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Benedicto XVI bendice a la multitud congregada en Sao Paulo, con motivo de la canonización de Fray GalvaoGTRES

Benedicto XVI y la teología de la liberación

¿Qué propósito tenía la Instrucción referida a la teología de la liberación? le preguntaron a Benedicto XVI los periodistas durante el vuelo a Brasil, con ocasión de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en mayo del 2007

Benedicto XVI, fiel a su lema episcopal, colaborador de la verdad, tuvo durante su pontificado, y antes también, una postura nítida, clara, y al mismo tiempo fraterna, con todas la personas y posiciones teológicas que se apartaban de las verdades de la fe de la Iglesia.

Así fue con el Cardenal Marcel Lefebvre, Hans Küng, Edward Schillebeeckx, Tissa Balasuriya, Charles Curran y los teólogos de la liberación como Leonardo Boff y Jon Sobrino.

Colaborador de la verdad, sin renunciar al diálogo «dirigido a descubrir la verdad», ahí están los encuentros con Habermas, Flores D’Arcais o el diálogo y correspondencia con Piergiorgio Odifredi, publicado ayer, con el título: In camino alla ricerca della veritá. (En camino hacia la búsqueda de la verdad).

La primera declaración formal en cuanto Prefecto de la Doctrina de la Fe respecto de la teología de la liberación se encuentra en la Instrucción: Sobre algunos aspectos del teología de la liberación del año 1984 la que puede ser complementada con la Instrucción: Sobre la Libertad Cristiana y Liberación de 1986.

Tratamos de librarnos de falsos milenarismos, de librarnos también de una mezcla errónea de Iglesia y política, de fe y políticaBenedicto XVI

¿Qué propósito tenía la Instrucción referida a la teología de la liberación? Benedicto XVI, en la entrevista concedida a los periodistas durante el vuelo hacia Brasil, con ocasión de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en mayo del 2007, respondió: «Nosotros, con la Instrucción dada a su tiempo por la Congregación para la doctrina de la fe, tratamos de realizar una labor de discernimiento. Es decir, tratamos de librarnos de falsos milenarismos, de librarnos también de una mezcla errónea de Iglesia y política, de fe y política; y de mostrar la parte específica de la misión de la Iglesia, que consiste precisamente en responder a la sed de Dios y por tanto también educar en las virtudes personales y sociales, que son condición necesaria para hacer que madure el sentido de la legalidad.»

No obstante, en 1983, en el texto Presupuestos, problemas y desafíos de la Teología de la Liberación se preguntaba: ¿Qué es propiamente la teología de la liberación? «En una primera aproximación podemos decir: la teología de la liberación pretende dar una nueva interpretación global de lo cristiano; explica el cristianismo como una praxis de la liberación y pretende ser ella misma una introducción a esta praxis. Pero, como según esta teología, toda la realidad es política, así también la liberación es un concepto político, y la introducción a la liberación tiene que ser una introducción a la acción política. «Nada queda fuera del compromiso político. Todo se da con una coloración política».

La Conferencia de Puebla

El Cardenal Ratzinger advierte que el concepto de teología de la liberación, en la acepción restringida a aquellos teólogos que de alguna manera han hecho suya la opción fundamental marxista, solo se comienza a utilizar después de la Conferencia de Puebla,

Ahora bien, para el Cardenal Ratzinger la Teología de la Liberación es un fenómeno universal en tres sentidos:

En primer lugar, «consiste en una nueva forma de comprender y realizar el cristianismo en su totalidad». «Por eso afecta a la teología en su estructura fundamental, y no sólo en sus contenidos particulares. Por eso mismo altera todas las formas de la vida eclesial: la constitución eclesiástica, la liturgia, la catequesis, las opciones morales.»

La teología de la liberación tiene, ciertamente, su centro de gravedad en América Latina; pero no es, de ninguna manera, un fenómeno exclusivamente latinoamericanoCardenal Ratzinger

En segundo lugar, «la teología de la liberación tiene, ciertamente, su centro de gravedad en América Latina; pero no es, de ninguna manera, un fenómeno exclusivamente latinoamericano. No es imaginable sin la influencia decisiva de teólogos europeos y también norteamericanos.»

