La nueva bomba yihadista que se gesta en el mundo islámico y que podría explotar en meses
La guerra en Ucrania, en curso desde hace un año, o el creciente desafío del imperialismo chino, ha desviado el foco mediático del terrorismo yihadista.
A pesar de haber dejado de copar las portadas de la prensa internacional, sobre todo tras la derrota del Estado Islámico en 2019, el yihadismo sigue activo y su influencia en las sociedades islámicas no ha dejado de crecer.
Los grupos que capitalizan el cada vez mayor protagonismo del yihadismo son los grupos de siempre: Estado Islámico y Al Qaeda.
El yihadismo sigue activo y su influencia en las sociedades islámicas no ha dejado de crecer
Con excepción de Afganistán, donde los talibanes han recuperado el poder tras 20 años de ocupación estadounidense, estos dos grupos están extendiendo sus redes para preparar una nueva ofensiva que podría explotar en cuestión de años, o incluso meses.
El Institute for the Study of War (ISW) señala cuatro puntos calientes del yihadismo: Yemen, Somalia, Mali y la misma Afganistán.
Yemen
Con el padrinazgo de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, grupos yihadistas insurgentes rivales entre sí están compitiendo por el control del Gobierno yemení.
Arabia Saudí destacó en el país un grupo denominado Fuerzas de Escudo Nacional, una fuerza salafista de 14.000 combatientes que han promocionado al grupo Islah, una organización política islamista con especial presencia en el norte del Yemen.
Los emiratíes, por su parte, aunque también han apoyado a grupos salafistas para crear un contrapeso a los hutíes proiraníes, han empleado una estrategia diferente.
Por medio de su apoyo al Consejo de Transición del Sur, presidido por Aydarus al Zubaidi, los emiratíes han promocionado los movimientos independentistas del sur de Yemen.
La alianza entre el Gobierno yemení y las Fuerzas de Escudo Nacional han creado un conato de «guerra civil» entre las fuerzas suníes contrarias a las fuerzas hutíes.
Arabia Saudí logró convertir al presidente de Yemen, Rashad al-Alimi, en un aliado al ceder este ante las Fuerzas de Escudo Nacional, que ha convertido en su guardia pretoriana.
Como consecuencia de estas disputas internas entre la coalición anti hutí, han resurgido las redes de Al Qaeda en la Península Arábiga y están adquiriendo una relevancia cada vez mayor.
Las actividades de Al Qaeda tienen su mayor intensidad en el sur del Yemen, donde el Consejo de Transición del Sur se ha comprometido a combatir a los yihadistas, aunque carecen de medios para hacerlo de forma efectiva.
Además, los esfuerzos del aspirante a presidente de un independiente Yemen del Sur, al-Zubaidi, tiene como prioridad combatir al Gobierno de Al-Alimi y a sus Fuerzas de Escudo Nacional, lo que le obliga a reducir los efectivos dedicados a contrarrestar las actividades de Al Qaeda.
El ISW señaló que los ataques de Al Qaeda no dejan de aumentar, y su influencia aumentará con el tiempo.
Somalia
En Somalia la filial de Al Qaeda, Al Shabaad, ha logrado poner al Gobierno al borde del colapso. En dos ofensivas lanzadas el pasado 4 y 20 de enero mediante una serie de atentados suicidas, milicias de Al Shabaad ha logrado expulsar a las fuerzas armadas somalíes de varias áreas de la región de Galgudud.
En esas zonas, la única autoridad efectiva la constituyen los yihadistas de Al Shabaad. Después del 20 de enero Al Shabaad no ha vuelto a repetir una nueva acción terrorista, pero el Gobierno somalí se ha mostrado incapaz de lanzar ninguna contraofensiva para recuperar el control de los territorios perdidos. Las fuerzas armadas incluso se habrían retirado de nuevos territorios.
Según el ISW, Al Shabaad apuesta por una nueva estrategia consistente en limitar sus acciones en los núcleos urbanos y avanzar en las zonas rurales.
De forma indirecta, el Gobierno somalí reconoció su incapacidad para combatir a Al Shabaad, y anunció el envío de 12.000 reclutas a Egipto, Eritrea, Etiopía y Uganda para recibir entrenamiento militar.
