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Los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador (C), de EE.UU., Joe Biden (Iz), y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau en Ciudad de México

Los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador (C), de EE.UU., Joe Biden (Iz), y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau en Ciudad de MéxicoNicolas Asfouri / AFP

Biden, AMLO y Trudeau: 'los tres caballeros' y los entresijos de la Cumbre de México

Como aquellos tres amigos del cine clásico animado mostraron su cercana relación e intención de aumentar la cooperación

El presidentes de Estados Unidos Joe Biden y Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, viajaron a México para reunirse con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador en la cumbre de los 'Three Amigos'.

Efectivamente, los tres jefes de Estado parecían esos «tres amigos» de la vieja película de animación, de 1944, Los tres caballeros (The Three Caballeros) producida por Walt Disney. Biden, el «Pato Donald», junto a sus nuevos amigos; López Obrador, el bravo gallo «Panchito Pistolas», y Justin Trudeau que no encaja tanto con el loro fumador «Pepito Carioca».

Como aquellos tres amigos del cine clásico animado mostraron su cercana relación e intención de aumentar la cooperación, principalmente en temas económicos y migratorios.

El presidente mexicano pidió a su homólogo estadounidense presionar al Congreso de su país para lograr una reforma migratoria y se mostró agradecido por su apertura a realizar cambios en sus políticas. Expresó su interés para que la región sea «el lugar más competitivo, próspero y resiliente en todo el mundo».

Algo ha cambiado, porque López Obrador había optado por una postura abiertamente antiestadounidense. Proponiendo una especie de «MEXIT» (a semejanza del BREXIT inglés). Además, anteriormente se había confrontado públicamente con Biden en algunos asuntos entre ellos la política energética.

López Obrador ha impulsado una serie de leyes que discriminan la producción de energía por parte de empresas extranjeras y la energía generada en Estados Unidos en favor de las empresas estatales de petróleo y gas, como Pemex o la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de México.

Las empresas estadounidenses y canadienses han asumido posturas públicas cada vez más críticas, argumentando que México está violando los compromisos que adquirió en el «Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá» y que sustituyó al «Tratado de Libre Comercio de América del Norte» en 2020.

La paciencia de EE.UU. se comenzó a agotar en julio cuando su secretaria de Comercio anunció que la administración Biden iniciaría un «proceso de consultas de solución de controversias», lo que iba a dar lugar a aranceles sobre una amplia gama de productos mexicanos.

El gobierno canadiense no tardó en seguir su ejemplo, cuestionando el esfuerzo de López Obrador por establecer el control gubernamental sobre el sector petrolero y eléctrico del país y dar marcha atrás en la liberalización del sector energético que establecía el acuerdo comercial.

La inclusión de México en una zona de libre comercio con sus vecinos más ricos del norte ha convertido al país en una potencia manufacturera

Para México, abandonar el acuerdo sería un suicidio económico y político. La inclusión de México en una zona de libre comercio con sus vecinos más ricos del norte ha convertido al país en una potencia manufacturera y ha funcionado como garante de estabilidad al asegurar a los inversores internacionales que el gobierno mexicano cumpliría las normas.

Por otra parte, Norteamérica sigue dependiendo de la ayuda de México en cuestiones de inmigración y seguridad. Por eso Biden agradeció a López Obrador el «recibir» en su territorio a aquellos que son deportados por ingresar a Estados Unidos de manera ilegal y aprovechó para hablar sobre la visita que realizó a El Paso, Texas previo a su llegada a México.

Allí, en la frontera, el presidente estadounidense dialogó con agentes migratorios y vio la situación que experimentan miles de migrantes a diario de primera mano. La semana pasada, el Gobierno de Biden anunció una nueva política que permitirá el ingreso de hasta 30.000 inmigrantes mensuales provenientes de Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití, siempre y cuando lo hagan por vía aérea con el fin de descongestionar las fronteras terrestres.

Las autoridades migratorias de Estados Unidos informaron que reportaron que, durante el año fiscal 2022, detuvieron a un récord de 2,2 millones de personas que buscaban llegar al otro lado de la frontera. Un movimiento migratorio muy considerable.

Con todo las políticas de López Obrador no sólo han dañado la democracia de México, sino también su economía. La inversión nacional y extranjera ha disminuido a medida que el gobierno chapuceaba en su respuesta a la pandemia; echaba atrás reformas que habían ayudado a impulsar el crecimiento, como la inversión en energías renovables; y creaba incertidumbre regulatoria, gracias a la actitud adversa del presidente hacia las partes del sector privado que no cumplen con su sistema clientelista.

Además, en estos años de pandemia, las malas condiciones económicas empeoraron con la crisis de la COVID-19 y el PIB de México se contrajo más que el de cualquier otro país latinoamericano.

Y las perspectivas de recuperación son escasas, dada la inflación mundial y la desconfianza de los inversores en el liderazgo económico de López Obrador.

El presidente mexicano sabe que jugar la populista carta antiyanqui, que le reporta beneficios políticos y electorales, pero, con todo, las encuestas muestran que la mayoría del país apoya el libre comercio. Apuntarse votantes y acumular capital político es lo que más le importa, pero ahora le preocupa, tal vez, evitar un retorno a lo que el poeta mexicano Octavio Paz llamaba «el laberinto de la soledad». México siempre está expuesto a consumirse, hundido en el proteccionismo, el nacionalismo, la corrupción, el crimen y la pobreza.

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