En tercer lugar, la teología de la liberación traspasa los límites confesionales, «trata de crear, desde su punto de partida, una nueva universalidad, para la cual las separaciones clásicas de las Iglesias deben perder su importancia.»

De acuerdo al Cardenal Ratzinger, algunos de los conceptos fundamentales de la teología de la liberación y que representan una nueva interpretación y contenido del cristianismo los podemos advertir, por ejemplo, en la nueva manera de entender la fe, esperanza y caridad.

Con respecto a la fe, comenta el cardenal, Jon Sobrino dice, por ejemplo: «La experiencia que Jesús tiene de Dios es radicalmente histórica. Su fe se convierte en fidelidad». Sobrino reemplaza la fe por la «fidelidad a la historia» Jesús es fiel a la profunda convicción de que el misterio de la vida de los hombres... es realmente lo último... Aquí se produce aquella fusión entre Dios y la historia que hace posible a Sobrino conservar con respecto a Jesús la fórmula de Calcedonia, pero con un sentido totalmente alterado: se ve cómo los criterios clásicos de la ortodoxia no pueden ser aplicados a esta teología.

Reducción de Jesús al «Jesús histórico»

En este mismo sentido Ignacio Ellacuría, continúa el cardenal, en la portada del libro que trata de este asunto, señala: Sobrino «dice de nuevo que Jesús es Dios, pero agregando inmediatamente que el verdadero Dios es aquel que se revela históricamente y con escándalo en Jesús y en los pobres que continúan su presencia.» La reducción de Jesús, al llamado Jesús histórico.

La esperanza se interpreta como «confianza en el futuro» y como trabajo para el futuro, y con esto se subordina nuevamente a la dominante de la historia de clases.

El «amor» consiste en la «opción por los pobres», es decir, coincide con la opción por la lucha de clases

El «amor» consiste en la «opción por los pobres», es decir, coincide con la opción por la lucha de clases. Frente al «falso universalismo», los teólogos de la liberación subrayan con fuerza la parcialidad de la opción cristiana: tomar partido es, según ellos, condición fundamental para una correcta hermenéutica de los testimonios bíblicos.

La lectura marxista, según Ratzinger

En esto sostiene el cardenal, «pienso que se puede reconocer clarísimamente la mezcla entre una verdad fundamental del cristianismo y una opción fundamental que no es cristiana, lo cual hace aparecer al conjunto como algo seductor. El Sermón de la Montaña es la elección de Dios en favor de los pobres. Pero la interpretación de los pobres desde la dialéctica marxista de la historia y la interpretación de la elección en el sentido de la lucha de clases, representan un salto «eis allo genos» (hacía otro género) en el cual, lo contrario se presenta como idéntico.»

Por otra parte, continúa, «la idea fundamental de la predicación de Jesús es el Reino de Dios. Este concepto está también en el centro de las teologías de la liberación, pero comprendido a la luz de la hermenéutica marxista.

El Reino, según J. Sobrino, no hay que entenderlo espiritual ni universalmente, como una reserva escatológica abstracta. Debe ser comprendido en referencia a un partido y de cara a la praxis.

A este respecto cabe mencionar también una idea fundamental de cierta teología posterior al Concilio que se ha desenvuelto en la misma dirección. Se ha sostenido que, según el Concilio, «se debería superar todo dualismo: cuerpo y alma, natural y sobrenatural, inmanencia y trascendencia, presente y futuro. Después de haber eliminado estos dualismos, no queda sino la posibilidad de trabajar por un reino que se realice en esta historia y en su realidad político-económica.»

La inversión inmanente de los conceptos cristianos por parte de la teología de la liberación, también alcanza a la nueva interpretación sobre la muerte, resurrección, éxodo y eucaristía.

