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El presidente ruso, Vladimir Putin, durante un reciente acto en el KremlinEFE

360 días de guerra en Ucrania

Putin ya no quiere una victoria relámpago, ahora busca una guerra larga y sangrienta

El cambio de estrategia del presidente ruso se debe a la imposibilidad de ganar en el campo de batalla. La victoria pasa ahora por desgastar el apoyo occidental a Ucrania

Cuando se acerca el primer aniversario de la guerra en Ucrania, en no pocos análisis se recuerda el fracaso de Vladimir Putin en una invasión que se había planeado como un paseo militar de unos pocos días y que ya va por 12 meses y cerca de 200.000 bajas en las filas rusas entre muertos y heridos.

Sin embargo, el inquilino del Kremlin no quiere mirar al pasado y a sus recientes fracasos y ha cambiado de estrategia. Ya no busca una victoria relámpago, ni ostentosos desfiles de la victoria en Kiev y Moscú.

Ya no busca acabar cuanto antes con el conflicto para pasar página y reiniciar sus relaciones con occidente. Ahora quiere una guerra larga y sangrienta, que mine poco a poco las capacidades militares de sus rivales de la OTAN y que agote su voluntad de apoyo a Kiev.

Según informa la agencia Reuters, la élite que rodea a Putin ve con horror este giro de timón, pero nadie se atreve a moverse de la foto.

Putin junto con su pequeña camarilla de hombre selectos controla todos los resortes del Estado y la maquinaria militar. Nada se mueve en el Kremlin sin su visto bueno y, hoy por hoy, un golpe de mano que lo desaloje del poder es imposible.

El presidente ruso, a sus 70 años, tiene una obsesión enfermiza con cómo pasará a la historia. Quiere ser recordado como un nuevo zar que, a la imagen de Pedro el Grande, extendió el limes ruso hasta confines nunca alcanzados e hizo posible el renacimiento imperial ruso.

La diferencia es que ahora Putin está dispuesto levantar la victoria sobre una montaña de cadáveres y no sobre un engalanado carro de combate T-90 en la plaza del Maidán, donde fue humillado en 2014.

El motivo de este cambio de estrategia, apunta Reuters, es el enorme desgaste bélico en ambos bandos. Tanto Rusia como Ucrania han perdido enormes cantidades de soldados, armas y recursos.

La economía rusa, al mismo tiempo, empieza a resentirse debido a las sanciones internacionales. Moscú ha perdido su negocio del gas con Europa y, aunque intenta sustituir el mercado europeo por el chino y el indio, por el momento no parece que haya logrado superar el golpe.

Con un frente de 850 kilómetros, es muy difícil que ninguna ofensiva rusa o contraofensiva ucraniana logre un éxito lo suficientemente contundente como para provocar el colapso del rival.

Con ese escenario, Putin apuesta por la carta de desgastar a los aliados ucranianos, los países occidentales que están aprobando paquetes de ayuda militar por valor de miles de millones de dólares.

Fruto de esa negociación, Putin confía en obtener, como mínimo, todo el territorio ahora conquistado, lo que podría presentar como una gran victoria en el interior de Rusia.

Sin embargo, Estados Unidos y los demás países de la OTAN confían en que, con la llegada de los últimos recursos militares aprobados por la coalición internacional, incluidos los tanques Leopard, Challengher y Abrams, rompan esa estrategia del Kremlin y permitan a Kiev realizar importantes avances territoriales en primavera y verano.

En declaraciones recogidas por Reuters, el director de la CIA, William Burns, aseguró que los próximos seis meses van a ser críticos, pero confió en que los resultados en el campo de batalla destrocen «la arrogancia de Putin».