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Pekín dice «basta» y corta por los sano con las protestas contra la política de «cero COVID»

La policía se está presentando en los domicilios de los manifestantes, registra sus teléfonos móviles y detiene a transeúntes sospechosos de participar en las protestas

Las protestas ciudadanas contra los nuevos confinamientos y la política de «cero COVID» suponen una piedra en el camino del presidente chino Xi Jinping hacia la hegemonía mundial.

Tras su apoteosis en el Congreso del Partido Comunista chino y su redención internacional en la Cumbre de Bali del G20, China parecía que dejaba definitivamente atrás el mal trago de la pandemia de coronavirus y enfilaba su futuro cercano con la vista puesta en el podio de la influencia mundial.

Sin embargo, la ola de contagios de covid más fuerte desde el inicio de la pandemia parece que amenaza las aspiraciones de Xi Jinping.

El incendio de un bloque de viviendas en Xinjiang donde murieron 10 personas después de que los servicios de rescate no pudieran acceder al edificio por estar confinado ha desatado la chispa de una serie de protestas masivas en varias ciudades sin precedentes desde la revolución de Tiananmen de 1989.

Las imágenes de los manifestantes enfrentándose a la policía de forma abierta, en muchos casos obligándoles a replegarse, de protestas a cara descubierta y coreando lemas contra el presidente chino y el Partido Comunista sin miedo a la represión, parece un punto de no retorno.

¿Podrá seguir el régimen de Xi Jinping funcionando como si nada hubiera pasado una vez que las cosas se calmen?

A la vista de la reacción de las autoridades de Pekín, se va a recurrir al «gatopardismo» para calmar las manifestaciones mediante una estrategia del «palo y la zanahoria», aunque con más palo que zanahoria.

Xi Jinping ha dicho «basta», ha dado la orden de adoptar medidas drásticas para atajar las manifestaciones y se ha emprendido una ola represiva contra los manifestantes.

Muchos han informado de que han recibido comunicaciones de la policía citándolos en comisaría, las fuerzas del orden se afanan en reprimir las protestas, acceden a edificios confinados donde los vecinos han decidido romper el encierro y vuelven a introducir a palos a las personas en sus casas que precintan a continuación.

Los policías, infiltrados en redes sociales y canales de mensajería móvil, se adelantan a los planes de los manifestantes y se presentan en los puntos de convocatoria de nuevas protestas antes de que estas comiencen.

Allí detienen a transeúntes sospechosos de participar en las protestas o registran el contenido de los teléfonos para detectar contenido subversivo.

Aquellos que han participado en manifestaciones han comenzado a eliminar de sus teléfonos móviles fotografías, vídeos y el historial de los chats.

Mientras tanto, aunque las autoridades niegan que se hayan producido muertes por las medidas anti covid, admitieron que algunos gobiernos locales se han extralimitado de sus funciones y aplicado medidas anti covid arbitrarias no alineadas con las pautas marcadas desde Pekín.

En ese sentido, funcionarios del Partido Comunista anunciaron que de ahora en adelante perseguirán esos abusos y estrecharán la vigilancia en las administraciones locales para que se cumpla a rajatabla la política de «cero COVID» diseñada por el gobierno chino.

Mientras tanto, las autoridades sanitarias tratan de encontrar a contrarreloj una solución a la baja fiabilidad de la vacuna china Sinovac, eficaz frente a los síntomas más graves de la enfermedad sólo en un 70 %, mientras que las vacunas desarrolladas en occidente, como Pfizer o Moderna, han demostrado una protección del 90 %.

La baja eficacia de la vacuna china, junto con los problemas para vacunar a la población, ha tenido como resultado una escasa inmunidad entre la población china, lo que explica la virulencia de las nuevas variantes cuando en casi todo el mundo la enfermedad ya se ha cronificado.