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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan

El presidente turco, Recep Tayyip ErdoganEFE

Elecciones clave en Turquía

La amistad peligrosa de Erdogan con la Unión Europea: de la adhesión a los continuos enfrentamientos

La relación entre Bruselas y Ankara siempre parece estar al borde del desastre, pero existe un vínculo decisivo: la inmigración

Turquía afronta una semana decisiva, con unas elecciones que no solo pueden cambiar el rumbo del país euroasiático, sino también afectar al resto del mundo. Ankara se ha comportado como un puente entre dos civilizaciones: Europa y Oriente Medio y mantiene una posición influyente en muchos conflictos de la región, incluida la guerra de Ucrania, en la que Turquía ha jugado un papel destacado.

Pero la deriva autoritaria del país, de la mano de su presidente Recep Tayyip Erdogan ha alejado a Turquía de la Unión Europea y su sueño de formar parte de la organización. Ankara ha sido desde el inicio un importante socio para Bruselas. De hecho, la relación entre ambos se remonta al Acuerdo de Ankara de 1963, con el que se inició la creación de la Unión Aduanera (UA).

Europa y Turquía mantienen desde entonces una peculiar relación de amor odio, que ha estado al borde de romperse en múltiples ocasiones, pero ambos son conscientes de que algo así perjudicaría tanto a Bruselas como a Ankara. El país euroasiático también ha vivido momentos dulces con la Unión Europea y ha rozado la adhesión, pero ahora esa posibilidad está más lejos que nunca.

El Consejo Europeo (CE), en su último informe sobre el país euroasiático, expresó «su profunda preocupación por los recientes y reiterados actos y declaraciones de Turquía» y espetó a Ankara a respetar «plenamente el Derecho internacional».

Las desafecciones y desavenencias entre Erdogan y los representantes de la UE han sido bastante sonadas. La más reciente tuvo lugar durante el encuentro que mantuvo el presidente turco con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El encontronazo fue tan comentado que llegó a bautizarse como «sofagate». Erdogan consiguió sacar los colores a la Unión Europea con un simple juego de sillas. Los políticos europeos se desplazaron hasta Ankara para discutir la salida del país euroasiático del tratado internacional sobre la violencia contra la mujer. El mandatorio turco únicamente colocó una silla, por lo que Michel relegó a Von der Leyen al sofá, despertando todo tipo de críticas sobre el mal ejemplo ofrecido por el presidente del Consejo Europeo.

Anécdotas aparte, Turquía mantiene un conflicto diplomático abierto con un miembro de pleno derecho de la Unión Europea, Grecia. Ambos países pugnan por la soberanía de las aguas del Mediterráneo oriental, con el objetivo de poder beneficiarse de la exploración y prospección de hidrocarburos en esta zona. Chipre también es otro obstáculo para las aspiraciones europeas de Turquía.

Una pequeña isla se ha convertido en una diferencia insalvable entre Atenas y Ankara. Actualmente, Chipre se encuentra dividida por la mitad desde 1974. En la parte norte de la isla ocupada por Turquía vive la minoría turcochipriota, que suma casi 20 % de la población. En las otras dos terceras partes del territorio, en el sur, viven los grecochipriotas, y así se mantiene casi 50 años después.

Chipre se convirtió, en 2004, en miembro de la Unión Europea. Un acontecimiento que Turquía percibió como una provocación. Otro palo más en las ruedas para la relación entre Ankara y Bruselas. Una relación que tiene pocos visos de mejora con Erdogan al frente, quien se ha echado en los brazos de países como Rusia, principal enemigo de Europa.

A pesar de todos estos impedimentos, existe un motivo vital para que los lazos entre la Unión Europea y Turquía se mantengan. La inmigración fue, es y será el as en la manga de Ankara a la hora de tratar con Bruselas. En 2015, se desató una crisis de refugiados, por la guerra civil en Siria, que puso la unidad de los Veintisiete contra las cuerdas.

El país euroasiático accedió entonces a frenar el flujo de inmigrantes a cambio de que la UE se hiciera cargo de los costes. Dicho y hecho, Erdogan se guardó la baza de los refugiados para chantajear a la Unión y profundizar la dependencia de los Ventisiete, que ahora se encuentran a merced de los deseos del presidente turco.

En este contexto, los resultados de las elecciones turcas pueden inclinar la balanza hacía un posible acercamiento de Ankara con Bruselas a través de la victoria del principal rival del presidente turco, Kemal Kilicadaroglu, con una marcada agenda europeísta. Sin embargo, si Erdogan sale ganador de los comicios de este domingo, los turcos estarán mandado un mensaje de desafección a la Unión Europea.

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