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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk YeolAFP

Asia

Los nuevos acuerdos entre Estados Unidos y Corea del Sur: una actualización necesaria

Seúl y Washington necesitaban urgentemente afrontar juntos el creciente problema de la disuasión nuclear con respecto a Pyongyang

Esta semana se han reunido Joe Biden y Yoon Suk Yeol, presidente de Corea del Sur, para conmemorar los 70 años de su alianza. El pasado enero, la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur se vio sacudida por la sorprendente sugerencia del presidente Yoon Suk-yeol de que su país, miembro respetuoso del sistema internacional y aliado clave de Estados Unidos, podría necesitar disponer de su propia fuerza nuclear disuasoria.

En Estados Unidos, muchos expertos en política exterior se quedaron atónitos. Un arsenal nuclear surcoreano era innecesario, argumentaban, porque Seúl ya goza de la protección de Estados Unidos. Además, un programa nuclear surcoreano violaría el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y desestabilizaría Asia Oriental.

Este miércoles la reunión de ambos líderes en la Casa Blanca ha moderado estas pretensiones, pero al mismo tiempo ha reforzado la alianza de seguridad entre Washington y Seúl, porque el equilibrio nuclear en la península coreana es imprescindible. Todo ha cambiado gracias al desarrollo de la capacidades nucleares de largo alcance por parte de Corea del Norte.

Es un hecho que las ciudades estadounidenses pronto estarán en el punto de mira durante cualquier guerra en la península.

En el pasado, Washington podía utilizar la amenaza de una respuesta nuclear para disuadir a Corea del Norte de utilizar armas nucleares contra el Sur, porque en el peor de los casos, serían Seúl y Busan las que estarían en peligro y no Nueva York y Los Ángeles. Pero los misiles norcoreanos pronto podrían alcanzar a Estados Unidos, lo que ha obligado a los responsables políticos estadounidenses a apostar fuerte en nombre de su aliado.

Estados Unidos y Corea del Sur necesitaban actualizar su estrategia de disuasión nuclear en la península. Por eso, esta Declaración de Washington responde a esa puesta al día y fortalece la sombrilla nuclear estadounidense sobre Corea del Sur. Un reajuste imprescindible según los funcionarios de ambas naciones.

La declaración alcanzada contempla el envío regular de un submarino nuclear estadounidense a Corea del Sur, algo que no se había hecho desde los años 1980, junto a otras medidas, como compartir información en caso de un ataque norcoreano. Pero, por el momento, no hay planes de instalar armas nucleares de Estados Unidos en Corea del Sur.

Corea del Sur depende de la ampliación del paraguas nuclear estadounidense para disuadir cualquier escalada nuclear norcoreana, por eso, para los surcoreanos y algunos analistas occidentales el valor práctico de este acuerdo queda insuficiente, porque dudan de que Corea del Norte tema a un submarino nuclear estratégico equipado con misiles balísticos de largo alcance.

Corea del Sur es un importante aliado de Estados Unidos está situada en una región estratégicamente vital en Asia, es una democracia vibrante con una próspera economía de mercado y una industria tecnológica puntera. Acoge a fuerzas estadounidenses en su país para vivir y entrenarse en tiempos de paz, y destaca como aliado preferente de Estados Unidos por sus sustanciales contribuciones a su propia defensa.

La adquisición de armas nucleares por parte de Corea del Norte en 2006 creó una crisis para Seúl y Washington, pero no puso en entredicho la lógica básica de la alianza. Con armas nucleares o sin ellas, si las fuerzas norcoreanas invadieran Corea del Sur, los ejércitos convencionales de Estados Unidos y Corea del Sur, muy superiores, serían capaces de detenerlas. Y si Corea del Norte fuera tan insensata como para utilizar esas armas nucleares, Estados Unidos tomaría represalias. Corea del Norte podría fanfarronear, pero lanzar un ataque militar a gran escala sería contraproducente.

Pero las constante pruebas y arriesgadas acciones de Pyongyang han convertido al Norte en un peligro inminente. Una guerra podría estallar en la península coreana como resultado de un accidente, percepciones erróneas, una agresión calculada por Pyongyang o, incluso, un colapso parcial del régimen norcoreano que obligue al gobierno norcoreano a echar mano de sus armas nucleares.

Aunque las capacidades intercontinentales de Pyongyang son todavía inmaduras los alardes de fuerza de Kim Jong-un son cada vez más inquietantes y facilitan un conflicto con Corea del Sur y Japón.

Una opción más avanzada, de lo acordado esta semana, sería que Seúl solicitara el despliegue de fuerzas nucleares estadounidenses en Corea del Sur, que albergó un pequeño arsenal de armas nucleares tácticas estadounidenses durante la Guerra Fría. Esta base de avanzada indicaría la disposición de Washington a utilizar esas armas en caso necesario, y daría al presidente estadounidense más opciones de ataque táctico en caso de que Corea del Norte empleara armas nucleares contra el Sur.

Esta opción, era la preferida de los surcoreanos, pero participar en una guerra nuclear táctica en defensa de Corea del Sur pone, cada vez más, en grave peligro al territorio continental de Estados Unidos.

Lo otra opción, que es la que parece abrirse a partir de esta «Declaración de Washington», supone compartir las armas nucleares, siguiendo el modelo de la política de la OTAN. Este enfoque implica estacionar paulatinamente armas estadounidenses en Corea del Sur, equipar aviones surcoreanos para transportarlas y entrenar a pilotos surcoreanos para utilizarlas.

Avanzar por este camino, tiende a un acuerdo de compartición nuclear conllevaría la promesa de Estados Unidos de transferir el control de esas armas a Corea del Sur en caso de un ataque importante. Seúl y Washington necesitaban urgentemente afrontar juntos el creciente problema de la disuasión.