Francia
La reforma de las pensiones pone a Los Republicanos ante el dilema de aparecer como dóciles aliados de Macron
Eric Ciotti pone a prueba su promesa de una derecha sin complejos
Eric Ciotti fue elegido el pasado 11 de diciembre, y con el 53.7 % de los votos, presidente de Los Republicanos (Lr), la formación de referencia del centroderecha francés, heredera de las corrientes gaullista, liberal, conservadora y democristiana. Es la que más tiempo ha ejercido el poder en Francia desde el advenimiento de la V República, en 1958.
Mas desde la derrota de Nicolas Sarkozy frente a François Hollande en 2012; y, sobre todo, desde la irrupción de Emmanuel Macron en el tablero político, está de capa caída; nunca en la historia del régimen instaurado por el general Charles de Gaulle había perdido tres elecciones presidenciales consecutivas.
En la última, celebrada en abril, la candidata de Lr, Valérie Pécresse, no logró superar el fatídico listón del 5 % de los sufragios.
Por si no fuera suficiente, Lr, partido con una cultura política de mayoría absoluta –primero sumando los escaños de sus distintas corrientes, posteriormente en solitario–, se ha quedado con una treintena de escaños en una Asamblea Nacional de casi 600.
El reto al que se enfrenta Ciotti consiste, así las cosas, en culminar con éxito una operación en dos tiempos: detener la decadencia del partido y sentar las bases de su renacimiento para que vuelva a ser un elemento central de la política francesa.
Ciotti se ha hecho con el control del partido mediante un discurso de derecha desacomplejada, fiel a la imagen que se ha labrado a lo largo de quince años.
Es abiertamente partidario de sancionar –privándoles, por ejemplo, de ayudas públicas– a los padres cuyos hijos faltan reiteradamente a clase, fue ponente, en su momento, de una ley que impulsa la imposición de una disciplina militar a los delincuentes menores de edad y en materia de inmigración e identitaria, resulta difícil distinguir entre sus posiciones y las de Marine Le Pen, la lideresa de la Agrupación Nacional.
Sin embargo, en las próximas semanas podría verse abocado a matizar notablemente este discurso que hasta la fecha le ha sido rentable. Hay dos razones que lo explican.
La primera es la conformación, que está teniendo lugar estos días, de la nueva directiva de Lr: el nuevo presidente, que también es un fino táctico –lleva toda la vida dedicado en cuerpo y alma a la política y solo ha perdido una elección, que era de ámbito local–, sabe que la reconstrucción del partido pasa por una gestión integradora.
Lo que significa dar ciertas garantías al sector moderado del partido.
Pero es la segunda la que representa la prueba de fuego para Ciotti: desde hace unos días, la Asamblea Nacional –después le llegará el turno al Senado– debate la reforma de las pensiones, piedra angular del segundo mandato de Emmanuel Macron, que para salvar el sistema pretende aplazar la edad de jubilación hasta los 64 o 65 años.
Obviamente, Ciotti y los suyos no votarán la reforma a pies juntillas: hay negociaciones en curso entre el Gobierno y Lr.
Sin embargo, en caso de apoyar sin contrapartidas a Macron, el discurso desacomplejado de Ciotti –ordre, travail, identité– quedará deslegitimado y muy tocado; si se echa al monte, su imagen de gobernante responsable quedará hecha trizas.
En sus manos está superar la trampa con forma de pinza que le tienden Le Pen y Macron.