Ucrania se habría quebrado de la noche a la mañana. Gracias en parte a esa ayuda, el sistema bancario, los ferrocarriles y los hospitales del país siguen funcionando.

Ocho meses después de la guerra, Kiev está pagando puntualmente los salarios y las pensiones del Estado. Pero se enfrenta a un déficit presupuestario de entre 5.000 y 6.000 millones de dólares cada mes.

La Unión Europea se comprometió a enviar 9.000 millones de dólares en préstamos en mayo de 2022, pero está retrasando el envío de un último tramo de 3.000 millones. Es probable que no llegue hasta el año que viene. Las promesas públicas están ahí, pero la fuerza de voluntad ha sido escasa.

La ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, declaró: «No permitiremos que la brutalidad de esta guerra lleve a la muerte a masas de ancianos, niños, jóvenes y familias en los próximos meses de invierno».

En octubre, Christian Lindner, ministro de Finanzas de Alemania y partidario del presupuesto, negó que Berlín esté frenando la financiación. Retener o ralentizar la transferencia de fondos aumenta el peligro de que la hiperinflación en Ucrania se dispare.

La Unión Europea contempla la posibilidad de transferir otros 18.000 millones de dólares para 2023, pero es una incógnita si se hará efectiva. La hiperinflación dificultaría aún más al Estado ucraniano mantenerse a flote, por no hablar de proseguir con éxito la guerra.

Pero el dinero no es el único problema al que se enfrenta Kiev. Los ataques de Moscú a la infraestructura energética de Ucrania han provocado apagones en todo el país.

El Gobierno ha pedido a sus ciudadanos que apaguen voluntariamente su electricidad y ha ordenado apagones continuos, reduciendo así la demanda de las centrales eléctricas para que puedan ser reparadas adecuadamente. En general, los ciudadanos están cumpliendo.

El Kremlin también espera que con su campaña de bombardeos provocar un nuevo éxodo hacia Polonia prácticamente insostenible.

También, las ciudades alemanas, ya están desbordadas para absorber una afluencia de más de un millón de refugiados procedentes de Ucrania. La crisis de los refugiados es la mayor que ha vivido Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Victoria Voytsitska, ex presidenta de la comisión de energía del Parlamento ucraniano declaró recientemente en una entrevista en Washington: «Putin no necesita usar armas nucleares para provocar una catástrofe»… «Es imposible proteger el sistema de calefacción de Ucrania».

Los daños que Rusia ha infligido desde mediados de octubre han sido cuantiosos. La mitad de la población de Chernígov, ciudad del norte de Ucrania, carece de agua porque se necesita electricidad para bombearla y suministrarla.

En Zaporiyia, en el sureste, la mitad de la ciudad no tiene calefacción. También preocupa lo que pueda ocurrir si los drones y misiles rusos alcanzan hospitales: los pacientes podrían morir congelados. Son solo algunos ejemplos, y las preocupaciones no son teóricas, son reales.

Ucrania sigue avanzando en el campo de batalla y la moral de sus tropas se mantiene alta. Pero para que el país sobreviva al invierno hace falta un nuevo «puente aéreo» (como el que abasteció Berlín entre 1948-49) tanto como las armas.