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Un ciudadano serbio camina junto a un mural que exalta a los paramilitares del Grupo WagnerAFP

277 días de guerra en Ucrania

Los rusos contrarios a la guerra de Putin se preparan para un largo exilio en Belgrado

Serbia, candidata a formar parte de la Unión Europea, practica un delicado equilibrismo, condenando la invasión en la ONU, pero rechazando alinearse en las sanciones occidentales contra Moscú

El ruidoso alboroto de niños rusos de todas las edades resuena en un apartamento de Belgrado. Con orgullo, gritan a viva voz las nuevas palabras en serbio que su profesora acaba de enseñarles.

Si hace un siglo acogió a miles de rusos blancos que huían de la revolución bolchevique, el país balcánico vuelve a ser tierra de asilo para quienes escapan ahora de la represión, la incertidumbre y la posibilidad de ser reclutados para una guerra que no quieren.

Maria Nefiodova hizo sus maletas cuando los primeros disparos de artillería cayeron sobre Ucrania. Su hijo Artemi, de 10 años, ya habla con fluidez el serbio después de casi nueve meses en Belgrado.

El 24 de febrero, todo cambió, nuestro mundo se puso patas arribaMaria Nefiodova

«Por supuesto, no de la forma en que ha cambiado para la parte directamente afectada, pero nuestro mundo también se hundió», añade Nefiodova.

Según los medios gubernamentales, más de 100.000 rusos llegaron desde el inicio del conflicto a Serbia, en una de las escasas puertas de salida debido al cierre casi completo del espacio aéreo europeo.

El presidente serbio, Aleksandar Vucic, comparó su país con «Casablanca», la ciudad marroquí repleta de refugiados de guerra y espías descrita en la película de 1942.

Hermanos eslavos y ortodoxos

El número exacto de rusos que decidió quedarse en Serbia se desconoce, pero, como referencia, 3.000 empresas rusas se registraron desde febrero, según la cámara de comercio de este país.

Los rusos reciben una calurosa acogida en Serbia. Los dos países, de mayoría eslava y ortodoxa, mantienen desde hace siglos fuertes lazos culturales e históricos.

«Quiero quedarme aquí», explica Ana Cherepanova, madre de dos niños llegada de Moscú, cuyo apartamento en Belgrado sirve de escuela informal de idiomas.

Los niños aman vivir aquí. Si no se sintieran bien, me plantearía partir a otro paísAna Cherepanova

Pero este amor del país balcánico por el «gran hermano ruso» normalmente va de la mano de un respaldo a las políticas del Kremlin, lo que resulta molesto para estos migrantes contrarios al presidente Vladimir Putin.

Camisetas con la efigie del dirigente ruso se venden en las calles turísticas de Belgrado y la letra Z, símbolo de la invasión sobre Ucrania, aparece pintada en las paredes de la capital.

Candidato a formar parte de la Unión Europea, este país balcánico practica un delicado equilibrismo entre Este y Oeste, condenando la invasión en la ONU, pero rechazando alinearse en las sanciones occidentales contra Moscú.

Los rusos que viven en Serbia no dudan en denunciar al Kremlin. Un grupo reunido en una plataforma en línea constituida mayoritariamente de rusos ha organizado numerosas manifestaciones contra la guerra y ha manchado con pintura los grafitis belicistas.

El simple hecho de poder expresar su enfado sin terminar en prisión ya supone una liberación para muchos.

Mejores empleos para los locales

«Los rusos están muy contentos de poder desfilar en medio de la calle e incluso insultar a Putin y a la guerra», declara Sasha Seregina, una arquitecta rusa de 34 años que lleva más de diez en Serbia.

«Algunos han explicado que estaban constantemente mirando sus espaldas para ver si la policía iba a salir de alguna parte y los arrestaba», explica Seregina.

Grandes empresas tecnológicas rusas como Yandex, Luxoft y Wargaming abrieron nuevos locales en Serbia o han ampliado sus estructuras existentes. Trajeron empleados desde Rusia, pero también contrataron locales.

Como todos los Balcanes, Serbia ha sufrido una fuga de talento y los expertos consideran que esta llegada de rusos puede suponer una gran noticia para la economía de este país de menos de siete millones de habitantes.

«La gente educada deja de marcharse cuando el número de empleos bien pagados empieza a subir», afirma Danica Popovic, profesor de economía en la Universidad de Belgrado.

«Si estas empresas tecnológicas comienzan a emplear ingenieros serbios, lo que probablemente harán porque es más barato, tendremos una oportunidad de reducir la emigración», considera Popovic.

Pero todo tiene su contrapartida: algunos se quejan del encarecimiento del alquiler en grandes ciudades como Belgrado o Novi Sad tras la llegada masiva de rusos, en su mayoría de clase media y con ingresos superiores a los alrededor de 650 dólares de salario medio en Serbia.

No todos los rusos se dedican a la informática. Aleksei Novikov, un empresario de 42 años que huyó por temor a ser reclutado, abrió recientemente el primer bar de sidra de la capital serbia.

«En Rusia, los negocios están un poco más avanzados, así que vi oportunidades para aportar algo nuevo en Serbia» señaló Novikov.

«Muchos rusos han llegado recientemente y espero que eso no sea un problema para los serbios. Nos integraremos en la sociedad y haremos cosas buenas para que la vida sea mejor para todo el mundo», asegura el joven empresario ruso.