La palabra «Redención» se sustituye generalmente por la palabra «liberación»

«El «Misterio Pascual» se entiende como un símbolo revolucionario, y, por consiguiente, la «Eucaristía» se interpreta como una fiesta de liberación, en el sentido político-mesiánico y de su praxis». La palabra «Redención» se sustituye generalmente por la palabra «liberación», la cual a su vez es entendida, a la luz de la historia y de la lucha de clases, como «proceso de liberación en marcha.»

La teología de la liberación luego de la caída de los socialismos reales, resulta motivo de atención por parte del Cardenal Ratzinger, cuando en el Encuentro con la Comisiones doctrinales de América Latina (Guadalajara, México, 7 de mayo de 1996) leyó un texto que tituló Sobre la situación actual de la Fe y la Teología.

©GTRES

En el texto citado el cardenal sostiene que «en los años ochenta, la teología de la liberación en sus formas radicales aparecía como uno de los más urgentes desafíos para la fe de la Iglesia. Un desafío que requería respuesta y clarificación, porque proponía una respuesta nueva, plausible y, a la vez, práctica, a la cuestión fundamental del cristianismo: el problema de la redención.»

Efectivamente, en el fondo se encuentra siempre la misma constatación: experimentamos un mundo que no se corresponde con un Dios bueno. Pobreza, opresión, toda clase de dominaciones injustas, sufrimiento de justos e inocentes, constituyen los signos de los tiempos, de todos los tiempos.

De esta experiencia, la teología de la liberación deducía que esta situación, que no debe perdurar, sólo puede ser vencida mediante un cambio radical de las estructuras de este mundo, que son estructuras de pecado, estructuras de mal. Si el pecado ejerce su poder sobre las estructuras, y el empobrecimiento está programado de antemano por ellas, entonces su derrocamiento no puede producirse mediante conversiones individuales, sino mediante la lucha contra las estructuras de la injusticia.

Pero esta lucha, como se ha dicho, debería ser una lucha política, ya que las estructuras se consolidan y se conservan mediante la política.

De este modo, la redención se convertía en un proceso político, para el que la filosofía marxista proporcionaba las orientaciones esenciales. Se transformaba en una tarea que los hombres mismos podían, e incluso debían, tomar entre manos, y, al mismo tiempo, en una esperanza totalmente práctica: la fe, de teoría, pasaba a convertirse en praxis, en concreta acción redentora en «el proceso de liberación.»

El hundimiento de los sistemas de gobierno de inspiración marxista en el Este europeo resultó ser, para esa teología de la praxis política redentora, una especie de ocaso de los diosesCardenal Ratzinger

Sin embargo, «el hundimiento de los sistemas de gobierno de inspiración marxista en el Este europeo resultó ser, para esa teología de la praxis política redentora, una especie de ocaso de los dioses: precisamente allí donde la ideología liberadora marxista había sido aplicada consecuentemente, se había producido la radical falta de libertad, cuyo horror aparecía ahora a las claras ante los ojos de la opinión pública mundial.»

La redención sustituida por una liberación que nunca llegó, debido a que cuando la política quiere ser la redención, promete demasiado y pretender hacer la Obra de Dios, sin dios, se convierte en demoníaca. Sin embargo, la pretensión de la Jerusalén terrestre no ha decaído, pese al fracaso experimentado.

Me parece probable que en el futuro se hagan presentes otras formas de marxismoRatzinger

Por eso, dice el cardenal Ratzinger que, «me parece probable que en el futuro se hagan presentes otras formas de marxismo» en clave de la teología de la liberación, y así ha sido. La aparición de sucedáneos de la teología de la liberación, indigenista, ecologista y feminista, confirman la afirmación del Cardenal.

Pero como ya sabemos, la redención no puede ser alcanzada por una liberación de estructuras y por la revolución, sino por el amor cuyo fundamento y culmen, pueden ser vividos por los cristianos que son auténticos «colaboradores de la verdad», tal como ha sido la vida y obra de Josef Ratzinger, el Papa emérito Benedicto XVI.

*Juan Carlos Aguilera es profesor de filosofía y fundador del Club Polites