La ausencia de Lula y López Obrador desluce la Cumbre Iberoamericana
México y Brasil brillan por su ausencia de representación al más alto nivel. Cualquier Cumbre que no sea capaz de atraer a los dos colosos continentales nace muerta
Desde luego que el presidente Andrés Manuel López Obrador, de abolengo pasiego, no acudirá a la Cumbre Iberoamericana que arranca hoy en Santo Domingo. Los límites de México son los límites de su mundo; a duras penas viaja a Washington.
Ni tan siquiera acudirá el canciller con aspiraciones presidenciales, Marcelo Ebrard. México se limita a enviar a un subsecretario que goza de excelentes relaciones con Caracas.
La relación bilateral de España con la primera potencia hispana en términos poblacionales y económicos merece una especial atención.
El sexenio presidencial mexicano que comienza en 2024 plantea la oportunidad de «desobradorizar» y «desiberdrolizar» la relación, pero también de «desiberoamericanizarla»; México no necesita mediadores en Bruselas, París o Berlín.
Por fortuna, existen elementos históricos mucho más longevos que el siglo XVI, que por momentos obsesiona, así como elementos estratégicos de más calado que las inversiones del Ibex 35.
En el futuro de las regiones económicas, México está ligado al bloque norteamericano junto a Estados Unidos y Canadá
La realidad es que se está construyendo un futuro de regiones económicas, en el cual México está ligado al bloque norteamericano que conforma junto a Estados Unidos y Canadá, y no a Iberoamérica.
López Obrador representa lo que quizás sea el último coletazo histórico del nacionalismo mexicano, y la opción preferencial por el pauperizado sur del país. A España le conviene comprender la realidad Norteamérica.
Tampoco asistirá Luiz Inácio Lula da Silva, pendiente de su misión diplomática a China, el principal socio comercial de la potencia agroexportadora sudamericana.
Hace unos días en Itamaraty, la cancillería brasileña, resolvían apresuradamente a quién enviar a la Cumbre. Parece que finalmente será el canciller Mauro Vieira.
Las ausencias de México y Brasil sugieren que espaciar las Cumbres, otrora anuales y ahora celebradas cada dos años, no ha solucionado el problema de fondo: la menguante capacidad de convocatoria de España, principal promotor y financiador de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), organizadora de las Cumbres.
Otra solución que se ha estudiado es dejar la presidencia pro tempore de la SEGIB, responsable de organizar las cumbres en manos de los «grandes» de la Comunidad Iberoamericana de Naciones.
Brasilia y Lisboa se sienten socios minoritarios de una organización que consideran tiende hacia lo hispano
En cuanto al encaje del mundo lusófono en las Cumbres, Brasilia y Lisboa se sienten socios minoritarios de una organización que consideran tiende hacia lo hispano. Por ello, hay quien plantea, desde España y Portugal, convergencias entre la SEGIB y la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP).
Entre los otros invitados, buscarán y no encontrarán las cámaras al «sultán» salvadoreño Nayib Bukele. Su política de seguridad es admirada por las corrientes caudillistas del trópico y denostada por los grupos de derechos humanos, pero en boca de todos está.
Entre los asistentes; el presidente Gustavo Petro de Colombia, así como Gabriel Boric de Chile y Alberto Fernández de Argentina: buscando la foto y los amigos que en «casa» no abundan.
Estará el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel. Más allá del previsible fiasco representativo de esta Cumbre al más alto nivel, si algo ha distinguido a las Cumbres es que toda la familia de pueblos de raíz ibérica, más o menos democráticos, con sus filias, fobias, y complejos históricos, reciben una invitación.
Históricamente, hasta los cubanos suspendidos de la OEA podían presentarse a las Cumbres, y un Borbón podía mandar a callar a un comandante bolivariano. Hoy, esta cita entre primos hermanos parece no alcanzar ni para las anécdotas.