El objetivo somalí para 2023 es lograr reunir una fuerza de 24.000 soldados altamente capacitados para lanzar en 2024 una gran ofensiva sobre los núcleos controlados por Al Shabaad.
Mali
La gran bomba yihadista se está gestando en el Sahel, esa franja de territorio árido que separa el África sahariana de la subsahariana y donde los Estados tienen una capacidad limitada para hacer efectiva su soberanía.
Grupos vinculados a Estado Islámico y Al Qaeda han convertido esta región en su santuario. Mali, Burkina Faso, Nigeria, Níger, Senegal, Camerún, son países que han visto en los últimos años cómo el terrorismo yihadista se extendía por su territorio e imponía su reinado de terror.
De todos ellos, Mali es el que más expuesto se encuentra al terrorismo islamista. El país sufrió una gran ofensiva yihadista en 2012 que hizo que la mitad norte del país estuviera bajo control de una coalición de Al Qaeda y grupos separatistas tuareg durante más de un año.
La intervención militar francesa puso fin a la ofensiva yihadista, pero no erradicó la actividad de los grupos yihadistas.
La misión francesa, en coalición con otros países de la Unión Europea, se extendió hacia otros países del Sahel. Pero la corrupción de los gobiernos nacionales, junto con las dificultades para erradicar el yihadismo en un contexto de auge global de Al Qaeda y Estado Islámico, hizo fracasar la misión.
Francia puso fin a su presencia en Mali en noviembre de 2022 tras el golpe de Estado de una junta militar y sus acuerdos con Rusia, que dieron entrada en el país a mercenarios del Grupo Wagner.
La misión de la ONU en el país, MINUSMA, lastrada por los mismos problemas que lastraron la misión de paz francesa, podría anunciar su retirada próximamente.
La salida de las tropas francesas, junto con la corrupción de la junta militar y la incapacidad de los mercenarios Wagner de enfrentarse al terrorismo islamista, han favorecido la formación de un caldo de cultivo idóneo para el resurgir de Al Qaeda y Estado Islámico en Mali.
Ambos grupos están aumentando sus actividades terroristas con nuevos atentados y masacres. Están logrando someter bajo su control zonas cada vez más amplias del país en alianza con grupos independentistas locales.
El Estado Islámico ha puesto en su punto de mira a los grupos tuareg, aliados de la filial de Al Qaeda en Mali, Jama'at Nusrat al Islam wa al Muslimeen (Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes).
Estado Islámico y la filial de Al Qaeda –aliada con grupos armados independentistas tuareg– se han declarado la guerra por el monopolio del yihadismo en el país.
Mientras tanto, la junta militar pierde cada vez más control. Las masacres cometidas por los mercenarios rusos del Grupo Wagner en zonas civiles han generado un creciente descontento hacia el Gobierno y ha favorecido el crecimiento y la simpatía de la población hacia los grupos yihadistas.
Afganistán
Tras el regreso de los talibanes al poder en Afganistán en agosto de 2021, la rama local de Estado Islámico –Estado Islámico en la provincia de Khorasan– continuó su guerra por el control del país.
Sólo que, en vez de dirigir sus ataques contra el Gobierno afgano patrocinado por Estados Unidos, comenzó a cometer atentados terroristas contra sus rivales talibanes.
Según el ISW, Estado Islámico ha iniciado una campaña contra las embajadas de países extranjeros para aislar al Gobierno talibán de sus pocos aliados.
Pakistán, Qatar, Arabia Saudí, Turquía y Emiratos Árabes Unidos anunciaron que repatriaban a su personal diplomático por el alto riesgo terrorista.
Las acciones terroristas de Estado Islámico, junto con el cada vez mayor aislamiento internacional, han aumentado las tensiones internas entre las diferentes facciones dentro de los talibanes que pugnan por controlar el poder.
Los grupos étnicos minoritarios dentro del movimiento talibán ya han dado muestras de rebelarse contra la mayoría pastún, que ha copado la mayor parte de los centros de poder.
Una guerra civil entre talibanes sería el contexto ideal para una gran ofensiva de Estado Islámico que le lleve a hacerse con el control del país.