Elly Schlein, líder del Partido Demócrata de Italia
Elly Schlein: una imagen rompedora y un mensaje clásico para liderar la socialdemocracia italiana
Elly Schlein (Lugano, 4 de mayo de 1985) fue proclamada ayer en Roma líder del Partido Democrático (Pd), la principal fuerza de oposición en Italia.
Hace 10 años, en 2013, la misma Schlein impulsaba escraches ante sedes del Pd para protestar por haber permitido la toma de posesión del entonces líder, Enrico Letta, a la cabeza de un Gobierno de tintes moderados.
Entre ambos momentos se ha producido la clásica evolución de una política desde posiciones radicales hasta otras más realistas.
En el caso de Schlein ha seguido los caminos sinuosos propios de muchos políticos italianos: en 2014, logró un escaño en la Eurocámara por Italia nororiental mediante una original campaña que jugaba con la complicada ortografía de su apellido.
Ganó con una gran diferencia respecto del segundo clasificado, si bien decepcionó en Bruselas y Estrasburgo con una actividad más bien discreta.
Sus ojos miraban más a Roma y a las sucesivas recetas que iban cocinando las incesantes batallas de corte ideológico y personal –sensiblemente más de lo segundo– que asolan, con un carácter casi permanente, a la izquierda italiana.
Schlein apostó entonces, estamos en 2015, por el portazo del Pd por su «deriva hacia el centroderecha» bajo la batuta de Matteo Renzi.
Esa fue la razón oficial. La oficiosa, con toda probabilidad, tenía que ver con su propia carrera: el Pd seguía siendo un entramado de caciques con un aparato nacional muy engrasado en el que medrar era difícil.
Obviamente, fiel a la costumbre italiana, el portazo no fue seguido con la renuncia al escaño; faltaría más. Porque en el caso de Schlein los brotes de retórica incendiaria no son incompatibles con la sinuosidad táctica.
Antes, al contrario: su refugio temporal en Green Italia estaba más motivado por el pragmatismo que por una conversión paulina a la causa del cambio climático. Schlein tampoco disponía en aquel momento de los medios para lanzar un partitino capaz, con un puñado de parlamentarios, de condicionar el juego político nacional.
Lo sabía, y por eso escenificó su regreso por la vía local: en 2020 presentó una lista propia en los comicios regionales de Emilia Romaña –reside en Bolonia desde hace tiempo– para abrirse un espacio, aprovechando la campaña para revelar su lesbianismo.
Sobre todo, la cruda realidad de la gestión suavizó sus postulados anteriores, principalmente los económicos, y sirvió igualmente para preparar poco a poco su regreso al redil del Pd, oportunamente materializado en los meses que precedieron a la campaña para las generales de 2022.
El resto es la historia de una carrera bien corrida hacia el liderazgo. Al asumirlo, lo primero que hizo fue nombrar presidente del Pd a Bonaccini, su jefe en Emilia Romaña y su rival en las primarias. Italia nunca deja de ser Italia.