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El presidente chino Xi Jinping, junto con Pedro SánchezEFE

Análisis

¿Sánchez el pacificador? Xi visita a Putin y Sánchez visita a Xi

La visita del presidente español al autócrata chino no puede resultar más inoportuno y causar mayor descrédito a los intereses de España

Nada nos puede causar mayor perplejidad que Moncloa y el Gobierno de España publiciten con bombo y platillo la próxima visita del presidente Pedro Sánchez al autócrata chino Xi Jinping.

Tal anuncio y tal visita no puede resultar más inoportuno y causar mayor descrédito a los intereses de España; no solo por la coyuntura mundial, sino por la reforzada conjura de pacto antioccidental, que Xi y Putin han consumado estos mismos días en Moscú. Algo que Estados Unidos ha temido durante mucho tiempo.

Como ha informado la CNN: Estados Unidos y sus aliados ahora tienen, claramente, un serio desafío de política exterior delante.

Estados Unidos se está preparando simultáneamente para lo que muchos expertos advierten que podría convertirse en una guerra fría con China, una tensión en el Pacífico y una guerra que se está librando en Ucrania sin vías de solución.

China y Rusia en alianza tienen gran capacidad para frustrar la hegemonía estadounidense en Ucrania y en otros lugares.

En lo visible, Putin y Xi mostraron su amistad en medio de la pompa de una visita de Estado, y expusieron cómo promover un nuevo orden mundial que contrarreste el liderado por Washington y sus aliados democráticos en los últimos 30 años.

Ambas naciones han firmado más de una docena de acuerdos, muchos de ellos enormemente beneficiosos para Moscú acuciado por la presión de las medidas occidentales.

Putin ha dicho este martes que Moscú está dispuesto a apoyar a las empresas chinas «en sustitución de las empresas occidentales» que abandonaron Rusia desde el inicio de su invasión de Ucrania.

Rusia, sin duda, depende ahora fundamentalmente de China, tanto como mercado importador como exportador de productos electrónicos, tras las severas sanciones con las que Europa se desgasta.

Los socios se mostraron bien dispuestos a ampliar el comercio energético durante el último año, a medida que Europa reducía su dependencia del recurso clave de Rusia.

Los lideres abogaron por una paz y distensión, pero en una narrativa muy diversa, instando a la OTAN a «respetar la soberanía, la seguridad y los intereses» abundando en una retórica, de largo recorrido, que culpa a Estados Unidos y la alianza de seguridad occidental de provocar la invasión rusa, así como del resto de conflictos que han recorrido lo largo y ancho del mundo en las últimas décadas.

Los analistas coinciden que los motivos de la reunión avanzan en una firme alianza de China y Rusia por alinearse contra Estados Unidos, y conformar una alternativa de orden mundial distinto y no el interés por resolver el conflicto en Ucrania.

Cuando Xi abandonó el Kremlin tras una opípara cena de Estado con Putin, este martes por la noche, afirmó: «Se está produciendo un cambio que no ha ocurrido en cien años» (…) «y estamos impulsando este cambio juntos».

A lo que Vladimir Putin le respondió: «Por favor, cuídese, querido amigo». Un mensaje de despedida que ha reafirmado la opinión de que la dinámica del poder mundial está cambiando.

Parece que Sánchez va a llegar demasiado tarde, demasiado a destiempo, demasiado inoportunamente.

Según esto, Sánchez ya no sigue la narrativa occidental, solo su propia narrativa de «pos-verdad» o de «mentirijilla».

Sánchez se presenta como pacificador, logrando que Xi lo reciba por la puerta de atrás, justo después de visitar a Putin por la puerta grande y hablar, en lo visible y, más aún, en lo invisible, de sus proyectos de nuevo orden sincronizando sus agendas autocráticas.

Sánchez, el pacificador, estará en Pekín entre el 30 y 31 de marzo, inquietando a nuestros socios europeos, porque recordemos que España presidirá la Unión Europea durante la segunda mitad de este año.