Estados Unidos
¿Quién es Hunter Biden, la oveja negra de la Casa Blanca?
El mundo parece girar la última semana en torno a las vueltas que ha dado, da y dará, Donald Trump. En ese remolino, tío vivo o montaña rusa judicial en la que se encuentra el expresidente de Estados Unidos pasó desapercibido otro carrusel de la política: el conflictivo Hunter Biden.
El hijo del actual inquilino de la Casa Blanca es conocido por su afición a las faldas, los negocios, las drogas y su proximidad a la línea de la frontera de lo legal. En Ucrania hizo sus business que la campaña de Trump se ocupó de airear.
Su nombre fue uno de los argumentos que utilizaron los críticos de su padre para tratar de explicar que la defensa férrea y el grifo de los dólares abierto para Zelenski se debía más al pago por los favores recibidos que a un espíritu altruista del político que se abraza a la bandera de los derechos humanos y de la integridad y soberanía de Ucrania.
Como todo o casi todo en la vida, habrá una parte verdadera en la leyenda de Hunter Biden y otra no tanto en sus aventuras y desventuras.
Lo que es cierto 100 % es que el segundo hijo de Neilia y Joe Biden, un bala perdida que ha sabido hacer mucho dinero gracias a su apellido, su don de gente y sus picardías, está expuesto a una situación nueva que le ha puesto a los pies de los caballos del Código Penal.
La caja negra de su ordenador
Lo irónico del asunto es que las pruebas que lo inculparían están extraídas directamente de su ordenador. Es decir, que las imágenes que le inculpan en consumo de estupefacientes, orgías con famosas, menores, y alguna que otra persona de su propia sangre, han salido de su disco duro.
El protagonista de esta serie ácida de mal gusto las conservaba por razones difíciles de explicar y, si la justicia interviene, tendrá que dar cuenta de ellas. También el informático que las robó de su dispositivo y ha comercializado con ellas. Un individuo al que la comisión legislativa que le investigó parece que nunca citó.
Querella contra el informático
El sujeto tendrá que defenderse de la querella que le ha interpuesto Hunter Biden hace unas semanas, pero éste tampoco tiene el horizonte despejado.
Su padre, Joe, no parece ganar para disgustos con la familia. El cáncer se llevó a su hijo Beau, líder nato y ex combatiente en Irak. Aquel golpe resultó difícil de superar, o quizás nunca lo logró. El hombre que venció a Donald Trump en las urnas parecería que ha aprendido a vivir con la ausencia del muchacho. Lo que parece que le ha costado y le cuesta mucho más esfuerzo, es continuar su vida con los cimbronazos que provocan las andanzas de Hunter, con un perfil muy distinto al de su hermano. Por cierto, con su viuda engañó a su exesposa, Kathleen, cuando todavía estaban casados.
Hábil para hacer dinero y cerrar negocios, Hunter (literalmente cazador) estudió historia en Georgetown y parte de la carrera de Derecho aunque terminó el grado en Yale.
Lobista porque el contexto familiar se lo servía en bandeja, trabajó en banca y en 1998 se unió al Departamento de Comercio de Estados Unidos. En 2009 fundó la consultora Rosemont Seneca Partners y diez años más tarde tuvo que poner la cara para explicar el escándalo de corrupción de Burisma Holdings.
Las pruebas del delito
Hunter es impredecible. Ucrania y China fueron territorio abonado para hacer negocios y las drogas, el alcohol, el sexo y la prostitución o algo parecido a este, su campo eterno de batalla de placer, gloria y destrucción.
Con el rumbo perdido y una ruta llena de curvas para encontrar la línea recta de la que se separa y vuelve como un boxeador sonado, el hijo de Joe está estos días desesperado porque el contenido de su disco duro esta en boca de todos. O, dicho de otro modo, sus fotografías esnifando, fumando, manteniendo relaciones sexuales en competición con las posiciones del Kama-sutra y en un ambiente con presencia de menores (salvo truco de la inteligencia artificial) ha inundado las redes sociales.
El escándalo no ha dejado indiferente al problemático Hunter que el mes pasado denunció al informático al que llevó a reparar su ordenador hace varios años y nunca fue a recoger. En las tripas de esa computadora lo que descubrió el ingeniero de sistemas fue un filón de pornografía y si todo lo que circula por diferentes plataformas es cierto, un pozo de delitos vinculados con abuso de menores y narcotráfico.
La tolerancia con Hunter de buena parte de los medios de comunicación o del main stream estadounidense parece que puede empezar a llegar a su fin. Las investigaciones de la Cámara de Representantes quedaron ocultas como el polvo bajo la alfombra. Los ejecutivos de Twitter la red que hasta hace unas horas identificaba el pajarito azul y Elon Mask ha cambiado por un perro, tuvieron que dar explicaciones por presunta connivencia con agentes del FBI que eligieron llevar al rincón del ciberespacio la basura de Hunter que ahora y parece que por mucho tiempo, flota como un corcho en el agua.