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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, este sábado

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, este sábadoPresidencia de Ucrania

282 días de guerra en Ucrania

Y ahora, a por Zelenski

Rusia y sus agentes apuestan estos días por atacar al presidente Zelenski, aprovechando algunos errores que le han hecho aparecer como soberbio

Las operaciones militares tienen su propia lógica y, en este momento, después de depararnos nueve meses de relativas sorpresas, la guerra de Ucrania se encuentra en un compás de espera.

En el frente de Jersón, la retirada rusa a la margen derecha del Dniéper ha interpuesto una colosal barrera de agua entre sus fuerzas y las de su enemigo. Es verdad que Rusia, fiel a su obsoleta doctrina táctica por más que se haya revelado ineficaz, sigue bombardeando el otro lado del río. Entre otras razones porque ¿qué otra cosa puede hacer?

Ucrania, por su parte, continúa empleando sus armas de precisión en castigar la logística rusa, pero ya no tiene la enorme ventaja táctica que supone combatir con un Ejército aislado por el río.

Más hacia el este, en el Donbás, la ofensiva ucraniana en Lugansk y la rusa en Donetsk apenas consiguen avanzar a través de los campos embarrados por las intensas lluvias de otoño. En esas condiciones, cada metro ganado se paga a un precio prohibitivo en sangre y en moral.

Ambos ejércitos, el ruso y el ucraniano, tienen mucho trabajo que hacer. Los dos necesitan redesplegar las fuerzas ya innecesarias en Jersón, integrar el personal movilizado y acopiar elementos logísticos.

A los dos conviene esperar a que el invierno solidifique el terreno y permita abrir frentes diferentes

A los dos conviene esperar a que el invierno solidifique el terreno y permita abrir frentes diferentes, peor defendidos, para reanudar los combates donde tácticamente sea ventajoso hacerlo, en lugar de continuar chocando contra un muro.

¿Por qué entonces la carnicería rusa alrededor de Bajmut, una ciudad más que, como Severodonetsk, no influiría nada en el desarrollo de las operaciones posteriores? ¿Por qué las incursiones ucranianas en el Kinburn Spit, donde no hay espacio físico para una cabeza de puente que permita atacar el Jersón ocupado? Más importante, ¿por qué continúan los bombardeos rusos sobre las ciudades ucranianas, tan frecuentes como lo permite la menguante disponibilidad de misiles modernos?

Aunque, sobre el terreno, las expectativas de éxito sean bajas, continúa sin pausa la guerra en el espacio de la información

La pregunta es, desde luego, retórica. Aunque, sobre el terreno, las expectativas de éxito sean bajas, continúa sin pausa la guerra en el espacio de la información. Una guerra que se libra principalmente en dos grandes escenarios: la opinión pública rusa –no despreciamos a la ucraniana, pero a ellos la guerra les viene impuesta– y la de las naciones occidentales –no quisiera ofender tampoco a la opinión pública china o iraní, pero son sus líderes los únicos que tienen derecho a expresarla–.

Por desgracia para Putin, la campaña de bombardeos sobre las ciudades ucranianas, que consuela de los fracasos militares al sector más nacionalista de su opinión pública, le ha hecho daño en Occidente. ¿Cómo contraatacar? ¿Dónde encontrar el centro de gravedad de la resistencia occidental? Con razón o sin ella, Rusia y sus agentes apuestan estos días por atacar el presidente Zelenski, aprovechando algunos errores que le han hecho aparecer como soberbio a los ojos de muchos ciudadanos europeos y americanos.

Secuencia de errores

El primero de ellos es su negativa a negociar, algo en lo que ha tenido que dar marcha atrás porque, como le han insistido sus aliados, la imagen que daba el cerrar la puerta a la esperanza de una paz acordada perjudicaba su causa.

Es obvio que Zelenski no tiene nada que discutir con Putin, que ya ha asegurado que la posesión de las cuatro regiones ucranianas que todavía ni siquiera ha conquistado no va a ser objeto de debate alguno. Pero, al menos, podía haberle echado la culpa al otro lado. En eso, Putin es un maestro: acaba de negarse a sentarse con los EE.UU. para reanudar las discusiones sobre el tratado New Start y ha conseguido que buena parte de la prensa internacional lo presentara bajo este ambiguo titular: «Rusia culpa a los EE.UU. del fracaso de las negociaciones».

El segundo error ha sido puntual. Le ha hecho daño el negarse a reconocer públicamente que fue un misil antiaéreo ucraniano el que cayó en Polonia matando a dos personas. Comprendo a Zelenski: los líderes en guerra casi nunca dan marcha atrás, ni siquiera cuando se equivocan. Perjudica a su carisma. Pero su cerrazón, a pesar de las comedidas explicaciones del presidente Biden, le ha hecho antipático a los ojos de muchos norteamericanos.

Muchos europeos reprochan a Zelenski el tono de exigencia que utiliza para reclamar la entrega de armas más avanzadas o el endurecimiento de las sanciones

El tercero no es del todo un error: muchos europeos reprochan a Zelenski el tono de exigencia que utiliza para reclamar la entrega de armas más avanzadas o el endurecimiento de las sanciones. «Como si tuviera derecho a ello», he oído decir. Pero es que, en realidad, lo tiene.

No se trata solo de que, como tantos líderes occidentales han declarado, sea su pueblo el que ponga la sangre en una guerra que tanto daño está haciendo a Europa y el mundo. Es que, además, tanto los EE.UU. como las dos grandes potencias europeas, Francia y el Reino Unido, están obligados por el Memorándum de Budapest, un tratado internacional suscrito en 1994 y vigente a día de hoy, a garantizar la seguridad de Ucrania a cambio de la entrega de las armas nucleares heredadas del Pacto de Varsovia.

Tenga o no sus razones el presidente ucraniano, lo cierto es que a muchos españoles, quizá un poco cansados de los efectos de la guerra sobre nuestra economía doméstica, ya no les cae tan bien como hace unos meses. Y ese es un flanco débil que los agentes de la propaganda rusa –los mismos que hasta hace poco se mostraban muy preocupados por la posibilidad de una guerra nuclear, pero no tanto como para pedir a Putin que parase la guerra– no dejarán de intentar explotar.

No está de más que los españoles de a pie recordemos que esto no va de Zelenski, sino de su causa

No está de más que los españoles de a pie recordemos que esto no va de Zelenski, sino de su causa. Si, por azar, presenciamos un crimen en la calle, no podemos pararnos a considerar si el anciano atracado es un gruñón insoportable, si la mujer agredida chilla más de lo que debiera o si el niño golpeado tendría que haber estado en el colegio.

No es preciso estar libre de toda culpa para merecer la defensa de la sociedad ante un ataque injusto

Tampoco está libre de toda culpa la nación ucraniana, ni su presidente. Pero nadie nos pide que demos nuestro voto a Zelenski, ni que lo incluyamos en el círculo de nuestros personajes más admirados. Lo que está en juego es muy diferente. Una nación de Europa está siendo atacada por un líder agresivo que desea arrebatarle su territorio y su libertad. ¿Podemos permitirnos el lujo de mirar para otro lado? ¿Cuál es el verdadero precio de no hacer nada?

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