La Armada rusa y el dominio del Mar Negro
Durante siglos, Rusia ha considerado el Mar Negro fundamental para su seguridad. Catalina la Grande anexionó Crimea a los turcos otomanos en 1783, y su consorte, el príncipe Grigori Potemkin, creó la Flota del Mar Negro en Sebastopol ese mismo año.
En el siglo XIX, Rusia compitió con las principales potencias europeas y con el Imperio Otomano por la influencia sobre el mar Negro. Pero no fue hasta la Guerra Fría cuando la Unión Soviética se convirtió en la potencia dominante de la región, equilibrada únicamente por Turquía, miembro de la OTAN.
Los soviéticos también utilizaron el mar Negro para proyectar su poder en el Mediterráneo oriental, pero, tras el colapso de la URSS, Rusia experimentó una brusca merma en su dominio en el mar Negro.
Georgia y Ucrania se independizaron y buscaron la integración con Occidente, y Bulgaria y Rumanía ingresaron en la OTAN en 2004. Como consecuencia, Rusia perdió el acceso a partes de la costa del mar Negro que antes controlaba directa o indirectamente.
En marzo de 2014, Moscú se anexionó Crimea y se apoderó de la mayoría de los buques ucranianos en Sebastopol
Rusia y Ucrania acordaron repartirse la Flota del Mar Negro, que siguió teniendo su cuartel general en Sebastopol. En 2010, Kiev renovó el contrato de arrendamiento de la flota a Moscú hasta 2042, pero después de que el presidente prorruso Víktor Yanukóvich huyera de Ucrania en febrero de 2014 y asumiera el poder un nuevo gobierno prooccidental, Putin temió que incumpliera ese acuerdo.
En marzo de 2014, Moscú se anexionó Crimea y se apoderó de la mayoría de los buques ucranianos en Sebastopol, obligando a la armada ucraniana a trasladar su cuartel general a Odessa. Putin justificó estos movimientos alegando que «los barcos de la OTAN habrían acabado en la ciudad de la gloria de la armada rusa, Sebastopol» si Rusia no se hubiera apoderado preventivamente de Crimea.
Desde entonces, Rusia ha triplicado su línea costera de facto en el mar Negro y ha reforzado sus fuerzas de misiles en la región, consolidando su posición allí mediante una combinación de tácticas militares, diplomáticas, económicas, energéticas y de información.
Rusia ha reafirmado su dominio en el mar Negro en parte mediante un importante despliegue naval. Putin ha estado trabajando para resucitar el poder marítimo ruso desde que llegó al Kremlin hace dos décadas, invirtiendo un período de precipitado declive naval y creando una armada más ágil, moderna y polivalente.
Putin, en el espejo de Pedro el Grande
El 25 de julio de 2021, el presidente Vladimir Putin, pronunció un encendido discurso en San Petersburgo para conmemorar el 325 aniversario de la fundación de la marina rusa.
Lo hizo ante la estatua de su zar favorito y fundador de la flota rusa, Pedro el Grande. En aquella ocasión Putin declaró: «Hoy, la Armada rusa tiene todo lo que necesita para asegurar la defensa de nuestro país natal y nuestros intereses nacionales. Somos capaces de detectar a cualquier adversario submarino, de superficie o aéreo y asestarle un golpe inminente si es necesario».
Desde la anexión de Crimea en 2014, Rusia ha ido posicionando nuevas plataformas, tropas y armamento en el mar Negro que, a su vez, le han ayudado a aumentar su influencia en el Mediterráneo oriental. Una posición crucial para las operaciones que Moscú realizó en apoyo del presidente sirio Bashar al Assad. Rusia también ha modernizado su base naval de Tartus, en Siria.
Los estados ribereño: Bulgaria, Georgia, Rumanía, Moldavia, Ucrania y Turquía son los directamente afectados por el dominio ruso del mar Negro.
En la situación la seguridad regional y el comercio global están en una delicada situación. Por eso una de las batallas fundamentales en el actual conflicto de Ucrania es la influencia sobre Georgia y Moldavia.
Parte de sus territorios están ocupados por Rusia: como Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia y Transnistria, en Moldavia. Es un objetivo de EE. UU. y sus aliados colaborar con Georgia y Moldavia para a reintegrar estas regiones.
Asimismo, la inteligencia occidental trata de contrarrestar la influencia política de Rusia en Bulgaria, donde este mes se han celebrado las quintas elecciones en menos de dos años, y en Georgia, donde el actual gobierno de Tiflis cae plenamente bajo la órbita de Rusia, algo que no pasa por alto para agudos analistas estadounidenses, como Francis Fukuyama, quien dedica a este problema su más reciente artículo (06-04-2023).
Cierto, que la Turquía de Erdogan es el más poderoso socio de la OTAN en la región, pero su ambivalencia desconcierta a menudo al resto de aliados.
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Con todo, los esfuerzos de la OTAN tienden a contrarrestar el dominio militar de la Armada rusa en sus dos zonas de mayor influencia: En el Báltico y en el Mar Negro.
La incorporación de Finlandia a la Alianza busca estratégicamente debilitar y dividir su dominio marítimo en las aguas del norte.
De otro lado, contrarrestar su dominio en el mar Negro obedece, no solo a evitar la proyección de su poder en el Mediterráneo oriental, sino también al dominio del transito marítimo y comercial que le otorga esta posición. «Aviso a navegantes», nunca mejor dicho.