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304 días de guerra en Ucrania

Los escenarios de la guerra para el 2023

Occidente debería estar equipado política, económica e intelectualmente tanto para la derrota de Rusia como para su victoria en este conflicto

Todos esperamos que el año entrante, el 2023, sea mejor que el 2022. Ya se esperó esto mismo anteriormente cuando en 2021 vivimos el azote de la pandemia, pero todo fue «a mucho peor».

Hemos entrado en un curso histórico de riesgo e incertidumbre que el año entrante lamentablemente no podrá salvar. Algo muy poco navideño, pero ciertamente realista. El curso histórico en el que nos situamos es un auténtico «Grinch».

La guerra en Ucrania, como todo conflicto, es inherentemente impredecible. De hecho, el curso del conflicto ha servido para invalidar los pronósticos iniciales de que Ucrania caería rápidamente; es imposible descartar una inversión de las circunstancias actuales. Es ya larga y se prevé una prolongación indeterminada y peligrosa.

Según recientes análisis occidentales, existen tres escenarios que abocan a Rusia a la derrota:

Cualquier atisbo de diálogo diplomático entre Rusia, Ucrania y Occidente ha desaparecido

El primer escenario, y el menos probable, es que Rusia acepte su derrota con un acuerdo negociado en los términos de Ucrania. Mucho tendrían que cambiar las cosas porque cualquier atisbo de diálogo diplomático entre Rusia, Ucrania y Occidente ha desaparecido.

El alcance de la agresión rusa y su magnitud harían difícil que Ucrania aceptara cualquier acuerdo diplomático que supusiera algo menos que una rendición total de Rusia.

El Kremlin podría afirmar que se está preparando para un largo juego en Ucrania, dejando abierta la posibilidad de nuevas incursiones militares

Dicho esto, un gobierno ruso –bajo Putin o su sucesor– podría intentar retener Crimea y pedir la paz en otro lugar. Para salvar las apariencias a nivel interno, el Kremlin podría afirmar que se está preparando para un largo juego en Ucrania, dejando abierta la posibilidad de nuevas incursiones militares.

Podría culpar de su bajo rendimiento a la OTAN, argumentando que las entregas de armas de la alianza, y no la fuerza de Ucrania, impidieron una victoria rusa. Para que este enfoque sea aceptado por el régimen, los partidarios de la línea dura –incluido el propio Putin– tendrían que ser excluidos y esto sería ilusorio.

En el peor de los casos, Rusia podría optar por un ataque nuclear contra Ucrania

Un segundo escenario para la derrota rusa implicaría un fracaso en medio de la escalada. El Kremlin buscaría de forma nihilista prolongar la guerra en Ucrania mientras lanza una campaña de actos de sabotaje «no reconocidos» en los países que apoyan a Kiev y en la propia Ucrania. En el peor de los casos, Rusia podría optar por un ataque nuclear contra Ucrania.

La guerra viraría entonces hacia un enfrentamiento militar directo entre la OTAN y Rusia. Rusia pasaría de ser un Estado revisionista a un Estado canalla, una transición que ya está en marcha y que endurecería la convicción de Occidente de que Rusia representa una amenaza única e inaceptable.

El tercer y último escenario para el final de la guerra sería la derrota a través del colapso del régimen

El tercer y último escenario para el final de la guerra sería la derrota a través del colapso del régimen, con las batallas decisivas teniendo lugar no en Ucrania, sino más bien en los pasillos del Kremlin o en las calles de Moscú.

Putin ha concentrado rígidamente el poder en sus propias manos, y su obstinación en proseguir una guerra perdida ha colocado a su régimen en un terreno inestable.

Estados Unidos y Europa deberían prepararse para un gran desorden regional y mundial

Reitero que estos pronósticos obedecen a los análisis y deseos de Estados Unidos y sus aliados. Pero, aunque la derrota de Rusia tendría muchos beneficios, no nos salvarían de este tiempo de incertidumbre y desestabilidad. Estados Unidos y Europa deberían prepararse para un gran desorden regional y mundial.

Desde 2008, Rusia ha sido una potencia revisionista. Ha redibujado fronteras, se ha anexionado territorios, se ha inmiscuido en elecciones, se ha metido en varios conflictos en África y ha alterado la dinámica geopolítica de Oriente Medio al apoyar a Bashar al-Assad.

Si Rusia optara por una escalada radical o se sumiera en el caos en lugar de aceptar una derrota mediante la negociación, las repercusiones se dejarían sentir en Asia, Oriente Próximo y, por supuesto en Europa. El desorden podría adoptar la forma de separatismo y conflictos renovados en Rusia y sus alrededores, que, no perdamos de vista, es el país más grande del mundo en masa terrestre.

¿Quién obtendría el control de las armas nucleares rusas? Una derrota desordenada de Rusia dejaría un peligroso agujero en el sistema internacional

La transformación de Rusia en un Estado fallido y desgarrado reavivaría cuestiones con las que los responsables políticos occidentales tuvieron que lidiar en 1991: por ejemplo, ¿quién obtendría el control de las armas nucleares rusas? Una derrota desordenada de Rusia dejaría un peligroso agujero en el sistema internacional.

Convencer a Putin de la derrota mediante la negociación es imposible. De otro lado, Zelenski, exigiría a Moscú cláusulas inaceptable sobre los territorios de Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia

Intentar convencer a Putin de la derrota mediante la negociación es imposible. De otro lado, Zelenski, exigiría a Moscú cláusulas inaceptable sobre los territorios de Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia, nominalmente controlados por Rusia. Cualquier dirigente ruso, ya fuese Putin u otro, no lo aceptaría.

Brasil, China e India

El presidente chino, Xi Jinping, en noviembre, tras reunirse, con Olaf Scholz afirmó oponerse «al uso o la amenaza del uso de armas nucleares». Si Putin desafiara esta advertencia, corre el riesgo de un aislamiento total.

Una Rusia reducida y rota no daría paso necesariamente a una edad dorada de orden y estabilidad

De otro lado, si Rusia sufriera una derrota en Ucrania, los responsables políticos occidentales deberían tener en cuenta que una Rusia disminuida repercutiría en los conflictos de todo el planeta, incluidos los de África y Oriente Medio, por no mencionar la misma Europa. Una Rusia reducida y rota no daría paso necesariamente a una edad dorada de orden y estabilidad.

Occidente debería estar equipado política, económica e intelectualmente tanto para la derrota de Rusia como para su victoria en este conflicto. 2023, a pesar de nuestros buenos deseos, nos adentra en la incertidumbre.

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