Francia
Una vela más en la tarta de aniversario de Emmanuel Macron
Sus críticos le atribuyen haber perdido el contacto con la realidad y en el entorno europeo
En 2017 Emmanuel Macron, exministro de Economía con François Hollande, a los 39 años, e hijo de dos médicos de Amiens, pasó a ser el presidente más joven de Francia con cerca del 66 % de los votos. Mandato que revalidó hace un año (2022) con el 58,55 % de los votos. Ha sido el primero en medio siglo en revalidar el poder teniendo bajo su mando la jefatura del Estado y el Gobierno.
Asimismo, se le han juntado un montón de problemas: desde la covid, la guerra en Ucrania y una serie de reformas que era preciso acometer. Por eso, a un año de su reelección, ha caído en una muy baja popularidad.
A nivel interno su reforma de las pensiones ha causado fuertes protestas. ¿Por qué? Porque a nueva ley tiene como principal objetivo elevar de manera gradual la edad de jubilación de 62 a 64 años, para 2030. La última vez que se modificó la edad de jubilación en Francia fue en 2010, antes de lo cual se ubicaba en los 60 años. La reforma también adelanta a 2027 la exigencia de cotizar 43 años para obtener una pensión y no 42 años como ocurre hasta ahora.
Además, la nueva ley elimina los privilegios de jubilación de algunos empleados públicos, como por ejemplo los trabajadores del metro de París.
Según Macron, es una medida necesaria para evitar el colapso del sistema estatal de pensiones en Francia. La resistencia a la nueva ley se tornó aún más fuerte después de que el 16 de marzo el gobierno forzara su aprobación sin pasar por la Asamblea Nacional. Parece que una amplia mayoría de los franceses también ha expresado su apoyo a las huelgas.
Una reforma de pensiones puede ser inevitable dada la carga demográfica. Pero, tal vez, el presidente habría bajado la presión si se hubiese mostrado dispuesto a entablar un diálogo con los sindicatos.
Esto ha sido particularmente desafortunado para Macron justo cuando quiere abordar el mercado laboral, con los interlocutores sociales, de una manera fluida. Quiere modernizar la el sistema de la formación profesional y atender mejor a los desempleados a través de una reforma administrativa, re-capacitarlos y colocarlos.
De otra parte, a nivel internacional, sus declaraciones a la vuelta de China han inquietado y dividido. El último episodio se ha dado cuando el embajador chino, destinado en París, Lu Shaye, en unas declaraciones en televisión ha desafiado la soberanía de Ucrania.
El embajador ha cuestionado la independencia de los 14 países de la antigua Unión Soviética, cuando el canal francés de noticias LCI, le entrevistaba. Cuando se le preguntó si la península de Crimea pertenecía a Ucrania y contestó: «Los ex estados de la Unión Soviética no tienen el estatus efectivo de un estado soberano en el derecho internacional». Justo antes había elogiado autonomía estratégica de Europa exigida por el presidente Emmanuel Macron.
«China está comprometida con esto –dijo–. No se debe hacer ninguna distinción entre democracias y dictaduras, porque Occidente no puede pretender definir los criterios para una democracia por sí solo», fueron otra parte de sus afirmaciones.
Cierto que el gobierno francés ha pedido inmediatamente explicaciones. Pero Macron ha quedado en entredicho desde su desmarque con respecto a la tensión en Taiwán y su intención de ganarse a China para la mediación respecto al conflicto de Ucrania.
Sus críticos le atribuyen haber perdido el contacto con la realidad y en el entorno europeo, especialmente en Alemania como en Reino Unido, creen que Macron está quedando aislado con su llamada a una «autonomía estratégica» en relación con China y que ignora los hechos.