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El presidente de Venezuela Nicolás MaduroAFP

El Debate en América

¿Próspero Año Nuevo para Venezuela?

Nos enfrentamos ahora, luego de 9 años de gobierno ilegítimo, a una condición de significativa inestabilidad política, social y económica

Se van a cumplir 10 años desde que Nicolás Maduro llegó a la presidencia, en abril de 2013, con un nivel de apoyo electoral mucho más bajo que el que tuvo Chávez hasta su muerte. Ganó unas elecciones, con una diferencia de solo 1,5 % sobre el candidato de la oposición. El ruido de fondo del fraude se sigue oyendo.

Una ruptura fundamental en el proceso bolivariano se produjo cuando, con la victoria aplastante en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, la oposición alcanzó una mayoría cualificada de dos tercios en la Asamblea Nacional (AN).

Pero, en lugar de reconocer esta severa derrota e iniciar una profunda reflexión autocrítica sobre sus causas, el Gobierno no vio la necesidad de cambios en sus políticas y atribuyó la crisis y la victoria de la oposición a lo que ha denominado la «guerra económica» por parte de la «derecha política» y del «imperio norteamericano», y más tarde a las sanciones internacionales.

Sin embargo, estos componentes del asunto no son, en sí mismos, suficientes para explicar la profunda crisis social, económica y cultural del país o los niveles de descontento en la población que estamos sufriendo desde entonces, y que ha evolucionado de mal hacia peor.

Corrupción generalizada

El desate de los monstruos de la corrupción generalizada, la disolución de las estructuras institucionales, la burocracia genéticamente ineficiente, la inseguridad personal y jurídica, la hiperinflación, el bajísimo poder adquisitivo, las distorsiones que genera una paridad cambiaria insostenible, el mal manejo de la pandemia de Covid-19 y el deterioro de la calidad ambiental, conforman el marco-contexto de la crisis.

Por otra parte, los resultados de los últimos procesos electorales pusieron en evidencia la consolidación de una estructura electoral fraudulenta, la cual se inició con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, superando con creces las patrañas del gobierno anterior, y cuyo propósito es impedir o entorpecer la expresión de la voluntad genuina a través del voto, con la complicidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), designados al margen de la ley.

Confiscar el voto

Algunos ejemplos de acciones ilegales adelantadas por el gobierno para confiscar el derecho al voto y con él, la democracia, han sido, desde el impedimento de la convocatoria de los dos Referendo Revocatorios contra el presidente (2016 y 2022).

La elección de los miembros de la ANC sin algún mecanismo de observación imparcial, testigos o auditoria; la suspensión inconsulta de las elecciones regionales para gobernadores; no permitir la inscripción de las organizaciones políticas que adversan al gobierno, ni el uso de sus tarjetas electorales; el uso masivo, público y notorio, casi obsceno, de los recursos del Estado y de grupos violentos en apoyo a los candidatos del gobierno; el uso de la intimidación y coerción a los funcionarios públicos, a los beneficiarios de Misiones oficiales y pensionados, a los periodista s y a los medios de comunicación opositores.

Organismos paralelos

Súmele la creación de organismos paralelos, con competencia y recursos financieros controlados por los gobernadores perdedores, en aquellos Estados donde ganó el candidato opositor; la negativa de abrir el Registro Electoral Permanente (REP) lo cual impide que cerca de 1 y medio millón de nuevos electores y que los 7,5 millones que han migrado, puedan inscribirse o votar.

Así pues, el gobierno cerró casi todas las puertas a la dinámica democrática, participativa y protagónica del pueblo venezolano, además de sumirlo en la mayor miseria que hayamos conocido. De aquí en adelante el panorama está marcado por una gran inestabilidad, un poco de caos y mucha incertidumbre.

Liderazgo opositor

Mientras tanto, el liderazgo opositor sigue en desbandada y con rumbo cada vez más incierto, en particular por la decisión suicida que sus líderes han tomado para defenestrar al «gobierno interino» de Guaidó y, con ello, liquidar al único líder creíble y a la «hoja de Ruta» que le servía de guía al pueblo opositor, sin haber presentado un plan alterno frente a un gobierno empeñado en permanecer «como sea» en el poder y convertirnos en Estado Socialista y Comunal.

Nos enfrentamos ahora, luego de 9 años de gobierno ilegítimo, a una condición de significativa inestabilidad política, social y económica, pues la burbuja de bienestar artificial creada por el incremento en la circulación del dólar americano como moneda nacional de hecho, le explotó en la cara y la inmensa devaluación del Bolívar, 39% en un mes, redujo a la mitad el ya precario monto del salario mínimo.

Mientras tanto, la gente común continúa lidiando con las calamidades del día a día, sin que haya ningún anuncio que nos permita avizorar una mejoría en la crisis que nos agobia.

Este año que termina, y sin duda el que comienza nos encontrará, entonces, lidiando con la segunda economía «más miserable del mundo», pero también, y eso espero, convertido en un campo de batalla decisivo por la democracia y la libertad y para la construcción de otro modo de vida, mejor y posible.

  • Alex Fergusson es autor de 19 libros, profesor-Investigador de la Universidad Central de Venezuela y asesor en Gerencia de Conflictos y Negociación