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Emmanuel Macron en Burkina Faso durante su primer gira por África en 2017Ludovic Marin / GTRES

Francia, expulsada de Mali y Burkina Faso, busca una nueva estrategia en África

Hay un sunami de reproche en África contra el pasado colonial de Francia que hace que su influencia geopolítica se reduzca drástica y rápidamente

Francia busca redefinir su estrategia militar y política en el Sahel, tras ser reemplazada por los rusos en Malí y verse conminada a retirar su contingente de Burkina Faso, en plena expansión yihadista en esa región africana.

El presidente Emmanuel Macron prometió en febrero de 2022 comunicar los nuevos lineamientos de la política francesa en un plazo de seis meses, tras anunciar el fin de la operación antiyihadista Barkhane iniciada en 2014.

Un año más tarde, esas conclusiones aún se hacen esperar, aunque deberían comunicarse «en las próximas semanas», indicó una fuente gubernamental.

La pérdida de influencia de Francia es significativa y sus relaciones con la junta en el poder en Mali están en punto muerto.

El último soldado francés partió de Mali en agosto, después de nueve años de operaciones militares. Y la junta en el poder en la excolonia francesa contrató los servicios del grupo mercenario ruso Wagner.

Los militares franceses se retiraron también en diciembre de República Centroafricana, donde habían llegado para tratar de frenar las violencias intercomunitarias.

Y esta semana, Francia anunció la partida de los 400 miembros de sus fuerzas especiales desplegadas en Burkina Faso, tras la denuncia por este país del acuerdo de 2018 que autorizaba su presencia.

Esos hechos, entre otros, son reveladores de un tsunami geopolítico y las potencias que buscan ampliar su influencia, empezando por Rusia, incentivan la degradación de la imagen de Francia en las opiniones públicas regionales.

«Francia debe vivir con el reproche de que es responsable del balance [negativo] de las independencias» de sus excolonias, afirmó Stephen Smith, profesor de la universidad estadounidense de Duke, en el diario Le Figaro.

«Pero queda por entender la paradoja de que esa responsabilidad [que se le imputa a Francia] aumenta velozmente mientras su influencia en África se reduce a su mínima expresión», agregó Smith.

Efecto bumerán

Francia trató de preservar sus redes e intereses después de los procesos de independencia de los años 50 y 60.

Unos 100.000 franceses viven en África occidental y central y numerosas empresas galas están implantadas en esa región. Pero esa implicación se vuelve ahora contra ella, como un bumerán.

«Francia paga su voluntad de mantener una presencia política y militar en su antiguo coto» africano, dijo a Afp el director del Proyecto Sahel de la organización Crisis Group de solución de conflictos, Jean-Hervé Jézéquel.

«En el Sahel, hay responsabilidades compartidas. Pero Francia tuvo un papel de líder y en consecuencia tiene que asumir sus responsabilidades», añadió Hervé Jézéquel.

Macron afirmó en el pasado verano boreal que la redefinición de la influencia francesa en África podría pasar por acuerdos con las fuerzas armadas locales.

«El Elíseo [la Presidencia francesa] les pide ahora a sus fuerzas armadas mostrarse discretas al sur del Sáhara», ironiza Stephen Smith.

Un desafío agudo en el plano militar

Mali quedó fuera de alcance de sus tropas y, al igual que Burkina, se ve desbordado por la acción de grupos yihadistas de la órbita de Al Qaida y por la organización terrorista autodenominada Estado Islámico (EI), que se extienden hacia el Golfo de Guinea.

«Es una confusión, no tenemos estrategia», afirma un exmilitar de la operación Barkhane, que lamenta la falta de una visión global coherente de las autoridades francesas.

Katherine Zimmerman, especialista de la región de Sahel en el American Enterprise Institute, de Washington, señala que los franceses tienen un «problema de acceso» a las zonas donde operan las facciones yihadistas, que están además imbricadas en las políticas locales.

«El ejército francés ya no puede atacar el núcleo de las redes [yihadistas] en Mali y Burkina», por lo cual «deberá tratar de limitar su propagación y contener el problema desde Costa de Marfil, Níger y Senegal», dijo la politóloga.

También Benín, Togo y Ghana, que empiezan a verse afectados por el yihadismo, podrían facilitar operaciones fronterizas, añadió Zimmerman.

Pero está claro que la perspectiva de una solución militar se desvanece, pese a que aún quedan unos 3.000 militares franceses en el Sahel, frente a 5.500 en 2020.

En Mali, el ejército sabe que la relación de fuerzas le es desfavorable, incluso con el apoyo de Wagner, y «muchas élites piensan que hay que negociar para encontrar un compromiso, sobre todo con los grupos vinculados a Al Qaida», sostiene el analista mauritano Lémine Ould Salem.

Según Ould Salem, la acción militar de Francia «hubiese podido tener éxito si hubiese ido a la par con una acción política».

Y considera que un modelo de cooperación militar discreto dará resultado «a condición de que ese deseo surja de los propios africanos». De otro modo, «estará abocado al fracaso», advierte Ould Salem.